paracaidismo mujer

Las Tunas.- La mujer tunera a lo largo de la historia ha sido protagonista de disímiles hazañas, gestas que rozan lo imposible y pueden asumirse como hechos comunes. Estas líneas abundan en dos hijas del Balcón de Oriente que retan a la adrenalina por razones que van más allá de la satisfacción personal, animadas por el empeño de estar preparadas para, a través de sus conocimientos y habilidades, salvar vidas en situaciones de desastre. De valentía, paracaidismo y nobleza se entrelazan estas valedoras de hidalguía.

Sarahi Dayana Machado Álvarez foto cortesía de las entrevitadas 2Sarahi Dayana Machado Álvarez es una adolescente de 16 años de edad, a la cual la vida le depara las más insospechadas experiencias. A pesar de su corta edad, sabe bien a qué quiere dedicarse: el estudio de la carrera de Medicina. En tanto, ya enfrentó sus propios “monstruos” y realizó su primer salto en paracaídas.

Alumna del preuniversitario Pelayo Paneque, del municipio de Las Tunas, y miembro del Destacamento de Salvamento y Rescate de la Cruz Roja, su decisión de practicar un deporte como el paracaidismo nace de ser amante de asumir riesgos. Los saltos al vacío la colman de emoción porque, dice, no existe nada más impresionante que disfrutar de una vista tan espectacular como la que se observa desde el aire, donde la visión material pasa a un plano diminuto y los pensamientos quedan a merced de cuánto puede crecer el ser humano a partir de los valores individuales.

En el mes de noviembre del 2023 y con solo 15 años se graduó en un curso de primeros auxilios, en el cual estuvo entre los graduados destacados. A pesar del poco tiempo de ejercer esta actividad, ha participado en entrenamientos, aseguramientos, simulacros y en el Ejercicio Nacional de la Defensa desarrollado en enero del presente calendario. Confiesa que es una acción que disfruta mucho porque le gratifica ayudar a otras personas, y su voz se escucha en armonía con una mirada llena de júbilo.

Mientras, Ana María Pérez Rodríguez es oficial del Ministerio del Interior y labora en la jefatura provincial, presume de dos saltos en paracaídas a una distancia de mil 200 metros y se decidió por la práctica de este deporte de alto riesgo porque para ella constituye una experiencia única, increíble y transformadora, en la que se adquieren habilidades técnicas y conocimientos que pueden ser aplicados en otras áreas del andar cotidiano, pues fomentan la disciplina y la concentración.Ana María Pérez Rodríguez foto cortesía de las entrevitadas

Anita, como la llaman sus colegas del Club de Paracaidismo local, sustenta la opinión de que cada salto te permite apreciar el paisaje desde una vista completamente diferente, y que la observación de la tierra desde el cielo ofrece una sensación de conexión con el mundo y la naturaleza.

Ambas son de las pocas mujeres que en la actualidad se involucran en maniobras de este tipo. Justamente, una de las metas de la nueva presidencia de la Federación de Deportes Aéreos radica en ampliar la membrecía femenina.

Las dos participarán en el concentrado para mujeres paracaidistas que tendrá por sede la provincia de Cienfuegos este mes. A la Perla del Sur asistirán con el objetivo de profundizar en los saberes y sumar vivencias novedosas que las conviertan en mejores en estas lides.

Ellas no conocen de miedos ni de los temores que entraña el camino que han escogido o, por lo menos, no los escuchan. Van por la vida con la máxima de aprovechar cada uno de los momentos que se les presentan para escribir con hechos su propia historia. En esa estela obsequian lecciones que pueden ser recordadas por las generaciones venideras, pues dejarse caer desde lo impensado no solo les llena el alma, sino que también lo conciben como una oportunidad de ayudar a otros en horas de infortunio.

Como verdaderas Marianas de estos tiempos, consolidan la idea de que la mujer cubana no conoce de imposibles y está diseñada para asumir los más disímiles retos, por muy complicados que parezcan.

Muchos saltos más les esperan, en cada uno de ellos el cielo les abrirá los brazos como muestra de reconocimiento a su valentía y amor a este temerario deporte y les deseará un buen manejo del equipo y excelente maniobra en el aire y el aterrizaje.

Si usted, lector, las observa en una exhibición de paracaidismo o salvando vidas en algún tipo de desastre natural, sabrá que está en presencia de dos estoicas que desafían los peligros con tal parsimonia que parecieran estar hechas para eso.

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