Las Tunas.- La carpeta de trabajo de Marbelis Aguilera Hernández parece un surtidor de maravillas. A semejanza de un sombrero mágico, la maestra ambulante, con 18 años en esa modalidad y más de tres décadas en el magisterio extrae de allí toda clase de medios de enseñanza; cada uno colmado de dibujos, colores, inventivas, fantasías… saberes.
Sin recato, arrebata sonrisas, asombros, palmadas… respuestas certeras que le iluminan sus ojos azules que han visto tanto y tanto en estos menesteres pedagógicos llenos de ternura. Sensibilidad es una palabra que la define y que la acompaña en su ir y venir de una casa a otra, repartida por igual, aunque de forma distinta, entre la cotidianidad de cada uno de sus tres alumnos.
"Cuando tenemos amor por la profesión todo resulta mucho más fácil y trabajar en un hogar se hace, entonces, menos complejo", me comenta mientras procura ilustrar el trabajo diario con sus "niños", quienes, asegura, constituyen, cada uno de ellos por sí solo, "un grupo". De cada uno conoce sus características y condiciones al dedillo; a Analía del Milagro, Edwing Jesús y Analia María Montesinos Ramírez dedica no solo conocimientos, sino amor.
No obstante, los "secretos" de esa difícil enseñanza se nos revelarían después de ese primer diálogo con la educadora de la escuela Jorge Aleaga Peña, cuando la vimos en plena acción, sin dogmas, y aventurada al universo esencial de una de sus alumnas.
UN DIÁLOGO ESPECIAL
El mundo de Analia Montesinos Ramírez es especial, tanto como ella y las circunstancias que rodean sus 11 años de vida. Y aunque en el nacimiento una parálisis cerebral infantil le dejó secuelas, está diagnosticada con un retardo en el desarrollo psíquico, es celíaca y padece una dermatitis atópica crónica que le impide asistir a la escuela; Analia nos obliga a mirarla con ojos de admiración, en menoscabo a cualquier sentimiento de lástima.
Es una niña que ama y es amada; justo por ahí inició la conversación.
- Ah, abuela Midiala es tu mami y, ¿por qué es tu mami?
- Porque la quiero. Ella me da el alimento, es buena conmigo, atenta; me quiere mucho y yo también a ella.
- Y ¿cómo le demuestras que la quieres?
- Dándole mi cariño.
- Y de la maestra Marbelis, ¿qué me cuentas?
- ¡Ah, ella es muy buena, atenta y preocupada por mí! Aprendo mucho con ella y me gusta cómo me enseña.
- Cuéntame, ¿qué aprendiste?
- Aprendí mucho, a leer, escribir… los números de seis lugares. Me gusta mucho estar con ella, conviviendo el tiempo que pasa aquí, que me enseña.
- Y de lo aprendido ¿qué es lo que más te gusta?
- Las Matemáticas. Me gusta comparar, ordenar…y los números de seis lugares, con ellos descompongo; y me gusta, más o menos, ¡no tanto!, hacer párrafos. La maestra me enseña y de una manera que aprendo muy fácil; es una manera muy especial.
- Y si la maestra viene y ese día no tienes deseos de dar clases, ¿qué hacen?
- Conversa un poco conmigo, y cambiamos lo que vamos a hacer, pasamos el tiempo juntas y nos entretenemos.
- ¿Qué otras actividades haces en casa?
- Me gusta dibujar, pintar y también jugar con mis amigos, con la tablet y con el teléfono… y ver el televisor, también aprendo algunas cosas de los muñequitos.
- ¿Me enseñas un dibujo?
- No he hecho ninguno porque mi mamá ha estado consiguiendo lápices de colores y no ha podido.
- Y ¿cómo te sientes, Analia cuando aprendes algo nuevo?
- Me siento feliz, alegre porque cuando aprendo algo nuevo es como si ya lo supiera todo desde hace tiempo porque ella me lo explica todo muy fácil, desmenuzado… ella es muy cariñosa y buena.
Dice que casi siempre está en casa, pero que le gustaría ir al Parque de Diversiones y a La Habana. Cuenta también que sus amigos son pocos, pero que los quiere mucho: Isabela, Noemí, Aliani, David y Albertico la hacen feliz.
Analia despide ternura e inocencia; también fuerza y voluntad. En su hogar la dejé, aupada por una energía singular que la lleva a vencer la adversidad; es pureza e inocencia. Ni igual, ni diferente ella es sencillamente Analia, pensé; la hija de Anna Lié, la niña de mami Midiala y la alumna de Marbelis, la maestra ambulante que admite orgullosa cuánto ha aprendido su pupila sin reconocer del todo que es, también, gracias a su empeño, multiplicado por el respaldo de una familia responsable y amorosa.
"Es la recompensa al trabajo y una se siente satisfecha y halagada al escucharla a ella que es la mayor beneficiada y al ver la expresión de gratitud de sus afectos más cercanos. Sin los familiares nuestra labor no sería posible, ellos le dan seguimiento a nuestro quehacer para lograr que cada niño aprenda. Y es muy bonita la relación que se establece, nos compenetramos al punto de que, incluso, nos consultan para tomar decisiones y eso, verdaderamente, nos deja fortalecidos.
"Lo más difícil sería ver que los niños no avanzan, porque la verdad es que trabajamos para verlos salir adelante; lo damos todo para lograrlo y sentirnos útiles con lo que aportamos. Ya lo decía Martí, los maestros ambulantes somos 'misioneros y promotores de una campaña de ternura y de ciencia'", afirma, conmovida y feliz esta maestra especial, tanto como su discípula.