Fernando Buen Abad: si logran robarnos el campo simbólico, «nos dirán lo que tiene que gustarnos, qué palabras tenemos que usar para denominar qué, y entonces tendremos que vivir y medir la vida como ellos dicen, como ellos quieren».
Si logran robarnos el campo simbólico, "nos dirán lo que tiene que gustarnos, qué palabras tenemos que usar
para denominar qué, y entonces tendremos que vivir y medir la vida como ellos dicen, como ellos quieren".

"Perdimos en la guerra simbólica, no lo hicimos bien", me comentaba hace unos meses alguien que vivía en la extinta República Democrática Alemana, mientras hablábamos de las causas y consecuencias de la caída del socialismo en Europa del Este. Hoy, Cuba está en similar enfrentamiento simbólico, como parte de la articulación de varios tipos de guerra -económica, sicológica, mediática- que entraña un conflicto de cuarta generación. Ante esa dinámica, ¿qué propuesta hay desde este lado?

En el presente, mucho más que hace unos años, nos definimos entre una hegemonía cultural basada en la restauración del capitalismo dependiente, depredador y salvaje, o en seguir construyendo un ideal propio de socialismo que garantice repartir lo poco o lo mucho entre todos.

Detrás de esto hay una estrategia muy bien montada, que no es nueva y ya dio resultado en el extinto campo socialista. Allí lograron que las víctimas llegaran a comprender y compartir la lógica de sus verdugos, tal como vaticinó Allan Dulles, primer director civil de la CIA, hace casi 80 años.

El creador de este plan macabro, que no por repetido se interioriza y se enfrenta correctamente, dijo que se trataba de una ciencia para ganar en un nuevo escenario: la mente de las personas.

"Antes que los portaaviones y los misiles llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamurosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada". Así lograron que las McDonald’s y Mickey Mouse se convirtieran en aspiración para quienes nunca los habían tenido como metas.

¿Qué propuesta coherente en el campo de lo simbólico tenemos contra esto? Martí nos enseñó que nuestra lucha es plan contra plan, quedarnos sin uno resultaría muy peligroso. Hay que reconstruir nuestra semiótica, darle significado nuevamente a nuestros símbolos, porque ese vacío siempre se llena. Procuremos entonces que el contenido lo pongamos nosotros, desde el lado de lo nacional, lo revolucionario; incluso, desde lo comunista, una palabra a la que no podemos temerle.

Por eso me dio sano orgullo ver, hace poco, un muchacho de estos tiempos con un pulóver con la hoz y el martillo, y la frase: "Soy comunista, ¿y qué?". No nos puede pasar con la palabra comunismo lo que sucedió con términos como democracia, libertad, sociedad civil, que la izquierda se los dejó arrebatar de su lenguaje.

Vivimos en un mundo semiótico, de consumo de símbolos, construcción y reconstrucción de significados, en el que se asumen cosas que no sabemos qué intención traen, de dónde vienen, para qué fueron utilizados en otros contextos; la ingenuidad en estos tiempos sale cara; máxime si se conoce que no hay revoluciones de colores - o en otras palabras, planes desestabilizadores- sin banderas alternativas, puños, estrellas, en fin, símbolos vistosos y atractivos que se mueven a través de una muy bien intencionada actividad en redes sociales.

Ya lo decía el estudioso de estos temas, Fernando Buen Abad, si logran robarnos el campo simbólico, "nos dirán lo que tiene que gustarnos, qué palabras tenemos que usar para denominar qué, y entonces tendremos que vivir y medir la vida como ellos dicen, como ellos quieren".

No puede hacerse difícil tener una bandera cubana en casa, vestir llevando respetuosamente nuestra cubanía, o simplemente ver en la televisión un producto que nos enorgullezca de nuestra historia, de haber nacido en este país.

Un pulóver del Che, en la Cuba de hoy, no puede ser más difícil de obtener que uno con la bandera estadounidense. En nuestras tiendas de juguetes a veces vemos a Hulk y no hemos visto a María Silvia. Eso también es parte de lo que decía Dulles, sobre la guerra simbólica que enfrentamos.

Revolución es defender valores en los que se cree, dijo Fidel, y hay que hacerlo desde la creatividad. Hacer que nuestro socialismo sea atractivo en el plano de lo simbólico y lo real, de eso se trata; que Elpidio Valdés predomine y venza a Superman. (Granma)

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