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Las Tunas.- El doctor Alejandro Mestre Barroso, principal especialista en Toxicología de la provincia y asesor de otros territorios del país en el tema, aseguró a 26 que a las consultas, para ser atendidos como pacientes, llega apenas el cinco por ciento de los muchachos que hoy utilizan drogas en Las Tunas.

Y, si el dato no le parece lo suficientemente escalofriante, el experto agrega: "Estamos viviendo el momento de más alto consumo aquí en los últimos 20 años, que es aproximadamente el tiempo que se lleva una estadística más fidedigna de este tema".

Con su verbo, tan descarnado como las problemáticas que aborda, expresa categórico: "Tenemos un alza del consumo de drogas importantísimo, se manifiesta en todos los municipios de la provincia, y desde edades muy tempranas".

Dicho esto se acomoda en el asiento y espera; intuye que necesitamos unos minutos para procesar la gravedad del asunto e ir hilvanando las preguntas que, aderezadas con anécdotas de todo calibre, van dando cauce a nuestra conversación.

"Las Tunas tiene la particularidad de que la mayoría de los muchachos están iniciándose a partir de los 10 u 11 años de edad; es la tendencia que vemos en consulta en la actualidad, y generalmente, a través del cigarro. Esa constituye la puerta de entrada.

"De ahí van a la marihuana, que la 'tunera' cuenta con un 70 por ciento hojas de anoncillo seca triturada, un 10 o un 15, de clarín seco y solo lo restante es marihuana. Por lo tanto, el principio activo que causa el estímulo buscado resulta bajo.

"Claro, la primera vez, la misma euforia que tienes por hacerlo, y más si es en grupo, te provoca un estado de embriaguez y hasta alucinaciones, pero, cuando te empiezas a exponer con frecuencia a ella, desarrollas una tolerancia muy rápido y emigras, generalmente, a los medicamentos.

"El más habitual es la carbamazepina, ligada con el alcohol, o el tramadol, la benadrilina y el gravinol. De ahí, llegan a los conocidos cannabinoides sintéticos".

Hace un alto y, nosotras le explicamos que algo sabemos de eso. Los cannabinoides se introdujeron en Cuba a partir del año 2011, primero con el nombre de La bailarina; y después con versiones que se llamaron Ambrosio, Cielo azul, Bella durmiente, El diablo rojo, Sálvame si puedes, Cenicienta…, hasta que, por una cuestión netamente comercial, se estandarizó como El químico.

Conocemos que cada lote se va enriqueciendo con una capacidad farmacológica más activa; por tanto, el daño y el estímulo al sistema nervioso central es mayor y, con ello, la adicción que provoca.

El galeno asiente, escucha y aporta: "Es una droga que posee la capacidad de exacerbar los sentimientos negativos del ser humano. Estamos hablando de la mentira, el engaño, el robo. La violencia llega en casos agudos, pero se vuelven expertos manipuladores.

"Constituye un producto que acelera los procesos patológicos desde el punto de vista psiquiátrico; es decir, son pacientes que comienzan a padecer de depresiones, casi todos terminan en una esquizofrenia, paranoia, y más si tienen antecedentes en la familia.

"Son los que encuentras en pleno mediodía sin pulóver y en short, con tremenda bulla en el barrio; o los adolescentes que llegan al Cuerpo de Guardia a las 2:30 am con heridas de arma blanca; o las muchachitas que se quitan la ropa en medio de un policlínico. O sea, todos con conductas disociativas que, en no pocas ocasiones, responden a un período de consumo agudo".

El doctor considera que, por demasiado tiempo, ha sido un tabú reconocer a escala social la realidad que nos ocupa en este universo; y que eso, junto a las debilidades en el trabajo preventivo que hemos padecido en la etapa de la covid-19, por ejemplo, "nos ha hecho perder horas valiosas y demasiadas batallas".

Sin embargo, él no se rinde. "Con las drogas de abuso, como esta, la clave radica en no comenzar, porque solo se logra la deshabituación en el 10 por ciento de los adictos y, en la mayoría de los casos, con daños ya irreversibles".

Los síntomas, dice, simulan mucho los de la marihuana. "Los territorios de Las Tunas y Puerto Padre tienen los más altos índices de consumo; también es notable en algunos lugares de Majibacoa, sobre todo, por la cercanía a Holguín, a la Carretera Central. Pero, como ya dijimos, los ocho municipios reportan situaciones.

