Las Tunas.- Tenía poco más de 30 años cuando hizo historia. Era sin dudas el poeta más popular de su época. En un contexto de esclavitud y analfabetismo, las personas se aprendían sus décimas, las cantaban en guateques. Y así, bebiendo de la naturaleza, enalteciendo el siboneyismo, fue trascendiendo...
Hoy, los lenguajes son diferentes, las musas más modernas, pero el legado del bardo permanece. Año tras año, por más de medio siglo, rapsodas de diferentes lares confluyen en El Cornito, en torno a "su rústico hogar", para honrarlo con versos en la Jornada Cucalambeana. Se trata de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), mayor poeta bucólico del siglo XIX en Cuba.
"NOS REGALÓ LA BELLEZA"
Este año, la Fiesta Suprema del Campesinado Cubano ha contado con la participación de varios merecedores del Premio Cucalambé, nombres como Ronel González, Herbert Toranzo, Jorge García Prieto, Pedro Péglez y Odalys Leyva. Esta última, al frente de la Filial de Escritores del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), dijo a propósito de celebrarse, este primero de julio, el 195 aniversario del natalicio del autor de Rumores del Hórmigo: "El Cucalambé, con su obra trascendente y emotiva, convirtió la décima en Cuba en elemento unitivo, pues fue apreciada por el valor literario que le concedió desde nuestros predios.
"Fue faro creativo. Se asentó en la memoria colectiva. Reflejó en su obra la formación del criollo. El deseo de libertad renace en su canto. La décima como componente de una identidad nacional encontró en él a un maestro que utilizó por pizarra al monte, que pintó con palabras la existencia y dio con su cromatismo una singularidad a los campos cubanos. Nos regaló la belleza".
Por su parte, Ronel González, quien conquistó por tercera ocasión el ansiado cetro de décima escrita, comentó: "A El Cucalambé hay que verlo en su contexto. En ese tiempo, en Latinoamérica se buscaba la defensa de lo natural americano. En él se mezclan el romanticismo y el siboneyismo. Y nosotros, en otra época, somos parte de ese fenómeno, pero es otro momento histórico, son otras vías de expresión. Sin embargo, nos une el compromiso con la patria poética. Somos la continuidad de aquel discurso y, a la vez, una ruptura".
Jorge García Prieto, ganador en el pasado año del certamen que lleva el sobrenombre del amor de Rufina, dijo: "Hay que verlo como un tropo en la poesía cubana. Cuando uno pasa a ser símbolo, le ganó a la muerte. Pero habría que preguntarse cuántos poetas jóvenes lo leen y, a la par, cuántos están emocionados en participar en esta lid. El Premio Cucalambé es, de cierta forma, una prolongación de su vida. Esa enigmática figura merece estudiarse más y reeditar su obra. Es necesario. Todos somos hijos de El Cucalambé".