Las Tunas.- Ricardo Salgado no es de nuestros artistas visuales más mediáticos, sin embargo, su obra -para los conocedores de la materia- resulta fascinante. Así lo demostró la exposición personal Hecha a mano, exhibida recientemente en la sede tunera de la Fundación Nicolás Guillén (FNG). Pero no ha sido la única vez que sus creaciones han atrapado la pupila curiosa.
“Si el dibujo es, como sospechamos, el lenguaje universal, entonces el símbolo lo consagra. Ricardo Salgado, músico secreto, transcribe los puntos y líneas matrices que vibran en el espíritu. Los sentidos responden a distintos estímulos, pero están engarzados en la estética recóndita del dibujo”, escribió sobre sus piezas el trovador Freddy Laffita, quien -antes de abrazar completamente el arte- estudió ciencias exactas. Por ello, descubre en la obra de este autor guiños al teorema de Pitágoras y rasgos que aluden también a la música.
Su obra, incluso, ha inspirado a espectadores más insospechados, como sucedió con David Fernando Parra Molina, con 9 años de edad, quien escribió un minicuento titulado ¿Qué son los fractales? Y así responde en el texto la pregunta: “Los fractales son tan simples como dibujar un cuadrado dentro del otro. Y dibujar otros cuadros dentro de los cuadrados más chiquitos, divididos por el cuadrado que dibujaste. ¡Si lo repitieras muchas veces sería genial!”; Salgado lo ha repetido una y otra vez.
Hecha a mano fue la séptima muestra personal de este autor; mientras su forma particular de hacer, con reminiscencias matemáticas, juego de percepción y estímulos sensoriales es llevada a otros espacios, y por eso no extraña ver alguno de esos cuadros en el Café Richín, proyecto personal que ha defendido, a pesar de las adversidades. Especialmente, al decir del artista a 26, su obra “hace alusión a la sensualidad y sensorialidad del dibujo, al valor de la manufactura, la paciencia y la laboriosidad”.
En otras palabras, “los símbolos son el esqueleto formal y conceptual de mi obra. A modo de rompecabezas minúsculo, van organizándose puntos y líneas en un microcosmos variable, para quien quiera bajar a los enjambres cuánticos y disfrutar del desorden aparente de los mundos de abajo. Pero también tienden desde allí sus puentes hacia los límites del universo observable”.
Así, entre los vericuetos de triángulos entrecruzados, cubos perfectos, esferas, puntos, líneas intermitentes y una variedad de construcciones simbólicas, este autor viaja a las culturas antiguas, a la esencia de la simbología, a esa matriz poética que sostiene el propio nacimiento del mundo y las figuras, usualmente inadvertidas, que sujetan el todo.
Ricardo exhibió una parte de su obra en la muestra personal El mundo como voluntad y representación, que compartiera durante la 12 Bienal de La Habana. El museo provincial Mayor General Vicente García, la galería del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), así como la “Fayad Jamís” y la “José Martínez Ochoa” (esta última de Puerto Padre), y la casa iberoamericana de la décima El Cucalambé, entre otros espacios dentro y fuera de la provincia, han acogido sus cuadros.
Acercarse a esa interesante simbiosis entre líneas, puntos, ángulos… es hallarse ante un discurso diferente, que viaja a la raíz, es ciencia y arte entrelazadas. Bien dijo Laffita, también poeta mayúsculo: “A tal fin, los símbolos, ideas abiertas en movimiento cerrado, son la reunión ecuménica de los sentidos dominantes, y su contemplación puede llevar, por medio de inevitables operaciones, a una satisfacción inmóvil, y completa”.