Las Tunas.- Elda Peña Tamayo dice que pasa de las siete décadas, pero su disposición ante cualquier misión del día enuncia una destreza tan jovial como posible.
Ella, podemos afirmarlo, es una trabajadora emblemática del Hospital General Docente Doctor Ernesto Guevara de la Serna. Por esos pasillos camina desde hace 43 años y su historia la cuenta con regocijo porque este lugar la acogió desde muy joven y la vio tener a su descendencia.
Entre sus muchas funciones dentro del centro de Salud se ha desempeñado como gastronómica, cocinera, jefa de brigada y pantrista. Y, aunque sus jornadas son de 12 horas, siempre se esfuerza por hacer su quehacer de manera impecable.
“He laborado aquí toda mi vida. Me gusta recoger y dejar limpio cada rincón de la cocina. Me gusta que todo salga bien, que esté listo a su hora”.
Es reconocida como obrera destacada y vanguardia, y ha dejado una huella imborrable en sus compañeros y la comunidad hospitalaria. Su compromiso y profesionalismo constituyen un ejemplo para el colectivo y, en especial, para los más jóvenes.
Las dos hijas de Elda son hoy doctoras, y esa pasión por el hospital les vino de su madre, que les forjó un camino con no poco empeño.
“Tuve una tercera hija, que trabajó conmigo en la cocina, pero desgraciadamente el destino me la arrebató, hoy vive en el cielo. Las dos que me acompañan me abrazan el alma al aceptar mi labor y apoyarme en todo. Son mi motor impulsor”.
La familia de esta mujer infinita se siente sumamente orgullosa de ella. Su legado habla de entrega, de empresa ardua, de promesa de hogar.
Elda confesó a 26 su amor y el pacto íntimo y personal de brindar lo mejor de sí misma en cada obra que realiza. A pesar de su avanzada edad, no alimenta planes inmediatos de recesar el ajetreo en el que se le ve a menudo, porque considera al “Guevara” su segunda casa.
“Tengo 74 años de edad y no pienso jubilarme. Me encanta mi trabajo. Aquí saben que pueden contar conmigo para cualquier tarea, yo respondo al llamado”.
Como quien narra una aventura promisoria nos contó sobre los retos que ha enfrentado en su ejercicio diario a lo largo de los años, incluyendo largas jornadas laborales y la necesidad de adaptarse a los cambios que allí se daban. Sin embargo, su espíritu incansable y dedicación la han mantenido motivada y llena de energía para continuar una estela de buen hacer en tan importante recinto sanitario.
“Me uní a este sitio con 19 años. Desde entonces he estado presente en las faenas de embellecimiento y cuidado, pero también en múltiples situaciones que desafiaron la fortaleza del hospital, como la pandemia de covid-19. Yo sé que nos encontramos ahora mismo en un panorama difícil, pero mis deseos de cumplir con el deber se mantienen intactos”.
No tiene que explicar o abundar mucho: Elda se siente honrada de sembrar a su paso una marca positiva, de ética y la vocación de servir a los demás. Sabe que su “atalaya” es estratégica, y desde allí sigue mirando con ojos de esperanza el mundo, y la voluntad de ser útil.
“Todavía tengo fuerzas para colaborar. Estoy orgullosa de ser parte de un equipo que se esmera por brindar lo mejor de sí y apoyar el bienestar de todos. Mientras tenga salud, este será mi puesto”.