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Las Tunas.- A diario encontramos muchas historias que merecen ser contadas. Los protagonistas, con sus hazañas, nos motivan a que no pasen desapercibidas por toda la inspiración que transmiten. Miguel Rojas Machado -quien en sus inicios se debatió entre practicar paracaidismo o motocross- nos propone vivencias de osadía y coraje, pues ambos deportes llevan consigo la constancia de estos atributos en aras de superar los miedos y desafiar el riesgo que entrañan.

Todo comenzó en la década del 80 del pasado siglo, cuando siendo apenas un adolescente fue seleccionado para un curso de paracaidismo, en una captación realizada en el otrora Instituto de Economía, donde estudiaba la carrera de Tecnología en Finanzas. Amante desde pequeño de los deportes extremos, meses antes había iniciado la práctica de motocross en la ya desaparecida Sociedad de Educación Patriótico Militar (Sepmi), en Las Tunas. Con un paso a la vez, arrancó el trayecto de Miguel en dirección a la adrenalina.

Confiesa que siempre sintió admiración por los saltos en paracaídas, los cuales disfrutaba mucho y despertaban en él un cúmulo de emociones, que le transportaban hasta el área donde se solían plegar (preparar el paracaídas) y dejarlos listos para saltos posteriores, en una época en la que en la provincia se realizaban saltos casi a diario. Sin embargo, observar le resultaba insuficiente, necesitaba descubrir esas otras sensaciones desde el aire.paracaidista

Corría el mes de abril de 1983 cuando, sin desprenderse de la práctica de motocross, culminó el curso de paracaidista. En breve realizó sus primeros saltos y quedó enamorado sin remedio de esa aventura de lanzarse al vacío. Durante todo un calendario pudo sortear las coincidencias en las competencias y entrenamientos, mientras alternaba en sus dos mundos. El destino lo llevó a la encrucijada que tantas veces esquivó: decantarse por uno de ellos. En aquel entonces se inclinó por el barro y la velocidad, aunque tal vez, sin ser consciente del todo, sabía que algún día volvería a mezclar placeres deportivos.

Así, como reza un viejo refrán, “cuando te toca, ni aunque te quites”, con la llegada del siglo XXI, específicamente en el 2004, regresó al paracaidismo, universo en el que suma ya dos décadas de ejercicio activo. Con cerca de 210 saltos acumulados, ha representado a Las Tunas en varios eventos zonales y nacionales. En esas lides ha compartido con los mejores practicantes del país y además tuvo el gran privilegio -como confesara orgulloso- de realizar saltos junto a Fidel Antonio Castro Smirnov, nieto del Comandante en Jefe, en la Copa de Paracaidismo Un Salto por Fidel, que tuvo por sede al Balcón de Oriente hace apenas dos calendarios.

Este atleta, que se mantiene activo a sus 57 años, confiesa su orgullo de ser discípulo de Rigoberto Fonseca, considerado por él como uno de los mejores instructores de la Mayor de las Antillas. No menos importante es la satisfacción que experimenta de contribuir a transmitir sus conocimientos a los que se inician en este arriesgado, pero hermoso deporte.

Rojas Machado, quien en la actualidad ejerce la actividad de carpintero ebanista como trabajador por cuenta propia, aún sin saciar sus deseos de adrenalina, hace aproximadamente una década decidió incursionar en el parapente (conocido también como vuelo libre), bajo la supervisión directa de Yordany Cobo y Giovanis Rojas, a quienes tiene mucho que agradecer -confiesa.

Ha podido representar a Las Tunas en los campeonatos nacionales de esta modalidad, en la que igualmente siente esa extraña dosis de “cuerda locura” necesaria para darle sentido a su vida. Seguirá volando estos equipos mientras su anatomía le permita cumplir con los rigores propios de la disciplina, como escalar las montañas.

ASPIRACIONES VS. INSATISFACCIONES

No todo es color de rosa. Este atleta convive con algunas insatisfacciones que van en detrimento de la práctica del deporte que escogió y que tanto ama. La más importante -subraya- es no contar en la provincia con las condiciones para realizar los ineludibles entrenamientos y tan anhelados saltos.

Para efectuar estos últimos debe trasladarse a Granma, junto a los demás integrantes de la filial de paracaidismo de Las Tunas, debido a que el aeropuerto Hermanos Ameijeiras permanece prácticamente en desuso, cada vez más cerca del olvido que de una posible solución. 

La principal aspiración de Miguel es que se puedan retomar las actividades aéreas con la misma frecuencia de cuando él inició, que lo motivaron a su práctica siendo un niño. Desea, además, que la provincia vuelva a figurar como la reconocida plaza de antaño; sueña con contribuir a que el cielo se llene de colores y que la población disfrute ese maravilloso espectáculo que regalan los valientes que, como él, retan la altitud con la simpleza de dejarse caer.

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