Las Tunas.- Aquel fue uno de esos días que Osmany nunca va a olvidar. Aunque hayan pasado más de 14 años, los detalles se le colorean nítidos, a contrapelo de todo lo ultraterreno que lo alcanzó en el salón de parto del hospital Ernesto Guevara, casi rayando la medianoche. Confiesa que buena parte de las certezas que carga por la profesión de Enfermería, las adereza con la fuerza de la persistencia, lección que también se llevó aquella noche…
"El parto había sido bastante demorado y para cuando tuve el bebé en las manos estaba muerto. Lo llevé para el reanimador, lo auscultamos y había fallecido. El equipo completo verificó la ausencia de signos vitales. No había más nada que hacer. Pero cuando lo fui a empaquetar para llevarlo a la morgue vi algo, un reflejo, yo no sé lo que vi, y grité 'este muchacho está vivo'.
"Me miraron como si hubiera perdido la razón. De ahí en lo adelante actué por instinto, porque no sabía explicar mi presentimiento. Yo mismo agarré un tubo, hice el procedimiento, lo llevé para la sala de Prematuro, acoplé al ventilador mecánico y me quedé ahí de pie, frente a la incubadora.
"Oiga, a eso de las 2:00 am, estaba sentado en la subdirección de Ginecobstetricia para explicar por qué yo había llevado a un fallecido para Prematuro. Llamaron al médico que estaba de guardia y nadie podía creer que el bebecito estaba ganando su batalla, con parámetros mínimos.
"Después de eso, a los años volví a ver a la mamá, ella me reconoció y me dio mil abrazos. Me agradeció por la vida de su hijo. Mira si esta profesión es sacrificada, pero bonita. Estas experiencias te cambian y te ponen el listón del compromiso más alto porque del otro lado del pasillo una familia espera respuestas, aquí cuidamos la vida. Aquello fueron cosas de Dios".
…
Es una suerte conversar con Osmany García Sánchez, jefe de Servicios Médicos de Infeccioso, y a la par un licenciado en Enfermería sin barreras. Ha transitado por el salón de partos, el servicio de esterilización, ha usado su uniforme fuera de Cuba, y hoy es un emporio de anécdotas que prestigia al Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara. Allá dentro lleva más de 40 años.
"Siempre me gustó la carrera, aunque soy el primero y el único enfermero de mi familia. Sabía que la atención al paciente era compleja, pero enseguida entendí que había encontrado mi vocación. Un buen profesional tiene que estar bien preparado y tratar de adquirir todos los conocimientos necesarios para poder desarrollarse, es una meta de todos los días.
"Por los azares de la vida hice un diplomado en Neonatología y descubrí que de verdad aquello era lo que yo quería hacer. Ahí estuve durante 22 años y sigue siendo mi pasión… El bebé requiere de un cuidado constante, una especialización, porque son muchos los procederes que hay que realizar y en corto tiempo.
"En Neonatología hay una sensibilidad redoblada, no puede ser de otro modo. Las guardias son duras y uno de alguna manera batalla con los niños. El servicio es como una familia y allí no hay cansancio ni problemas personales. Los pequeños son la prioridad, 24 horas del día.
"Se aprende muchísimo a actuar con premura, a controlar los nervios. Lo más gratificante es verlos crecer, respirar por sí mismos. Como profesional y ser humano uno aprende a valorar la vida, a confiar en esa fuerza suprema. De allí las familias salen felices. Cuando no sucede así, también se sufre. Están las dos cartas de la baraja, aunque uno se prepare y trabaje siempre para lo mejor".
UN SERVICIO, UN COMPROMISO
Osmany, por más que la modestia le impida reconocerlo, ha supeditado sus preferencias a las necesidades del "Guevara". Por eso, cuando lo movieron hasta Esterilización, allá fue a cargar su compromiso y bajo esos mismos términos aceptó dirigir el servicio de Infeccioso.
Nos recibe desde una de sus salas, entre su agenda colmada y nuevos ingresos. "Este es un servicio con sus peculiaridades. Se trabaja estrictamente por protocolos. Llegan personas con enfermedades infecciosas, que se transmiten y por ende nos toca redoblar los medios de protección, pero esto no significa que el paciente no reciba nuestra calidez.
"Lo que más se ingresa son síndromes febriles inespecífico, en su mayoría dengue. Hacemos los estudios y adoptamos las conductas necesarias. A la par impartimos educación para la salud; nos gusta conversar con los pacientes y familiares sobre la necesidad de protegerse, que se vayan sanos y mejor informados.
"Esta sala, específicamente, es la del servicio de enfermedades de más riesgo como la tuberculosis pulmonar, la covid-19, lepra; atendemos, además, a los viajeros que regresan al país con sospecha de paludismo y otras patologías infectocontagiosas.
"En los últimos tiempos, aunque las cifras no son alarmantes, sí hemos tenido una pequeña alza de la tuberculosis pulmonar. Actuamos con todos los protocolos y somos bien estrictos; cada paciente tiene su habitación, en la medida de lo posible con todas las condiciones necesarias, baño, agua...
