Las Tunas.- Hace pocos días tuve la fortuna de compartir espacio con una apasionada profesora tunera que insistía, mientras el diálogo avanzaba, en que el conocimiento de las prácticas ancestrales cubanas no puede limitarse al folklor.
Decía, categórica: “Hay toda una cultura, un comportamiento que también es herencia y hace que el negro se asuma distinto en su necesidad de ser aceptado y formar parte”.
Confieso que, acostumbrada a vivir con desenfado este ajiaco que somos, me provocaron cierto estupor sus aseveraciones; pero la experta insistió, con la certeza que le dan su trabajo académico y lo oscuro de su piel, en afirmarme que es así, que no se cocina igual en la casa de los negros, tampoco se invita a los amigos de la misma forma y las relaciones sociales se asumen con cierto dejo de recelo, en no pocos espacios.
Recordé entonces “la fina línea invisible que no se ve, aparentemente no existe, pero nadie cruza”, de la que alguna vez me habló otro buen amigo, sintiéndose desplazado y con la rabia en los ojos: “Tú no lo quieres entender -me decía-, pero le dieron el reconocimiento a él porque es blanquito, vive en un buen reparto y los padres son doctores; yo no llego ahí y eso no falla”.
Parece un asunto simple, disperso en el entramado social, pero no lo es tanto. Si bien todos somos resultado de la mezcla india, negra, china, mestiza, criolla que nos viste de este color cubano, los más “quemaditos” del horno ardiente que somos tienen, lamentablemente, las de perder.
Es preciso desempolvar añejas investigaciones que han ahondado con acierto en estas dinámicas, educar desde una visión más inclusiva también en este sentido, de manera tal que el niño negro del aula no pierda su nombre para adoptar el que se le asigna por su color de piel; y también conocer el valor, por ejemplo, de seres vitales como el primer hombre negro que llegó a general en el Ejército Libertador, quien, por cierto, era tan de estas tierras como usted y yo.
Lo cierto es que el racismo es un manto, no tan silencioso como algunos pretenden ver, que nos alcanza en todas partes y a toda hora. Hay que estudiarlo bien y comunicarlo mejor para ir desterrando sus raíces de entre nosotros.