Las Tunas.- En estos días “oscuros”, varios nombres se volvieron imprescindibles, a fuerza de rostros, voces, declaraciones en las redes sociales… o, en contraste, desde el anonimato total ante la palestra pública. Pocas veces hemos seguido con tanto tino el conteo de barrios energizados, se ha invocado a las “islas” salvadoras y desde la madrugada hasta el alba se ha confiado en los hombros que hacen posible, literalmente, que la luz llegue a nuestra casa.
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El viernes 18 de octubre, cuando se cayó el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), Osmani Rivas Jiménez no tenía ni la menor idea de los alcances reales de aquella jornada. Parecía un día caluroso, normal, de esos que “después ni se recuerdan”. El despachador rememora que comenzaba su turno y tuvo el tiempo exacto para llevarse la mano a la cabeza. Una y varias veces más…
Confiesa que, con 25 años de labor en el Despacho Provincial de Carga de la Empresa Eléctrica Las Tunas, el colectivo sabe qué hacer ante una situación como esta, pero cada ocasión tiene el sello de la premura y los azares.
La mañana fue muy intensa. Cuenta que el peso mayor era saber que “teníamos prácticamente a toda la provincia sin servicio por la contingencia, solo estaban encendidos los bloques priorizados”. Asegura que esa tensión es muy difícil de traducir en palabras; sin embargo, se siente real.
Nada se parece a estas horas de “penumbras”, aunque igualmente ha despachado su empeño durante ciclones. “Mi familia siempre se preocupa con mi trabajo”.
Desde la experiencia, cuenta cómo se buscaron alternativas, haciendo los números con los recursos que tenían en las manos, tratando de lograr la estabilidad de la “isla” de generación que fue faro de toda la provincia. En la ecuación, nunca se descartaron las dificultades que sorteaban los tuneros, las malas noches, la comida en estado de descomposición... Esa también era la realidad en sus hogares.
“Estamos viviendo tiempos duros, la población tiene muchos equipos electrodomésticos y el nivel de exigencias aumenta, pero los años de trabajo te enseñan a conservar la calma y a saber cómo lidiar con este panorama.
“Aquí, repito, cada cual domina lo que debe hacer, entonces no es tan difícil, todos tenemos responsabilidad y compromiso. Estos eventos pareciera que no, pero dejan huellas bonitas de agradecimiento. Lo más importante, sabemos que la satisfacción del pueblo está en juego y sus necesidades pesan como propias”.
UN DESPACHADOR A CARGO
En la espalda de Ruberlando Burgueño Igarza ha estado la responsabilidad de manipular todas las redes de la provincia en las últimas fechas.
El despachador aclara a los micrófonos de 26 que la faena en el Despacho siempre es complicada, además de la tensión de tener todo el tiempo allí a directivos que van a supervisar, “porque estamos hablando de un asunto sensible para la población”.
“Hay personas en mi barrio que no saben a qué me dedico, solo que trabajo en la Empresa Eléctrica. Y cuando estoy en una cola y escucho algún comentario me mantengo al margen. Es difícil que se entienda popularmente el empeño real que se vive aquí, frente al problema.
“Sé que algunos piensan mal, se hacen la idea de que tomamos las decisiones a la ligera y solo desean su servicio eléctrico restablecido, pero nosotros nos preocupamos por preservar y mantener las condiciones estables del sistema. Y no hay límites de horarios ni descanso, ni tranquilidad hasta que no se consigue”.
Remarca que llegó a su centro laboral hace 15 años, demasiado joven para poder lograr la ecuanimidad que hoy exhibe. Tocó pues la superación constante, las ganas de aprender hasta convertirse en despachador.
“El liniero está en nuestras manos, no nos encontramos en el lugar, pero los estamos dirigiendo a ellos a la hora de reparar alguna avería; tienen un procedimiento para su protección que deben cumplir, pero nosotros somos su mayor fortaleza”.
¿Qué se siente cuando miras la pantalla y ves que se caen los enlaces con Nuevitas, Holguín…, que el sistema se viene abajo?
“No es la primera vez que lo vivo, pero se siente mucha adrenalina, por ponerle un nombre. Hay un ajetreo y todos estamos en la búsqueda de la manera rápida de dar servicio al pueblo, de levantar las ‘islas’ para tratar de llegar lo más rápido posible a los circuitos priorizados. Es una carrera contrarreloj.
“Hace dos años también se cayó el SEN y eso nos sirvió de experiencia. Ahora tenemos las ‘islas’ o los microsistemas creados y cuando sucede algo así nos centramos en levantarlos. Enfocarse es importante, aquí lo sabemos”.
Con el uniforme aún puesto, Ruberlando subraya que todavía no hay descanso. Siempre hay una falla, una máquina, una línea que velar.
“SÍ, ESE ES EL DIRECTOR”
Yordis Vega Espinosa es uno de los imprescindibles, cuyos partes a mitad de la noche, en la madrugada, anunciaron desconexiones del SEN, el empeño, la imposibilidad y al fin el restablecimiento del servicio a los clientes. Hablar con el director del Despacho Provincial de Carga, incluso hoy, es un diálogo entre pausas y con las tensiones a flor de piel.
En el rostro tiene dibujado el cansancio de las jornadas precedentes, y sigue ahí… Muy serio, afirma que es bastante complicado ser quien comande este sitio, máxime en tales emergencias, en las que todo el mundo quiere soluciones, no explicaciones.