"Aunque hablamos de una enfermedad que no se cura solo se compensa, el personal aquí es muy sensible y muy atento. Hace poco tuvimos a una paciente de 30 y tantos años. Llegó dando gritos porque no aceptaba el diagnóstico; sabemos que esta afección tiene aún muchos estigmas.
"A esa muchacha una enfermera, incluso, le pintaba las uñas de manera desinteresada. El día que se fue nos agradeció y aseguró que fuimos más atentos que su propia familia, que desde lejos recogía las cosas sucias. Esas atenciones nos enorgullecen. Aquí yo mismo pelo a algunos pacientes.
"Les damos charlas a las familias sobre la tuberculosis. Notamos que los enfermos, a veces, hacen una resistencia a los tratamientos. Cuando tú buscas la causa siempre aparece una. Algunos dejan de tomarse los medicamentos. En su mayoría los pacientes que tenemos son alcohólicos, algunos hasta deambulantes.
"Imagina el contexto, cuatro personas en una esquina pegándose de la misma botella de ron… Hay que tener percepción del riesgo y la enfermedad está en las calles de Las Tunas. El año pasado se nos murió Julio, un paciente nuestro, y nos dolió mucho".
Tiene bajo la manga una amalgama de anécdotas y consejos para la población tunera. Cuando los momentos más candentes del brote de escabiosis (sarna) se convirtió en un portavoz de la Medicina Verde y ayudó a cientos de familias a ganarle la batalla a la molesta picazón.
"Los cubanos vivimos con muchas complicaciones y escasez de recursos, pero no aprendemos todavía a cuidarnos, a beber agua para evitar las enfermedades de la piel, a usar los recursos que tenemos a mano para extremar la higiene".
TRAS EL VELO OSCURO DE LA COVID-19
Las secuelas de la pandemia laten en la memoria de Osmany, asegura que jamás vivió momentos más tensos y tampoco imaginó lidiar tan duro con la muerte, real, palpable y ahí mismo, incluso a la puerta de las consultas.
La responsabilidad de estar al frente del servicio líder, le hizo obviar que él mismo es una persona considerada de riesgo a cusa de su cardiopatía. Por más que en casa le exigieran distanciarse, él permaneció, de principio a fin y tuvo la suerte de no contagiarse.
Me cuenta, con el rostro pálido, que se recibían de 250 a 300 pacientes diarios y en la última etapa se veían a muchos más. Las seis consultas médicas no daban abasto. Todavía tiene guardado en algún lugar impreciso de la mente el panorama brutal, la gente en los pasillos, los sueros colgando de donde se pudiera, aquellos que fallecieron sin lograr entrar a la consulta porque esperaron demasiado tiempo en casa y ya después fue muy tarde.
"La cuestión más triste fue la carencia de oxígeno. A veces nos la vimos muy tensos. Literalmente tuvimos que correr hasta los camiones y agarrar los botellones para salvar a un paciente que no podía respirar. En esos minutos estaba la posibilidad de sobrevivir.
"Recuerdo que el primer paciente ingresado fue un canadiense y luego vinieron en masa. Como profesor siempre les cuento a mis alumnos que en esa etapa se puso a prueba la sensibilidad y capacidad de la Salud Pública y aunque nos faltaron muchos recursos aquí se trabajó de corazón".
CURAR Y ENSEÑAR…
A lo largo de su carrera se ha propuesto, además, incentivar a las nuevas generaciones. Cuenta que intenta educar con el ejemplo y su premisa primera es la atención integral al paciente desde la sensibilidad. "Quien no tenga eso no puede ser enfermero.
"No se trabaja en Salud por dinero, porque el salario no es suficiente, uno lo hace por compromiso, por amor a la profesión y a la gente. Como familia toca respetar la vocación de los jóvenes y dejar que ellos escojan lo que de verdad les gusta. Si vienen buscando ganancias económicas pierden su tiempo.
"Yo, por ejemplo, trabajo todos los días, de lunes a sábado, de 8:00 am a 4:00 pm, invariablemente. Cuando llego a casa ya va cayendo la noche. Mi vida está cifrada aquí, en estos salones, y así ha sido por más de 40 años. Es mucho el sacrificio, solo se compensa con la satisfacción de ayudar a alguien, de entender que tú haces la diferencia para esa persona que está ahí, asustada, sintiendo que el mundo se le rompe a pedazos".
…
Osmany tiene 57 años de edad. Celebra la posibilidad de contar con dos hijos y cinco nietos que ponen los tonos más dulces a sus días. Asegura que en los apoyos de su familia creció la savia que le ha permitido realizarse como profesional.
Me cuenta que alguna que otra vez la noche lo ha atrapado, en su regreso a casa, de camino a El Cornito, su barrio natal. Y al otro día, otra vez, para el "Guevara"… ese hogar grande que diezma y robustece sus bríos como enfermero, ser humano y viceversa.