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Las Tunas.- A las 4:00 am una brisa suave dispersa el aroma del salitre por todo Puerto Manatí. Es más bien una visita inesperada a cada recoveco del pueblecito costero, donde a esa hora no se escucha ni el ladrido de los perros. El aroma del café se entreteje con el hálito fresco; son segundos de quietud y ronroneos lejanos. Pero enseguida Alejandro cruza los umbrales del hogar, en la calle los pasos se multiplican y los morrales al hombro indican que será día de pesca.

Sobre el Punta Brava cada cual ocupa su sitio. Alejandro Ramírez Morlot cubre bien su pecho porque sabe que le espera una travesía de 10 horas hasta llegar a la zona de pesca. Nadie pega un ojo, es tiempo de recordar el último filme, la música del momento o evocar a la gente que ahora mismo desanda en tierras lejanas y se le extraña. Las risas se adueñan del mar, porque no hay tripulación sin un buen comediante.manatí pescadores 2025 0014

Esta es la segunda campaña para Alejandro. Después de ocho años hizo las paces con el destino de ser pescador y se reestrenó con la corrida de la cojinúa. Confiesa que el brillo de las escamas al sol le devolvieron un apego que casi había olvidado. Ahora su suerte marcha detrás del ronco blanco. El sosiego de las olas es un buen presagio.

A merced de la oscuridad, el viaje es también un recordatorio. Al pescador le pesa la familia que deja en tierra, los días sin pisar asfalto. Alejandro se sabe un hombre de mar, aunque haya nacido en Camagüey; son 36 años de conocer el grado exacto de la sal de esas aguas, los vientos que soplan a la tarde para anunciar el momento perfecto en el que se descarga el botín mojado.

Sobre el barco, la tripulación hace sus cálculos, pero los días que permanezcan a la zaga de la costa estarán en dependencia de la abundancia de la captura. La nevera no puede demorar demasiado el trance. Generalmente, después de 12 amaneceres regresan a casa.

Cuenta que las rutinas no son sencillas, pero tampoco difíciles. El día pasa en un santiamén, remendando redes, arreglando pescado. Lo doloroso es cuando no se puede salir a pescar por falta de combustible, cuando las limitaciones de recursos atan al pescador a tierra firme. Ahí el bolsillo duele y el alma se siente prisionera. Alejandro conoce esa sensación y no le gusta.

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EL ATRACADERO DE BARCOS Y METAS

Desde el muelle, muchos ojos siguen el curso del Punta Brava desde la unidad empresarial de base (UEB) Pesca Puerto Manatí. José Ángel Carralero Maldonado, el logístico, conoce los detalles de la travesía, aunque no pise la embarcación. En cada captura está no solo el compromiso de la empresa, van también los ingresos del colectivo y la garantía de poner un trozo de ronco blanco en la mesa de muchas familias.

A merced del vaivén del agua, frunce el ceño al decir que el año pasado la UEB, de un plan de 208 toneladas de pescado, se acercó apenas al 42 por ciento de lo pactado y quedó con más de 120 toneladas en deuda. Asegura que fueron momentos difíciles.ued pesquera directivo manatí pescadores 2025 0016

“Nos golpearon muchos aspectos -comenta el logístico. La falta de combustible se unió a la escasez de lubricante, las desconexiones del Sistema Electroenergético Nacional agudizaron el panorama y, para colmo, muchos fenómenos atmosféricos torcieron rumbo muy próximo a la costa manatiense.

“Debido al mal tiempo hubo muy poca manifestación de cojinúa, macabí y cibí. Cada vez que entra un fenómeno atmosférico al golfo las corridas se atrasan o se malogran”.

Dentro de la instalación, las artes de pesca atraviesan momentos caóticos. Prácticamente es la inventiva de los pescadores la que mantiene vitales las viejas mallas. Aun así, no se detiene el ritmo de pesca.

Carralero Maldonado, con la nobleza y el optimismo que caracteriza a la gente de mar, aclara que no todo es negativo.

“Podemos decir que empezamos bien el año, pues remotorizaremos la flota, cuatro barcos, dos de plataforma que pescan en la zona de Camagüey y dos que no se alejan de la bahía y satisfacen las demandas de ostiones. Hasta ahora, dos de ellos ya tienen óptimas condiciones.

“Estamos trabajando el ostión en las granjas para proteger el ecosistema del manglar, un pacto que tenemos con el proyecto Ecovalor desde el 2018. Antes, este producto se sacaba directamente de la uña del mangle, hoy construimos tres granjas de tres hectáreas y mantenemos alrededor de 15 mil colectores.

“Los mismos pescadores siembran el tabaquillo para proteger el mangle, población que fue duramente golpeada por el huracán Ike y de cuyo embate todavía sufrimos las secuelas.

“Hace poco estuvimos dándole una vuelta a la bahía y con mucha alegría puedo asegurar que ya se nota el cambio. Después de aquel destrozo parecía que se le había dado candela al manglar, ahora todo está verdecito. Se ven más los ejemplares jóvenes y se acabó la mortandad”.

Por más que la “ventolera” conspire contra las capturas, en la Pesca buscan alternativas y la voluntad es de roble. Cuando el pescado está escaso se elaboran croquetas a precio módico y se suple una parte de las necesidades de la comunidad e, incluso, apoyan al municipio cabecera.

Los garfios de la migración también se han clavado en la unidad, con saña. Muchos jóvenes se fueron en busca de mejorías económicas, y asegura el logístico que en la actualidad hay que hacer magia para completar las plantillas de 22 pescadores.

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AGUAS DE TRADICIÓN

Irismaldo Bueno Ramírez, Irito, rehúye un poco del diálogo. Luego las palabras le brotan a morral lleno. Tiene 56 años de edad y ha sido pescador desde que pudo empinarse en la chalupa y desafiar la costa. Rememora los cientos de veces que ha estado en la oscuridad total y ha tenido que lanzarse al agua para salvar la embarcación.

Como patrón de la chernera del ostión defiende una tradición que le llega de sus antepasados. Carga el compromiso de proteger los ecosistemas y estar en equilibrio con un medio del cual recibe el sustento.manatí pescadores 2025 0019

“La captura del ostión tiene sus complejidades, pero al pescado hay que salir a buscarlo, en cambio el ostión está ahí, en la granja. Es ir al seguro. Incluso, a veces nos conviene el mal tiempo porque hay menos jejenes.

“De cualquier manera, a mí me gusta más la escama. Siempre pesqué en la cayería norte y me encanta. Soplan tiempos complejos, de cambios. Yo no me veo en otro lugar que no sea el Puerto, arriba de un barco. Aunque mire, tengo una finquita que es una joya, ¿quién dijo que esta tierra no es fértil?

La conversación se llena de carcajadas. Irito narra un avistamiento singular que le marcó la vida. Asegura que vio a una especie rara, cual sirena, pero macho, y aunque nadie le haya creído nunca, defiende muy serio su verdad.

Es un hombre de conocimientos, que se ha encargado de entender la ciencia y aplicarla a conveniencia, por más que alerte que “el mar es como un enemigo oculto”. Él se guía por las lunas, las corridas y la época del año. Lleva dentro de su morral la satisfacción de tener un colectivo de compañeros y amigos. Y el mar inmenso bajo su barco; ¿qué más se puede pedir?

 

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