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Las Tunas.- Basta una simple pregunta y Carmencita desata, allá en un lugar bien preciso de su memoria, los recuerdos que hoy la distinguen en Las Tunas, no solo como maestra Makarenko, sino como una mujer que ha luchado desde los albores de su juventud por que el universo femenino trascienda a los trastes del fogón, las escobas, los delantales y a cuanto vestigio de machismo señale que estamos hechas solo para el cuidado del hogar.

A sus 76 años de edad, Carmen Rosa Fernández Vieitio habla de sus guerras, sus sueños y la vergüenza de sus primeros años de vida. No por el origen humilde o ser hija de guajiros, sino por la posibilidad que tenían "los cuatro gatos en el poder" para echar a llorar a una niña.

"Recuerdo, como si fuera hoy, que yo estaba loca por tener un reloj. Crié un puerco con la esperanza de adornarme el brazo y me costó casi un año llevarlo al peso necesario. No pensaba en otra cosa. Finalmente lo vendieron y mis padres me compraron el relojito más sencillo. No se me olvida la alegría con la que fui a la escuela al otro día, pero poco me duró. La maestra me dijo que la única que podía usar mangas largas para no quemarse del sol y reloj era la hija del mayoral, que no volviera a usar allí mi baratija". 

Pero nada menguó las ansias de aprender de aquella niña inquieta que había traspasado definitivamente los umbrales de la escuela a los 9 años y que, dada su disposición y habilidades, no dudó en postularse para la Campaña de Alfabetización cuando solo contaba 13 años. 

"Era una adolescente de cuarto grado cuando el llamado masivo de la Revolución. Alfabetizamos en el mismo barrio y la suerte es tan caprichosa que me tocaron cuatro pupilos, mi propio padre, otro adulto y dos niños que no habían ido nunca a la escuela. Fue una experiencia fuerte, que me engrandeció y cambió la vida de mucha gente. El alborozo de esos tiempos es difícil de describir, pero fueron páginas hermosas. Ahí se me fue colando el magisterio". 

Carmen asegura que cuando estaba en sexto grado se le materializó el futuro, fue cosa de la suerte, el azar, o la voluntad de Fidel, como ella gusta decir.

"En el año 1964 se convocó a los alumnos más aventajados para estudiar en Minas de Frío y convertirse en alfabetizadores. Yo tenía 16 años cumplidos. Ahí empezó el gran problema para mí. Le dije a mi mamá que me iba a estudiar a la Sierra Maestra y se puso muy mal, dijo que no y sin discusión. No hubo forma de que me llenara la planilla. Yo hasta empecé a cuestionarme cómo sería mi futuro porque mis primas estaban llenas de hijos y no quería que mi vida fuera igual; deseaba estudiar.carmen pedagoga nayli

"El destino hizo su parte y las cosas se desenredaron rápido. Vi el cielo abierto cuando mi hermano, con aval revolucionario, incluso invasor, regresó a casa en esos días, de luna de miel, e intercedió por mí. Claro, me tocó llorar por las esquinas unos cuantos días. Mi hermano fue el que firmó mi planilla, bajo su responsabilidad.

"¿Qué te puedo decir del lugar? Llegué ahí con las maletas llenas de retos y una alegría visible, aunque sabía que iba a pasar trabajo y así fue, a veces dormíamos bajo las matas de café. Desde el inicio me gustó el protagonismo y acepté cuantas responsabilidades llegaron, despunté como cuadro a fuerza de sacrificio. De los nueve mil estudiantes, nos graduamos poco más de mil, aquello no era para todo el mundo.

"De ahí pasamos a Topes de Collantes y mejoramos un poco. Al menos teníamos donde dormir. A la par se gestaba la Lucha Contra Bandidos, no eran tiempos fáciles, había que tener los ojos muy abiertos porque la vida estaba en juego y la verdad, por nuestra parte, había mucha transparencia, mucho patriotismo; nadie andaba buscando acomodarse". 

En Tarará culminarían los estudios de Carmencita y regresaría a Jobabo con el título de maestra Makarenko. Pero una nueva pasión estaba a punto de aflorar para complementar sus días, una que aún hoy sigue latiendo en el pecho.

DEL MAGISTERIO A LA FEDERACIÓN Y TAMBIÉN VICEVERSA 

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En los primeros años de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) surgió como suerte de faro para muchas Carmencitas. "Mi mamá era muy activa, educada, no trabajaba fuera de casa, pero su protagonismo hizo que enseguida fuera convocada a pertenecer en la organización femenina. Y detrás de ella, en la zanca de su caballo, yo recorrí todas las comunidades…La Emilia, La Caridad, La Conchita, Dos Hermanos. Con los ojos bien abiertos la observé visitar las bases, hablar con las mujeres, dar charlas de higiene, de la crianza de los hijos.

