Las Tunas.- El viejo Cronos llega a Las Tunas y en su legendario parque central encuentra a unos hombres desprovistos de cabellos, otros colmados de canas y todos con la piel surcada por el tiempo.
Hablan de la orquesta Aragón y Beny Moré, del danzón, de las guayaberas, de boleros como Aquellos ojos verdes, Dos gardenias, Vereda tropical…
Para ellos recordar es volver a vivir aquella ciudad llena de pequeños comercios y hoteles, y dividida por la Carretera Central, con un parque principal, que constituía su mayor punto de referencia.
Y del propio parque donde están sentados ahora recuerdan que cuando eran jóvenes formaban parte de una concentración los fines de semana dando vueltas toda la noche. Las damas por un lado y los caballeros en sentido contrario
Hablan de los centros nocturnos el Confort, el Carabalí, el Torreón y el Club de los Leones; de las travesuras que hacían en las fiestas y de las tantas veces que visitaban a las novias, cuyas madres, en la sala de la casa, no perdían de vista cada gesto de la pareja, cogida de la mano, pero el novio sin poder robarle un beso a la muchacha.
Gracias a esa tradición muchos encontraron su pareja, unión que ha perdurado hasta nuestros días.
Ya el parque no es aquella atracción de jóvenes en busca del amor y punto para contar hazañas. Es para el descanso de aquellos jóvenes, ahora en la tercera edad, que reviven etapas en el imaginario, sentados en sus bancos y debajo de los árboles que los cobijan.
El enclave ahora les sirve a los jóvenes como lugar de paso para trasladarse a otros sitios de la ciudad: el bar Caché, el Mónaco, Toronto…, donde se viven las costumbres y gustos de estos tiempos. Encuentras a los protagonistas con los pantalones ceñidos a la piel, pelados que asombran a los discípulos de Cronos por las distintas formas de llevar el cabello, aretes colgados de las orejas y con la música que los de antes no entienden: reguetón.
Esa es la ley de la metamorfosis de la vida en el Balcón del Oriente Cubano, que este 30 de septiembre celebra su cumpleaños 228.