Las Tunas.- En principio, el nombre de aquel lugar, Andorra, le resultó desconocido al licenciado en Enfermería Ernaldo González Arias, pero no necesitó demasiadas referencias. Poco importaban las costumbres, el color de la piel, el sexo, la religión, ni otros “detalles” que terminan por separar la raza humana; bastaba con saber que allí salvaría vidas.
“Estuve en la zona roja, específicamente en Terapia Intensiva del único hospital que tiene el Principado. Intercambiamos experiencias con los profesionales de ese país, el cual posee un gran desarrollo tecnológico. Trabajamos codo a codo y nunca hubo diferencias; fuimos una familia”, relata.
“A nuestro regreso ya casi no tenían pacientes con el nuevo coronavirus; un éxito de ambos países porque permanecimos unidos. Siempre manifestaron que nos tendrían en su corazón, pues les brindamos ayuda desinteresada. Regresamos sanos y con el deber cumplido”.
Habla con alegría del encuentro con el mandatario de Cuba Miguel Díaz-Canel, quien calificó de héroes a los colaboradores sanitarios. “Nos dio la bienvenida con amabilidad y conversamos sobre nuestras vivencias”. El licenciado González resaltó la humildad del Presidente cubano y de otros dirigentes que también participaron en el fraternal intercambio.
"Amancio" es la tierra que lo vio nacer y dar los primeros pasos en la vida. No olvida esa época de juventud, rodeado de las riquezas naturales del campo y de gente hacendosa. Años más tarde se fue hasta el municipio de Manatí, donde vivía su esposa. Allí consolida gran parte de su trayectoria profesional y ocupa cargos de dirección en el sector de la Salud. Actualmente labora en el policlínico Manuel (Piti) Fajardo de la capital tunera.
Cuenta que su primera misión fue en Venezuela, específicamente en el estado Falcón. Tuvo la posibilidad de estar cerca del expresidente Hugo Chávez Frías, referente de la integración para los pueblos de América. También combatió el ébola en Sierra Leona y tiempo después partió hacia Ecuador a prestar su servicio; siempre ha estado donde más lo necesitan.
Su modo sencillo denota a un hombre valioso que halla la felicidad en ayudar a otros. Quizás por eso un brillo de orgullo le salta en la mirada al recordar, el claxon de los taxis y los aplausos de agradecimiento que resonaron al arribar al aeropuerto en España, antes de proseguir el trayecto hacia Andorra.
Ahora en casa, González disfruta de la compañía de sus seres queridos con la satisfacción que siente quien hace el bien. Ese gozo también lo experimentan otros cuatro colaboradores que fueron recibidos en sus barrios después de encarar la Covid-19 en esa nación. Y tampoco faltará el homenaje oportuno a unos 200 tuneros que están en 27 países como parte del contingente Henry Reeve. Son valientes que hoy la Patria contempla orgullosa.