Las Tunas.- Siempre compran en grupo porque andan con el dinero justo, y esa es la mejor forma de "salvarse" entre todos. Prefieren el parque Vicente García en plena madrugada. "La patrulla, hace un tiempo, pasaba por la zona y pedía el Carné. Si tenías menos de 18 años de edad, te mandaban para la casa o la Estación, y llamaban a tus padres, pero ya no lo hacen".
Nadie les pregunta por qué están ahí a esas horas. Y en los esporádicos momentos en los que han llegado hasta un puesto de Salud por un exceso, se las han arreglado para que los venga a buscar algún socio con cara de serio.
No son los únicos que "vuelan"; aunque muchos prefieren hacerlo en sus casas, alejados de los espacios públicos y, con relativa frecuencia, respaldados por la complicidad de un pariente.
Con el tiempo aprenden que la picadura de marihuana es lo más noble que encuentran; "te 'pone', sí, pero no tiene tanto químico y es natural, demora para llegar al vicio y todo eso. Aquí es lo que más aparece, aunque pocas veces de recalo, que es como más rojita.
"Lo otro que encuentras mucho es el hachís, que parece un granito de arroz. También está el cristal, que se ve poco por acá, pero ya eso es otra cosa porque es muy fuerte y te hace dependiente desde la primera vez, a eso sí no se le puede 'meter', da miedo".
Sí, hablan de drogas. Y escucharles es lo que verdaderamente asusta. Y tienen un discurso claro: "Yo no divulgo, no soy chivato". Son hijos de culturas retorcidas que nos rondan. Y beben de ahí, de series de narcos que se hacen millonarios tras cuatro tiros; de canciones estridentes, con poco sentido y escasos acordes; de esa suerte de seudocultura que no parece encontrar freno posible.
PRIMEROS "VUELOS"
El profesor entró al aula de noveno grado y soltó, como un disparo: "¿Cuántos de ustedes fuman?". Les aclaró que las respuestas quedarían allí, entre las paredes altas y el diálogo franco que pretendía sostener con ellos esa mañana. Levantaron la mano casi todos los varones y algunas hembras.
Así corroboró el docente que más del 70 por ciento de los integrantes del grupo consumían cigarros de manera habitual. Y entonces les habló del alcohol, de los psicofármacos, de las drogas, del gusto a lo prohibido que es tan peligroso en la adolescencia, y hasta les hizo un par de anécdotas de las tantas que atesora en su experiencia con muchachos de esas edades.
Por supuesto, un ejemplo puntual no es suficiente para medir el alcance real de tamaña problemática, pero sí constituye muestra de que el flagelo está y, al decir de los docentes con los que conversó 26 para estas líneas, se nota un alza en el consumo de cigarros y alcohol en esas edades, que puede ser una antesala muy peligrosa para el consumo de drogas.
Lo sabe muy bien el máster en Ciencias Manuel Jiménez, secretario del Consejo de Atención a Menores en el sector educacional de la provincia. "Ese es el primer paso e incluye, por ejemplo, mezclar medicamentos con alcohol; de ahí empieza a abrirse el mundo a otras drogas más fuertes, de eso a la dependencia no va un largo trecho.
"En el Ministerio de Educación (Mined) tenemos un programa de prevención de drogas que se implementa gradualmente desde la Enseñanza Primaria, y se va intensificando. Asimismo, conocemos los lugares que son más vulnerables, entre los que se incluyen las escuelas cercanas a las zonas costeras del territorio y también las enclavadas en determinados sitios de la ciudad de Las Tunas, como los repartos México y Santo Domingo (Marabú), sumado a los parques y espacios públicos, o zonas populares como los alrededores del estadio Ángel López (Chiquito).
"Y son la Enseñanza Técnica y Profesional y la Secundaria Básica las educaciones que muestran más cantidad de casos. Sin embargo, los que hemos detectado no han tenido a las escuelas como fuentes primarias. Consideramos muy importante decir que existe el mito de que las drogas son consumidas por los marginales o las personas de bajos recursos; no siempre es así.
"La mayoría de los jóvenes que se acercan a este mundo son parte de familias disfuncionales, pero poseen recursos. Muchachos que están al cuidado de sus abuelos, tíos, no conviven con sus padres por distintas razones y tienen poder adquisitivo".
De precios sabe algo 26. Hemos conversado con algunos tuneros (todos aseguran que es información que les dio alguien, porque nunca, jamás, han consumido esas cosas), aunque sí conocen que el gramo de marihuana anda sobre los mil pesos; que se comercializan en bolsitas de nailon de 0,3 gramos (250.00), 0,5 gramos (500.00), en bloques compactos de 5 gramos o más y que, si es de recalo, los montos son mayores.
Confirman que algunos traen también semillas dentro, eso, por la falsa idea de que se puede sembrar, y utilizar como punto de partida para su propio consumo; y que, en no pocas ocasiones, los padres conocen y toleran determinadas prácticas. Hablan de tutores legales que ya carecen de herramientas para enrumbar la conducta de sus hijos adolescentes, quienes, aún en pleno desarrollo, parecen tener el control de sus vidas.
QUITARNOS EL VELO
Tenía 16 años y llegó a la Estación de Policía en estado de total enajenación. Traía un pitillo de marihuana entre los dedos que entregó al oficial de guardia. "Toma, yo no puedo más". El hombre, pálido, hizo lo único que se le ocurrió para ayudar al muchacho: levantar una denuncia por tenencia de drogas.