"Claro, en Cuba, los mecanismos están creados para atender a estos pacientes y ayudarlos; el reto reside en que no siempre están funcionando de manera adecuada.

"Tenemos que lograr que cada médico conozca qué se está consumiendo y cómo detectarlo. Para eso hacemos talleres de preparación; ya los hemos realizado en el hospital psiquiátrico Clodomira Acosta, en el pediátrico Mártires de Las Tunas y en policlínicos como el Gustavo Aldereguía, de esta ciudad.

"Asimismo, en los hospitales Guillermo Domínguez, de Puerto Padre, y en el 'Guevara'; además, en la Universidad de Ciencias Médicas y la unidad empresarial de base mayorista Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (Emcomed). Todos, centros vinculados a la salud, el trasiego de fármacos y la formación de personal capacitado en estos tópicos".

Igualmente insiste en el trabajo preventivo con Educación, en las diferentes enseñanzas, y en los medios de prensa, pero la familia sigue siendo el espacio vital, la escuela primera, la génesis de cualquier transformación (para bien o para mal) del fenómeno y el eslabón más relevante.

Mestre Barroso lo sabe e insiste en que cuando los padres se ocupan a fondo de sus hijos, notan primero las señales; y, son esos casos, los que llegan a consulta, muchas veces con miedo a que denuncien a sus muchachos, pero los agarran de la mano y buscan ayuda juntos.

"Eso es muy importante. Nosotros somos centros de salud, estamos para sanar, no para hacer denuncias salvo que el enfermo incurra en hechos de sangre, asuntos muy violentos. Pero no es la regularidad de quienes llegan ni nuestra intención.

"El miedo al entramado legal está haciendo daño; a veces, vienen los padres primero a las consultas y te exploran, preguntan, se paran en una esquina, te dicen que quieren hablar de un conocido de otra provincia, o de un primo lejano y, solo cuando se sienten confiados, es que traen a sus hijos.

"Pueden acudir al consultorio de la familia, ahí es donde está la caracterización desde el punto de vista clínico del paciente y donde se conoce realmente. Esa resulta siempre una fortaleza.

"Los policlínicos tienen un área dedicada a la adicción, en la que hay especialistas en Psiquiatría que pueden ayudar a la persona afectada; además, en el 'Mártires de Las Tunas' contamos con la consulta de Salud Mental. Y en el 'Clodomira Acosta' tenemos la que específicamente se dedica a la deshabituación de todo tipo de drogas, especializada en alcoholismo, pero que está asumiendo este número creciente de consumo, junto con la consulta de Toxicología del 'Guevara'.

"En la provincia, de igual manera, funciona la llamada al 103, para pedir ayuda telefónica; algo que fue muy popular hace un tiempo y que, aunque se utiliza menos, se mantiene activa".

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¿Qué posibilidades tiene un adicto de curarse?

"Una vez que un paciente es adicto se le puede deshabituar, pero nunca dejará de serlo. O sea, usted es adicto toda la vida, y tiene un tiempo para que el patrón de consumo aumente y presente una recaída. Eso está asociado a períodos de estrés, de lejanía, de una serie de factores.

"Cuando comienza el síndrome de abstinencia, la persona vuelve a caminar por los lugares donde consumía, compraba, llega a soñar que está fumando, y cae. Por supuesto que existen técnicas de ayuda para evitar eso, pero hay que tener voluntad, en primer lugar; y contar con quienes te auxilien a salir del entorno".

Las anécdotas que el médico atesora son crueles; de ellas nos cuenta. Por eso conocemos del muchacho bueno e inteligente al que la familia encontró, al despertar una mañana, metido en el corral del puerco, leyendo versículos de la Biblia al animal; del otro que cayó rendido, en plena calle, y no tiene idea de quién o cómo lo llevaron a la institución de salud; o de la jovencita que se fue a una fiesta y despertó en casa, pero lucía marcas en la piel que le indicaron que había tenido relaciones íntimas con alguien. Pidió ayuda porque su cuerpo decía eso, pero ella no alcanzaba a recordar nada, absolutamente nada más.

Un flagelo serio, ante el cual no se debe mirar a otro lado. Escuchar al doctor nos confirmó que solo si le plantamos cara de frente, con transparencia y dominio del tema, seremos capaces de frenar sus efectos. La droga está, los consumidores también; la meta palpita en que no sigan creciendo.

 

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