Cada 7 de junio se celebra el Día del Bibliotecario Cubano. Aquí la historia de una de esas artífices
Las Tunas.- Con solo 19 años llegó a la biblioteca provincial José Martí. Los libros le devolvieron las ansias de superarse. Aún no cree que hayan pasado 42 años. Se siente feliz con la oportunidad que le dio Marta González Hidalgo, entonces directora de la institución. Hoy, Día del Bibliotecario Cubano, nos cuenta su historia.
“Un amigo me dijo que había una plaza aquí. Apenas me aceptaron, me incorporé rápidamente a un curso técnico que impartían; así me hice técnico y, años después, pasé la licenciatura. Me gusta mi trabajo”, confiesa. Inmediatamente menciona su apoyo a la promoción de la lectura, la formación de nuevas generaciones, su acercamiento a las comunidades…
“Agradezco a todos los que han contribuido a mi formación, a esos que me ayudaron y enseñaron a amar mucho más los libros. Pasar por donde se archivan publicaciones seriadas, revistas y periódicos ha sido de mis mayores gratificaciones. Tuve un usuario que amaba mucho la lectura, siempre venía con pedidos precisos y eso me obligó a crecer. Trabajé en la sala juvenil, lo que recuerdo con mucho cariño, pues los niños te marcan en la vida. Después pasé a la conservación y preservación de documentos, algo que me gustó y me gusta todavía”, apunta.
Por esos senderos, Yeida Durañona Velázquez también ha abrazado la investigación. “Para poder dar un mejor servicio hay que conocer sobre diversos temas. He realizado varias investigaciones, pero he ahondado en la conservación y preservación de documentos”, comenta. Desde eventos zonales, municipales, provinciales hasta nacionales han acogido parte de sus estudios. “Recientemente presenté dos trabajos, uno sobre prevención de situaciones de emergencia en la red de bibliotecas públicas y otro sobre un proyecto de formación de fondos para la conservación del patrimonio bibliográfico”.
Yeida también se desempeña desde hace más de un lustro como presidenta en la provincia de la Asociación Cubana de Bibliotecarios (Ascubi), que “está compuesta por las bibliotecas públicas y bibliotecas escolares. Nuestra función es promover la lectura. Además, trabajamos con investigaciones y nos presentamos a eventos”.
No es de extrañar entonces que, en sus más de cuatro décadas de servicio, haya sido merecedora de lauros como el Sello Antonio Bachiller y Morales y la Medalla Raúl Gómez García. Hoy aconseja a los que se interesen por desandar su oficio: “Amar los libros; cuando lo palpas, hueles y manipulas, eso es indescriptible. Por encima de todo, leer bastante, conocer, mantenerse informado... Si llega un documento a la biblioteca, debemos revisarlo para saber qué tienes y qué conservas en tus fondos, y así, cuando venga un usuario, ofrecer un mejor servicio.
“Un bibliotecario no solo debe estar en una biblioteca o detrás de un buró; tiene que formarse de manera integral y llevar esos saberes a diferentes espacios. En mi barrio, por ejemplo, niños y adultos se me acercan a solicitar información. Y si tú eres un buen bibliotecario, puedes dar esa información tanto en la institución en la que laboras como en la comunidad. Sencillamente, ser una persona con conocimientos para ayudar a formar a las nuevas generaciones”.