"Cuando regresé de Tarará y me ubican en Jobabo, la FMC también me tocó las puertas y como mi mamá no me negué. Me fui enamorando muy rápido. En ese momento no eran solo reuniones o consignas, había que trabajar. Cada semana era algo: limpiezas de calles, cambiar la imagen de los barrios, trabajos comunitarios contra la pediculosis, sembrar jardines, lo que hiciera falta.

"No había quien me detuviera, ni siquiera cuando me casé y tuve dos hijos. Con los dos me iba para todas las actividades, de cualquier índole, hasta movilizaciones para apoyar la zafra azucarera. Agarraba un bolsito con la merienda para ellos y adelante. Recuerdo que en una ocasión me fui para La Veguita, en Manzanillo, 45 días movilizada con mis hijos, ellos nunca fueron obstáculos, sino inspiración y creo haberles dado un buen ejemplo". 

La educadora federada recuerda las horas que dedicó a la captación de jóvenes para seguir estudios, a la siembra de caña, boniato, yuca y "tareas de choque", como el apoyo a la construcción de la Terminal de Ómnibus Nacionales.

"Llegué a la cabecera provincial hace más de 50 años. El equipo nacional de metodólogos me captó como asesora para la región Las Tunas- Puerto Padre. Llevé la profesión y el trabajo con las masas a la par. La FMC cambió la vida de las cubanas, la mujer dejó de ser un elemento de lujo o un objeto de explotación. Las más jóvenes no entienden eso, pero a mí me tocó vivirlo. Empezamos a captar muchachas para que se hicieran maestras, estudiaran Corte y Costura, a las empleadas domésticas les buscamos otros oficios, fueron momentos de reivindicación y crecimiento".

LA SENCILLEZ DE VILMA, UN MÉTODO Y UNA META

"Vilma Espín a mí me dio una lección que no voy a olvidar. En el año 1995 vino a Las Tunas y nos convocaron para una reunión de trabajo con ella. Eran los días más duros del Período Especial, no había nada de nada. Nos dijeron que nos arregláramos con lo mejor que tuviéramos, y allá acudimos todas, disfrazadas e incómodas por el tremendo calor. Cuando Vilma entró, qué clase de sorpresa. Vino con la sencillez que siempre la caracterizaba. Traía unas chancletas Claudio, de suela de gomas de tractores, pantalones de mezclilla desteñidos y un blusón. Sacó de su bolso tejido un abanico destartalado que tuvo que arreglarlo primero para echarse fresco, y bromeó sobre los tiempos de escasez.

"Que pena pasamos todas, qué mala indicación recibimos… Nunca se me va a olvidar el 'desenchuche', de hecho se volvió una broma que luego nos repetimos antes de asistir a cualquier evento y nos sigue sacando carcajadas.

"La mayor lección de estos temas nos la dieron los máximos dirigentes del país. Para llegar de verdad a las comunidades y a su gente es necesario escucharlos, atenderlos, hablarles con claridad y respeto, con cariño… máxime en la Cuba de hoy". 

         DE REMEMBRANZAS Y SUEÑOS

Desde que en Minas de Frío recibió su carné de joven militante comunista, Carmen no ha cesado de fundar, y en las aulas, la FMC, los CDR y el Partido ha sido gestora de un intenso activismo del cual dan fe tantísimos certificados y medallas. Esas preseas emulan con el respeto y el cariño de sus vecinos y de quienes la conocen y hoy pueden llegar hasta su casita en el barrio El México de esta ciudad, bien en busca de un consejo, orientación o de un trago de café.

"Intento ayudar a todo el mundo, en lo que sea, y me gusta el contacto con los jóvenes, con la comunidad. Mi vida es plena y lo digo con total sinceridad, mi satisfacción es ser útil, involucrarme en esta sociedad y verla salir adelante con los mejores valores que le inyectaron a mi generación y que estamos en la obligación de hacer florecer. Hoy soy maestra retirada, pero siempre educadora, eso no tiene caducidad", dice emocionada, agradecida y dispuesta siempre a hacer porque tiene un ángel que le habita y la impele a la inquietud creadora.

Cuba la desvela y la memoria de Fidel la inspira. "Hay gente que piensa que porque uno es viejo no tiene sueños y yo sí tengo sueños", afirma con voz clara y firme, con la transparencia de quien ha sido lo que ha querido ser, con una necedad tan necesaria como salvadora.

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