Las Tunas.- Llegamos al final de esta sección veraniega, en la que compartimos la obra de algunos escritores tuneros, la mayoría no tan conocidos, pero con una creación digna y un futuro promisorio. Por esos caminos, solo resta invitarlos a acercarse al quehacer de estos y otros autores, porque nuestra cultura no sería la misma sin sus inspiradores de las letras.
Entre los buenos recuerdos que guardo de Jessica González Smith está aquella ocasión cuando dijo que uno de sus sueños es publicar un libro y, como escritor, aquello tocó una fibra sensible en mí. De ahí a que buscara leer su poesía, encontrar esa chispa que me mostrara que algún día cumplirá su sueño y dejará su huella de tinta en la historia.
Alguien me dijo una vez que uno de los trabajos del escritor era el ser cronista de nuestro tiempo a través de la literatura. He llegado a creerlo y, aún más, a sentirlo necesario, imprescindible. Sin embargo, no resulta sencillo transformar el dolor, los malos momentos y los errores en alegría, mucho menos en belleza; eso es, precisamente, lo más difícil que tiene que hacer el poeta. Y es lo que mejor se le da, de manera natural, a la poetisa en cuestión. Sus textos son precisos, crudos, sin temor a utilizar los recursos del lenguaje, las técnicas y el rejuego con el registro del sujeto lírico, siempre detrás de una idea novedosa, de un espacio para dejar su huella.
Algo que me gustó mucho de su poesía fue el viaje al interior del poeta/sujeto lírico. Se mira adentro y ve sus errores, pero también sus logros. Jessica busca una poesía en la que muestra a ese personaje que no se rinde, que saca valor, fuerzas, se levanta y triunfa ante cada obstáculo; y por obstáculo, entiéndase "vida". La autora no duda en sacrificar/se para hacer llegar su mensaje.
Se pudiera pensar en su poesía como "feminista"; no obstante, yo la etiquetara como "mujer", pues esta palabra significa fortaleza en sí, inmortal. Versos como "Mañana tendré cuidado de no pisar mi ausencia./ No quiero encontrarme muriendo en ningún cristal esperando ser vendida" son una muestra de lo antes explicado.
Con lenguaje directo y claro, metáforas y analogías interesantes, Jessica nos presenta imágenes que no pretenden ser cómodas para todos. La escritora persigue la belleza que se encuentra debajo de la dura superficie de la realidad tal como la vemos. Esa realidad con la que muchos podemos sentirnos identificados.
Quizás eso sea lo más interesante, más representativo y el punto fuerte de esta joven poetisa. Jessica aún se encuentra moldeando una obra, tan fuerte como necesaria, entre excelentes alfareros de Las Tunas. El hogar está encendido, la materia prima de calidad, solo falta tiempo y esfuerzo. Pero tengo fe de que su huella será dejada para nuestro deleite.
Hematomas del silencio
A la garganta le tiemblan los bordes, llevan décadas de omisión.
Mi mal baja por la espalda hasta saciarse inquieto y purga la decadencia de mi Dios.
Estoy odiando intensamente a la muerte que un día añoré como refugio.
Pude besar las manchas y volverle a nacer a la hija de mi nombre.
Mañana tendré cuidado de no pisar mi ausencia.
No quiero encontrarme muriendo en ningún cristal esperando ser vendida.
Es cruel cuando no entiendes cuál es el problema, cuál es el problema de todos o si el problema eres tú.
Y sientes asco de tu carne, de tu nombre sin sentido que nadie pronuncia.
Nadie está conforme.
La lluvia se lleva todo. Arrastra el fango entre las piedras.
Y prefieres olvidar que a veces la costumbre ya no sabe qué hacer para lustrarte los zapatos.
Pero un día la ventana del ático no parecerá tan lejana ni tan alta.
Y habrá quien prefiera verte libre aunque hayas tenido que cortarte en pedazos para caber por esa ventana.
Lo triste serán los hematomas del silencio que vendrán a golpearte el rostro bajo la ducha.
Y que al final todos los noviembres dirán las mismas palabras que te embarras en las noches entre muslos.
Para saciar la curiosidad enferma de la bestia que habita tu piel.