Las Tunas.- Aunque la telenovela Dulce ambición aún no se transmitía en nuestro país, ya había leído en algún lugar sobre este personaje, valientemente defendido, en mi opinión, por la actriz Ágatha Moreira. Una joven que, cegada por la ambición, llegó, incluso, a cometer asesinato.
Desde su aparición, la gran mayoría de los televidentes percibimos cómo, una y otra vez, la muchacha le exigía a su madre el aumento del límite de su tarjeta de crédito, el que, para ella, no era "suficiente", al menos, no para sus aspiraciones. Y muchos comenzamos a tener la misma opinión: su madre nunca le puso límites, no a la tarjeta, sino a su hija.
Una vez le oí decir a una señora que "uno no sabe lo que es querer hasta que tiene un hijo". Se lo creí, pero realmente lo confirmé cuando escuché por primera vez el llanto de mi bebita, ese llanto que te dice: "Llegué para convertirme en tu mundo". Los hijos, sí, lo son todo para los padres, y les queremos dar todo, pero los límites son necesarios, y, también, es una manera de amarlos y ayudarlos a ser hombres y mujeres de bien.
Los psicólogos siempre han advertido acerca del daño de consentir demasiado a nuestros hijos. Esto influye de manera negativa en su desarrollo. Hacerlo trae consigo que crezcan creyendo que merecen todo, solo porque lo quieren. Cuando los padres, yo incluida, vivimos de nuestro salario, debemos educar a nuestros niños en el amor al trabajo, los valores que los hacen una buena persona y la necesidad de prepararse para el futuro, precisamente, para que el día de mañana no dependan de nadie y puedan tener una vida honrada.
Pero vayamos un poquito más a fondo sobre el tema. En la mayoría de las ocasiones consentimos al niño sin percibir las consecuencias que esto tiene para ellos, a corto y largo plazos. Varias veces los complacemos en lo que consideramos asuntos sin importancia, para evitar una "perreta" y mantener la tranquilidad en casa.
Lo que a veces ignoramos es que las secuelas van más allá. Cometer este error les puede causar inseguridad, pues un menor sin límites no sabe lo que puede o no hacer, lo que le impedirá desenvolverse adecuadamente en el futuro. A la vez, esa inseguridad afectará su autoestima.
Un infante demasiado consentido puede mostrar constantemente enfado, insatisfacción con todo y se afectarán sus habilidades para establecer relaciones afectivas. Educar a los hijos es proyectarlos para el futuro; aunque esto conlleve que "sufran" un poquito siendo pequeños.
Saber frenar a tiempo los deseos desesperados de poseer lo que otros tienen, no consentirlos demasiado solo para verlos felices y poner límites, desde pequeños, es algo en lo que los padres debemos reflexionar. Amar es, también, decir no.
Cuando les decimos no, es común que se enojen y lo manifiesten con un berrinche. Pero esto, a su vez, los ayuda a manejar las emociones. Mediante rabietas exigen lo que quieren, si como padres cedemos, pues les estaremos mostrando la manera fácil de satisfacer sus deseos. Por esto, los primeros años de vida son fundamentales para crear tales cualidades.
Otra consecuencia de consentirlos en todo es, justamente, que no los enseñamos a darle valor a lo que tenemos, y la importancia del esfuerzo para conseguir lo que se desea. En otras palabras, el menor debe crecer conociendo el valor del trabajo, una palabra que no aparece en el diccionario de Josiane.
Todavía a esta joven le quedan amargas experiencias por vivir en Dulce ambición, resultado de su falta de límites y la avaricia; pero estoy segura de que el mayor dolor que su madre ha sufrido, además de los malos sentimientos de Jos, ha sido reconocer que no puso frenos a la hora de complacer a su pequeña. Cavilemos, entonces, en la importancia de poner un pare en los antojos de nuestros tesoros, para no experimentar, en un futuro, el mal de Josiane.