Así, el valor ilimitado de quien decide parar ya, a cualquier costo, pudo ser un camino a la desinfección, pero terminó llevando al chico a un proceso penal. Entró preso al Tribunal y, aunque se le impuso una sanción no privativa de libertad, lo cierto es que nunca, en ese camino escabroso, visitó un establecimiento para desintoxicarse; tampoco tuvo tratamiento psicológico y, tres meses después de ser juzgado, ya estaba otra vez en lo mismo.
Claro, la vuelta al barrio, al "ambiente", el tiempo duro que le tocó vivir. Los hechos confabularon en su contra. Solo que ahora no era "tenencia", sino "tráfico", y el horizonte mucho más complejo.
Historias como esa conoce bien el abogado penalista Lázaro Leandro Báez, y asegura que las sanciones por tenencia y tráfico de drogas en Cuba son estrictas en la Ley. La política es tolerancia cero; se espera el juicio en prisión y, si se prueba la culpabilidad, la sentencia es condenatoria y el marco sancionador mínimo discurre de cuatro a 10 años de privación de libertad.
"La prioridad con los menores es no llegar a extremos y favorecer, en todo momento, su reinserción social, pero nos falta mucho camino por recorrer en la labor preventiva. El vigente Código Penal, por ejemplo, dice que el Tribunal puede imponer algunas prohibiciones, entre ellas, que el menor consuma alcohol; puede impedir, incluso, que frecuente determinados lugares, que se relacione con ciertas personas y, además, obligarlo a ir a la escuela, a adoptar determinadas conductas.
"Pero la realidad es que asumirse primero como adicto, contar con el apoyo de la familia y regresar al medio social para ser útil es la verdadera fórmula del éxito".
De eso sabe el licenciado Reinaldo Rodríguez Guerrero, juez titular de la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial Popular. El experto ratifica, como otros entrevistados, que, al menos en los últimos cinco años, ha llegado a esa instancia lo más frágil de la cadena y, casi en su totalidad, los delitos están relacionados con el consumo y distribución de marihuana criolla.
"El Código Penal da un tratamiento diferenciado a quienes tienen entre 16 y 20 años. En el Artículo 18 se exige la responsabilidad de las personas de enfrentarse a las consecuencias de sus actos y se impone sanción penal solo si son hechos delictivos que afecten bienes jurídicos con especial connotación.
"Eso, por supuesto, con el propósito de reinsertar al sancionado en la sociedad y favorecer esa dinámica, junto a inculcarle el interés por una profesión u oficio.
"Un muchacho o muchacha de 16, 17 años que, lejos de ir a un régimen penitenciario, vaya a un campamento, por ejemplo, un espacio más abierto y libre, ya tiene beneficios distintos y otras ventajas que le pueden favorecer. Pero salir de ese 'mundo' depende mucho de la persona, de su conducta. La Ley vigente evita por todos los medios llegar al internamiento de quienes no han cumplido 18 años.
"En la mayoría de los casos no se logra alcanzar el fondo de la cadena delictiva en la investigación y cortarla porque los enjuiciados se cohíben, son coaccionados y deciden cargar solos con la culpa; esos, lastimosamente, resultan los que más vemos. Son víctimas de otros, los verdaderos dueños del negocio, que les dicen, por ejemplo, coge este paquete, llévalo allí y te voy a dar tanto dinero. Pero después, cuando caen, los dejan a su suerte", ilustra Rodríguez Guerrero.
Por su parte, Daisy Torres Álvarez, fiscal jefa de Protección a la Familia y Asuntos Jurisdiccionales, confirma a 26 que la cifra de casos conocidos en la provincia de menores de 16 años involucrados en actos de consumo de drogas es ínfima, y comenta que todos han sido evaluados por los entes pertinentes en busca de su deshabituación, la prioridad indiscutible.
La experta insiste en que el tratamiento con estos adolescentes es distinto, y deja claro que la Fiscalía incide de manera directa en sus familias y, "al estar ellos excluidos de la jurisdicción penal, son atendidos a través de un proceso en el que intervienen especialistas y funcionarios de los ministerios del Interior (Minint) y de Educación, fundamentalmente".
Ella ahondó en los tratamientos médicos ambulatorios, la vigilancia reforzada a los progenitores, y otras medidas que se adecuan a los menores dependiendo de los resultados que arroja un análisis integral de su salud, la situación familiar y otras circunstancias.
"La Ley penal sustantiva prevé las responsabilidades por los incumplimientos de las obligaciones de los padres. Estos pueden ser puestos a disposición del Tribunal, pueden ser privados o suspendidos del ejercicio de la responsabilidad parental y se pueden establecer otras sanciones de corte más severo".
MIRAR, POR EL OJO DE LA AGUJA
Nuestros entrevistados dicen que a los 16 comienzan y ya, a los 18, pocas murallas los pueden parar. Subrayan que el talón de Aquiles está en la familia y que, cuando esa de verdad apoya, es posible salir adelante; si no, el horizonte puede ser devastadoramente cruel.
No está nuestro reportaje escrito para sembrar terror o sobredimensionar verdades. Pretende ser una alerta y hasta una súplica para que, puertas adentro, revisemos esencias. ¿Sabe usted en qué gasta el dinero el joven de la casa? ¿Conoce bien a sus amigos? ¿Le nota alguna actitud diferente? ¿De verdad conversan sus preocupaciones? ¿Existe alguna razón de peso para que ande en la calle, de madrugada, un martes cualquiera?
Y todo porque el mundo de las adicciones nunca nos ha sido ajeno y, en tiempos turbulentos, como estos que corren, nadie puede lavarse las manos y sentirse libre de tirar la primera piedra.