Sandro

Las Tunas.- Sandro David Leyva González fue uno de los refuerzos de Rosell en el evento más reciente de Reina del Mar en Cienfuegos. Aquel día lo conocí mientras él y Dayislenis Velázquez nos "enseñaban" cómo escribir sonetos. Y vaya si aprendimos. Sandro Leyva es un excelente poeta que todos deberían leer y conocer. Vale destacar que el escritor del que les hablo hoy es narrador y poeta, algo bastante común entre los artistas jóvenes tuneros. No obstante, hoy me referiré solamente a su faceta como poeta.

En este género, se mueve con soltura entre la poesía rimada y el verso libre. El análisis crítico y filosófico de nuestra cotidianidad se halla con frecuencia en su obra. Sin embargo, es en los relacionados con el arte donde se siente más cómodo y muestra un amplio conocimiento.

El lenguaje es el fuerte de la poesía de este autor. El poeta se mueve por registros altos, casi eruditos, hasta el neutro y coloquial; por lo que su poesía puede llegar a cualquier tipo de público. Tema aparte es su gran talento en la declamación, cosa que puedes apreciarlo si te acercas al café Richín y le pides un poema. Quizás por eso, sus textos tienen esa doble cualidad de funcionar tanto para ser leídos como para declamarse; algo en lo que algunos poetas suelen fallar frecuentemente y Sandro lo hace con maestría.

Las Tunas y Cuba son personajes recurrentes en la poesía de este joven escritor. La pasión por su tierra evoca emotivos textos que a nadie deja indiferente. Su éxito es, a mi modo de ver, como todo buen café, la mezcla de exquisitos ingredientes. En su caso: un rico lenguaje, amor por la cultura nacional y temas cotidianos y atemporales. De este modo, la huella de Sandro ha sido dejada en café y tinta para dicha de todos.

Paráfrasis de un hombre solo
A Tony Borrego in memoriam.

La casa necesita de algo nuevo.
No sé qué hacer con tanta soledad.
Le falta un pez, un gato, un renuevo
de tu imagen. Vender mi libertad.
El lunes me inyecté todas tus fotos,
pero nada. Toqué todas las puertas
del barrio. Recorriendo esos remotos
espacios que dejaste, las reyertas
de mis ganas lanzáronme en un banco.
Le supliqué esperanzas a un mendigo,
dándome unos centavos dijo: Amigo,
¡es todo lo que tengo! Siendo franco,
siempre este pensamiento a cuestas llevo:
La casa necesita de algo nuevo.
Hay demasiado aire en esta sala,
demasiado silencio en estos cuadros.
Necesito algún ruido, alguna bala,
una mosca en la sopa, tres taladros
que me quiten el sueño por la noche,
una sirena, un órgano, otro perro,
un elefante; su memoria. Anoche
soñé que habías vuelto, que este encierro
era falso y desnuda te besaba,
que te hundía en mi pecho cuál cojín
con brazos y con labios, pero... En fin,
sé que no volverás. Solo soñaba.
Sigo pensando igual, aunque no debo:
La casa necesita de algo nuevo.
No comprendes que en las noches realizo la guardia
a los cederistas, ávido por esperarte,
que ya gasté mis zapatos por tanto buscarte,
que de caminar mis pasos sufren taquicardia,
que te busco en las paradas y quizás abarque
todas mis ideas, pero no pasa, extrapolo.
¡Coño! Estoy diciendo el discurso de un hombre solo
en voz alta, como estatua más en este parque.
No importa. Yo seguiré nuestros pasos metódicos,
pondré todos tus recuerdos dentro de la fragua.
Mañana saldrá esta nota en todos los periódicos:
Está en permuta la casa. Tiene buen vecino.
Habitaciones muy amplias. Nunca falta el agua.
¿El motivo de la permuta? Ella no vino.

 

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