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China amplió su superficie de forestación en 32 millones de hectáreas, con un programa que utiliza hasta robots inteligentes para combatir la desertificación. El concepto de “civilización ecológica” y el ranking ambiental 2025.

Escenario 1: En la región autónoma uygur de Xinjiang se extiende el desierto de Taklimakan -el más grande de China, con 337 mil 600 kilómetros cuadrados-, una región inhóspita que siempre fue conocida con el inquietante nombre de Mar de la Muerte, pero que hoy ofrece una faceta más amigable gracias al cinturón verde que lo rodea a lo largo de sus tres mil 45 kilómetros, según la última medición de noviembre del 2024.

Escenario 2: “Bienvenidos a Youyo, un oasis en el desierto de China” podría rezar una carta de presentación del distrito ubicado al borde del desierto de Maowusu, que pasó de tener una tasa de cobertura verde inferior al 0,3 por ciento en los comienzos de la República Popular a los actuales 57 por ciento de forestación plena de lo que eran antiguas tierras áridas.

Ambos logros fueron el resultado del Programa de la Franja Forestal Protectora de los Tres Nortes (PFPTN) -en referencia al norte, noroeste y noreste del país-, una iniciativa de alcance nacional que inyectó 32 mil millones de yuanes (unos cuatro mil 417 millones de dólares) y que, según destacan desde Beijing, se ha convertido en el plan más grande del mundo para enfrentar la desertificación.

El programa comenzó en 1978 y está previsto que termine en el 2050, aunque en el 2023 las autoridades chinas dispusieron su reconversión en una suerte de “Gran Muralla Verde”, con renovadas características funcionales y de seguridad ecológica.

En los últimos 47 años, el PFPTN hizo que China ampliara su superficie de forestación en 32 millones de hectáreas, al tiempo que prevén sumar más de cuatro kilómetros cuadrados en 13 regiones provinciales para el 2050, lo que representaría el 42,4 por ciento de las tierras del país.

China contribuyó con aproximadamente el 25 por ciento del total de las nuevas áreas verdes del mundo desde principios del siglo XXI, según estimaciones del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente que ubican en más del 24 por ciento la tasa de cobertura forestal, frente al 8,6 por ciento de hace unos 70 años, según consignó un relevamiento de la agencia de noticias Xinhua

En la citada zona de Taklimakan, por ejemplo, hoy se apuesta al impulso de obras de ingeniería y al uso de tecnología para combatir la desertificación, desde la instalación de cintas de riego por goteo y barreras verticales, para evitar la erosión que provocan el viento y la arena, a la combinación de energía fotovoltaica y el uso de robots inteligentes que se encargan de trasplantar y sembrar la vegetación de una manera más eficiente.

china vs desertificacion 1NUEVO PARADIGMA

“China introdujo en el 2018 el concepto de civilización ecológica en su Constitución, con una idea que disputa la noción predominante en gran parte de Occidente, según la cual la acumulación sin fin de capital y ganancias debe ser el espíritu que rija el desarrollo económico, a expensas de la explotación indiscriminada de la naturaleza”, explica el académico argentino Sebastián Schultz.

“Beijing -agrega- ha insistido ante la comunidad internacional que la prioridad en el desarrollo económico debe seguir siendo la equidad y la justicia social, y que la política ecológica debe centrarse en el bienestar del pueblo”.

Para el investigador del Centro de Estudios Chinos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), “la necesidad de construir una civilización ecológica es fundamental para abordar las contradicciones de la industrialización, mantener las actividades humanas dentro de los límites de aguante del ambiente ecológico y, por último, materializar la protección integral y gobernanza sistemática de bosques, tierras de labranza, lagos, desiertos, ríos y montañas”.

En sintonía con esta mirada, China presentó a finales del 2024 dos informes a la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en los que detalló las acciones y logros alcanzados en los últimos años.

Estos documentos incluyeron una suerte de inventario nacional sobre la problemática de los gases de efecto invernadero, un tema delicado para China porque sigue siendo el principal emisor del mundo; aunque dio cuenta de reducciones a nivel nacional que, según dicen, ya habrían tenido algún impacto en el cambio climático global.

Según los informes, las emisiones de dióxido de carbono disminuyeron en más del 50 por ciento en el 2021, en comparación con el 2005; los combustibles no fósiles representaron el 17,9 por ciento del consumo total de energía en el 2023; y en octubre del 2024, la capacidad instalada de energía eólica y solar alcanzó los mil 280 millones de kilovatios.

En este contexto, China gusta informar que en los últimos años se establecieron cerca de 10 mil áreas de protección de diferentes niveles, entre las reservas, parques forestales, geoparques y sitios de patrimonio natural.

Los parques nacionales cubren una superficie protegida de 230 mil kilómetros cuadrados. El Parque Nacional de Sanjiangyuan, el Parque Nacional del Panda Gigante y el Parque Nacional de Wuyishan albergan hoy a casi el 30 por ciento de las principales especies de vida silvestre del país asiático.

Los últimos datos oficiales indicaron que China plantó 4,45 millones de hectáreas de árboles, mejoró 3,22 millones de hectáreas de praderas y otorgó la calificación de Ciudad Forestal Nacional a más de 200 centros urbanos, donde los espacios verdes alcanzaron el 43,32 por ciento de las áreas.

Tras la implementación en el 2013 de un plan para prevenir y controlar la contaminación del aire, China experimentó una “rápida mejora” en 203 ciudades de todo el país, y en el 2023 llegó a cumplir con los estándares internacionales de calidad de aire, según el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente.

El organismo oficial también informó sobre las mejoras alcanzadas en la calidad del agua, como consecuencia de la protección de las principales cuencas fluviales. En el 2023, la proporción de cuerpos clasificados como de excelente calidad de agua alcanzó el 89,4 por ciento, superando en 4,4 puntos porcentuales la meta establecida en el XIV Plan Quinquenal (2021-2025).

La energía renovable alcanza hoy el 56 por ciento de la capacidad total, con 373 millones de kilovatios en el 2024, lo que representa un aumento interanual del 23 por ciento, según los datos difundidos hace días por la Administración Nacional de Energía (ANE).

La inversión total en el control de la contaminación ambiental alcanzó en el 2022 más de 900 mil millones de yuanes (alrededor de 124 mil millones de dólares), una mejora no menor en comparación con las cifras que eran destinadas en la década del 80, que se ubicaban entre los dos mil 500 y tres mil millones de yuanes (es decir, entre 345 y 414 millones  de dólares).

Todas estas medidas fueron un verdadero cambio de paradigma para China, un país en el que -como explica Sebastián Schultz- el concepto de “civilización ecológica” hoy impone límites a la explotación indiscriminada de la naturaleza, recordando a Occidente que la prioridad del desarrollo económico debe ser el bienestar de la población, la equidad o la justicia social, como prefieran llamarlo.

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