Las Tunas.- Diciembre es el mes que marcó la vida y la muerte del joven Carlos Sosa Ballester. Había llegado a este mundo, en Las Tunas, un día 7 de 1932, y los asesinos de Masferrer le arrebataron la existencia el 28, también del último mes del año, de 1958.
Su historia de vida no es muy distinta a la de los tantos muchachos jóvenes que fallecieron en la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Nacido en el seno de una familia campesina, era el penúltimo de 14 hermanos; y la muerte de su madre llevó a los suyos hasta Manatí, el sitio en el que se enroló en las actividades clandestinas del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), desde que por allá surgiera la primera célula del engranaje libertario.
Aficionado a la guitarra, al boxeo y a escuchar programas de Radio, así era Carlos. Y cuentan que su sensibilidad y nobleza destacaban entre tanta carencia y deseos de prosperidad.
Fue una delación la causa de su deceso. Había salido junto a Jorge Pérez González rumbo a la localidad de Becerra, ajeno a que los esperaban en el camino, vestidos como lecheros comunes, para tenderles una emboscada. Y allí, tras un combate desigual, cayó el valeroso soldado de la columna 12 del cuarto frente oriental Simón Bolívar.
Tenía apenas 26 años de edad y muchos sueños en el tintero. De gente como él está repleto diciembre. Jóvenes, en su gran mayoría, que perdieron la vida semanas, días e incluso horas antes de la libertad.