La vorágine es indetenible. Los despachadores trabajan durante 12 horas, pero el director tiene que estar en los cuatro turnos cuando se rotan. El hogar entonces es un lugar distante, al menos de manera tangible.
“Cuando laboramos en las redes hay que llevar una secuencia y, aunque se entregue el turno, a veces queda algo que te obliga a estar informado, porque en ese cambio se debe dar una actualización de cómo marcha el sistema. Cualquier fallo aquí representa un gran problema -alerta.
“Estamos en constante movimiento, los despachadores interactúan con quienes se encuentran atendiendo las interrupciones, con las operaciones del sistema de cada uno de los municipios”.
PRELUDIOS DE LA OSCURIDAD
Una y otra vez, los sucesos del viernes último asedian las memorias de Yordis. “Cuando se cayó el SEN, me paré frente al colectivo y les pregunté a los muchachos qué íbamos a hacer. Estábamos ansiosos. Algunos dieron sus criterios, valoramos cada idea y echamos mano a las mejores opciones en la búsqueda de levantar rápidamente la ‘isla’.
“El primer día se nos hizo un poco más difícil porque los grupos electrógenos que entraron tenían un problema a la hora de regular frecuencia y no se podían poner automáticos, había que hacerlo de forma manual. Enseguida nos pusimos a trabajar. Incluso, realizábamos llamadas tripartitas en la búsqueda de soluciones.
“Otro gran reto fue transmitir este mensaje a la población de manera que lo entendiera, tarea que resultó un tanto compleja porque me encontraba enfocado en la operación del sistema, y por teléfono tenía que informar a los compañeros que atienden la comunicación institucional de la empresa sobre qué decir en cada nota. Estaban, además, las llamadas de los medios de prensa para saber cuál era la situación actual. Fue muy duro, la verdad…
“Este vínculo constante con los municipios a través de llamadas permitió que el pueblo se mantuviera constantemente informado, aunque no tuviera el servicio. Los directores municipales contaban con los datos que debían aportarles a los periodistas en su localidad.
“La preocupación de cada territorio era evidente, desde acá tocaba transmitir calma, pues nuestro trabajo es darles servicio a los clientes lo antes posible. También teníamos la premura de que hicimos una ‘isla’ en el norte y aquí en la ciudad de Las Tunas, pero no podíamos llegar con ella hasta el sur y eso nos preocupaba bastante. Ese asunto nos quitaba el sueño -confiesa el directivo.
“Estudiábamos para saber si podíamos avanzar, con muchísimas ganas de ayudar. Imagínense, en nuestras casas tampoco había corriente, nuestra familia estaba igual, pero era imposible porque se nos caía mucho el voltaje con la generación que tenemos aquí. Las plantas del territorio son más pequeñas y no tienen fuerza; cuando se unen pueden establecer un sistema, pero algunas líneas deben ser muy largas en ocasiones y, de fallar alguna, puede tumbar la ‘isla’ completa.
“Nos mantuvimos en constante comunicación con el Despacho Nacional, con Camagüey para conectar las dos provincias, y así fue. Se dice sencillo, pero resultó complejo. Cuando ya el servicio en la tierra agramontina llegó hasta el municipio de Guáimaro, pedimos autorización al Despacho Nacional y se restableció la electricidad en ‘Amancio’ y, luego, ‘Colombia’. En el sur, el primero en recibirla fue Jobabo”.
NÚMEROS ROJOS, DESCONEXIÓN… ¿QUÉ HACER?
“Aquí se trabaja por procedimiento, en cuanto tenemos una situación así, los despachadores están claros de que deben conservar la calma y concentrarnos en por dónde comenzar a abrir los interruptores, separarlos de todo el sistema y ver cómo levantar nuestras ‘islas’”, precisa Vega Espinosa.
“Cuando se crearon estos emplazamientos de generación distribuida los teníamos con una gran disponibilidad, pero cambió el escenario, y con el paso de los años se han deteriorado y nos quedan menos grupos electrógenos.
“Lo otro es que debemos buscar soluciones por nosotros mismos, hacer pruebas a ver cómo salen, siempre guiados por lo establecido y las condiciones actuales del territorio.
“En ocasiones, mientras conformamos estas ‘islas’, vemos que llega la corriente y de momento se vuelve a ir, como son pequeñas es difícil mantener el sistema. Si alcanzan una estabilidad, se hace más fácil, pero el comienzo es muy complicado”.
Yordis sigue contándonos con fluidez detalles técnicos, quizás rehuyendo de un tema que sabe que vendrá sin remedio. Tanto tiempo sin ver a la familia duele, sus ojos lo dibujan… “Ellos nos dan aliento para seguir. Yo tengo un poco más de suerte porque mi esposa trabaja en la empresa, y cuando viene a hacer su turno la veo, pero son días sin besar a mis hijas, mis padres, sin estar en casa”.
Se cubre parte del rostro, aun así, sabemos que detrás hay lágrimas, no de cansancio, tampoco por el sacrificio de innumerables horas sin dormir y noches sin siquiera comer por las presiones del momento. El nudo en la garganta sale de más adentro, de la responsabilidad que calza ahora en unas botas inmensas.
“Mientras la situación energética no avance estaremos aquí. El trabajo nuestro, cuando mejor está, es en las jornadas que todos tienen electricidad, ahí se respira tranquilo -alega jocosamente-, porque no hay que operar tantos circuitos. Pero cuando toca realizarlo, lo hacemos confiando en la buena preparación de nuestro colectivo”.