Las Tunas.- Erichel Martínez Betancourt es el ingeniero hidráulico que lidera, desde su génesis misma, la inversión de la potabilizadora que se ejecuta en las cercanías de la presa Juan Sáez, en el municipio de Jesús Menéndez.
Dice que ya sus más cercanos hasta le hacen bromas por aquello de "creo que te vas a jubilar construyendo en ese lugar"; y él sonríe, un poco en broma y otro tanto para esconder las mil y una sensaciones que le acompañan en tal sentido.
Porque no se trata de que considere que la ejecución se demorará tanto, pero sí está claro de que ha llovido mucho desde junio del 2017, cuando comenzaron oficialmente los trabajos de un proyecto que se concibió para concluir en mucho menos tiempo del que ha sido necesario.
El ritmo inicial fue bueno; se terminó la plataforma tecnológica, los edificios químico y administrativo, emplazaron el equipamiento que llegó a esas tierras completo, en el 2019, y tampoco faltó, ni ha faltado nunca, el dinero desde el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos cada año para garantizar las labores.
Sin embargo, a pesar de eso, las faenas se fueron ralentizando por etapas, encontrando tropiezos de todo calibre, que incluyeron crisis económica, pandemia, carencias y hasta, al menos así lo expresaron a 26 algunos lugareños tristes, una evidente morosidad en el seguimiento, atención y apoyo a las obras desde las estructuras directivas del territorio.
Es ahora mismo la potabilizadora, en Chaparra, un tema sensible. Y tienen razón. A alrededor de 9 kilómetros (km) del poblado está la poderosa presa Juan Sáez, el embalse que llega a parecer un mar imponente y, al abrir la llave en los hogares, no hay nada.
"Porque antes -nos dijo una vecina del Batey- por lo menos caía agua de la presa en las casas, y podía usarse para limpiar y esas cosas, pero hace más de un año que ni eso. Y es terrible saber que hemos estado décadas cerca de un embalse inmenso, que cuando alivia nos saca sustos, y nos toca esperar por la rotación que trae agua cada 20 días".
De eso conversamos con Alexander González Hidalgo, jefe del Departamento de Ingeniería de la Dirección Municipal de Acueducto. Nos contó que los motores de las tres bombas que estaban montadas en el sistema de la represa de "Juan Sáez" tienen problemas y, además, la bomba que le daba agua al Batey hasta el final de la conocida Calle 23 tiene daños que no han podido resolverse siquiera en los talleres de la agroindustria azucarera Antonio Guiteras. La situación pervive allá desde hace un año, y con pipas -aclaró- tampoco se les está llegando a todas las viviendas.
Para Erichel, sin embargo, el esfuerzo no se limita a un barrio. "La potabilizadora favorecerá a unas 24 mil personas entre Chaparra y Delicias (Puerto Padre); y la inversión, a la que el Partido Provincial ha dado mucho empuje desde el año pasado, ocupa hoy cerca del 12 por ciento del presupuesto del territorio.
"Ahora mismo andamos enfrascados en la culminación de la estación de bombeo, que es el objeto de obra fundamental de la ruta crítica que hemos trazado para que los trabajos avancen.
"Estamos en la parte del canal de aproximación (lugar donde el agua llega hasta las bombas), eso es fundamentalmente lo que falta para la conclusión de la obra civil de la estación. Luego vendrá el montaje tecnológico de las bombas para llevar el líquido hasta la potabilizadora.
"Este año se prevén construir 5 km de redes en Chaparra y 3 en Delicias, y tenemos ya 29 km de conductoras de polietileno que están listas desde el 2017; por eso mantenemos la intención de darle a la inversión valor de uso antes de diciembre próximo. Para lo cual contamos con los microsistemas de acueducto de los lugares, que serán muy útiles".
Él conoce cada palmo de esos parajes; domina detalles y fechas de sus dilaciones y defiende, con la razón que da la experiencia a pie de obra, a sus trabajadores.
Porque sabe del ahínco diario en condiciones duras; vive de cerca los desafíos de mantener comprometida a la brigada que le llega siempre desde Puerto Padre (con un gasto cada día de alrededor de 25 litros de combustible en esos menesteres), y a quienes ve lidiar con salarios bajos en contraposición al trabajo enorme que enfrentan.
Pero lo verdaderamente cierto es que el esfuerzo de un colectivo dista mucho de ser suficiente para empeños de alto vuelo. Dicho de otra manera sería algo así como el refrán "Una golondrina no compone verano", que tanto escuchamos decir a los mayores.
Amén del afán, la potabilizadora, cuando la desandas, duele. Supimos que el año pasado fue preciso reparar el techo de la nave que protege la tecnología, antes siquiera de que logre su puesta en marcha; algunas piezas parecen necesitar una manito de pintura que prevenga el óxido, pues, por mucho que se cuide y se trabaje, equipos parados, sin funcionamiento, por cerca de cinco años, difícilmente estén todo lo óptimos que el caso requiere.
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Es esta una realidad sin frutos durante demasiados años y ahora, cuando las dinámicas del trabajo intentan revertirla sin miramientos, es momento de aferrarnos al impulso, el quehacer en equipo y la esperanza.
Todo para que, en esos terruños distantes de la bulla citadina, el agua, ese tesoro divino indispensable para la existencia, deje de ser un problema. Algo que debió suceder ya, desde hace demasiado tiempo.
