Las Tunas.- Después de 38 años de labor ininterrumpida en el sector educacional, Miriam Borges Licea se jubiló para atender un problema renal que requería intervención quirúrgica, “lo hice porque pensaba que me dejaría secuelas y ya no podría volver al aula”, cuenta ahora en los albores del nuevo calendario escolar.
“Pero no, rememora con satisfacción, la operación fue un éxito y a los cuatro meses me reincorporé en la misma escuela, con la misma asignatura y con los mismos alumnos. Mi alegría fue inmensa porque sané y podía seguir cumpliendo esa sagrada misión”.
¿Volvió obligada por razones económicas?, inquiero.
Y su respuesta fue inmediata y convincente. La tenía a flor de labios, “¡qué va!, eso fue en el año 2008. Entonces el dinero no hacía tanta falta como ahora, cuando los altos precios nos agobian y nos obligan a esfuerzos extraordinarios para sobrevivir”.
Lo dice y divagamos un poco sobre la inflación que nos acosa, las carestías de la vida, los emprendimientos con matices usureros, especuladores, Lazarillos, revendedores inescrupulosos y otros males que nos arrebatan el sosiego, la tranquilidad… y parecen inacabables.
En resumen, volvió porque se resistía a separarse, de golpe y porrazo, del aula, de la expectativa de conocer a otros jóvenes que llegan al instituto politécnico Conrado Benítez procurando redondear su formación profesional para su inminente entrada en el mundo laboral.
En las primeras casi cuatro décadas de trabajo, la profe Miriam había transitado por escuelas primarias, secundarias básicas e institutos politécnicos; y fue precisamente en esta, la Enseñanza Técnico Profesional, en la que encontró su devoción.
Tiene recuerdos inolvidables de su desempeño en todas las instituciones donde ha ejercido la envidiable profesión, pero Miriam se siente seducida por la Técnico Profesional y argumenta las causas de ese apego.
“Me gusta como ninguna otra, porque los muchachos llegan con una perspectiva diferente: animados por sus ansias de aprender un oficio y comenzar a trabajar bien preparados”; y a ella la hechiza la posibilidad de ayudar a la realización de esos sueños.
Cuando puso por primera vez su cuerpo, su corazón y su alma en los pasillos y las aulas del instituto politécnico Cucalambé y más tarde en el Conrado Benítez, ambos en la ciudad de Las Tunas, estaba consciente del desafío y la responsabilidad que asumía, y aceptó el reto; y mucho antes del 2 de septiembre de este año, fecha de inicio del nuevo calendario docente, junto a sus compañeros y en correspondencia con sus posibilidades físicas, ayudaba a poner más bonito y acogedor el centro escolar.
La profe Miriam asegura que le motiva mucho el reencuentro con sus muchachos y disfruta mantenerse activa e inculcarles los valores de responsabilidad, disciplina laboral, ética y el compromiso con los demás que ella ha cultivado para bien suyo y de la familia. Y lo hace desde las proyecciones del Departamento de Elaboración de Alimentos y como licenciada en Biología, impartiendo asignaturas afines a su especialidad.
RETROSPECTIVA…
Miriam recuerda con cariño El Rincón, esa comunidad rural situada en las fronteras de los municipios de Las Tunas y Jobabo, donde nació, dio los primeros pasos y recibió de sus padres enseñanzas que la fortalecieron desde la niñez y le han permitido sortear obstáculos en sus 72 años de vida, consciente de que siempre es posible vencer.
De su infancia en esos predios tiene imágenes fijas y gratas impresiones que ahora comparte. “Mi papá fue miembro del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y la casa familiar refugio para los alzados en esa zona contra la tiranía de Fulgencio Batista. Mi mamá ayudaba a atenderlos”.
Cuenta que su progenitor luchó contra los bandidos en el Escambray y su madre alfabetizó. Ambos les infundieron a los siete hermanos amor a la Patria y afán de superación que encontró tierra fértil para los campesinos tras el triunfo de los rebeldes el Primero de Enero de 1959.
EN LOS CAMINOS DEL MAGISTERIO
Relata que cuando cumplió los 11 años ya se había decidido por el magisterio. A los 12 marchó a Minas de Frío y comenzó los estudios que continuó en Topes de Collantes y concluyó en Tarará, las tres escuelas nacionales creadas con ese objetivo; y Miriam se hizo maestra primaria makarenka.
Ahora confirma “mientras mi familia y yo tengamos fuerzas y salud seguiré cumpliendo esta tarea”, lo hace animada por el ideario mariano y la sentencia interiorizada de que hacerse maestro es hacerse creador.
Desde su sabiduría y experiencia personal y colectiva, Miriam sugiere retomar aquellas maneras tradicionales de conducir el proceso docente-educativo en tiempos pasados, pero no tan lejanos: “El sistema de trabajo ha variado mucho. Antes los alumnos hacían sus prácticas, nosotros los llevábamos a las unidades y les dábamos un seguimiento más profundo; ahora todo es diferente porque esos centros tienen otros intereses, pues generalmente son arrendados. Ya no es igual”.
Evoca que cuando impartía Tecnología de la Elaboración de Alimentos en el instituto politécnico Cucalambé había más atención con los estudiantes que estaban de práctica por 45 días y la escuela tenía una asignación de alimentos para que ellos entrenaran.