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Las Tunas.- No es la primera vez que el joven Héctor Manuel Domínguez Pérez llega a las páginas de 26. En más de una ocasión, sus lauros le han dejado méritos al instituto preuniversitario vocacional de ciencias exactas (Ipvce) Luis Urquiza Jorge.

Es locuaz, directo y tiene el don de la palabra suave y atinada, propia de quienes saben que está en la ciencia el rumbo atrevido de su vida. Eso lo confirmamos, de nuevo, en cuanto pactó con la prensa para intercambiar sobre la medalla de bronce que recién obtuvo en la Olimpíada Internacional de Química, celebrada en Arabia Saudita.

Él constituye el quinto estudiante en toda la historia del centro que obtiene un premio en este certamen, en el que participan más de 80 países. Su resultado mantiene en la élite al Ipvce tunero.

La delegación cubana en la cita estuvo integrada, además, por el educando Mario Pérez Brito (Ipvce Eusebio Olivera, Sancti Spíritus), quien se alzó con una Mención Honorífica. Ambos muchachos, que se sintieron más cómodos en el examen teórico que en el práctico, son de la avanzada en el aliento futuro de la ciencia cubana.

“El viaje hasta allá fue muy agotador y llegamos en plena madrugada -acota Héctor. Desde el acto de apertura de la cita tuvimos que entregar todos los teléfonos, las tabletas, computadoras…, cualquier dispositivo tecnológico quedó fuera.

“Nos dieron luego un día de descanso antes del examen práctico, el cual lo dividieron en dos partes con un receso intermedio de 30 minutos. El teórico, que fue dos días después, tuvo nueve preguntas y cinco horas de trabajo”.

Héctor, quien ya concluyó el duodécimo grado, afirma que “hay que saber estudiar”, y cuando eso sucede, la preparación académica se divide a un 50 por ciento.

“Hay un momento en el que ya no necesitas tanto que el profesor te enseñe, sino que te guíe. Si tienes a alguien que te oriente y sabes instruirte por tu cuenta, el resultado sale. Es la mitad del estudiante y la otra del maestro”.

El muchacho afirma que ahora “se siente un poco raro” al saber que se transformarán tanto sus rutinas. Ya no asistirá a los concursos de conocimientos y tampoco vestirá de azul y blanco, con el monograma en el bolsillo de la camisa.

“Voy a estudiar Licenciatura en Química en la Universidad de La Habana. No tengo muy claro cómo será el proceso, pero sí pretendo vincularme a alguna entidad científica mientras estudie. Sé que ese es mi camino y también que son muchas las posibilidades que la especialidad me da para seguir aprendiendo y desarrollando habilidades dentro de la ciencia”.

Su determinación es clara, y con ella y el talento que cultiva cada jornada, con esfuerzo y horas de estudio, este muchacho tunero puede conquistar el mundo, sin dudas; y ser, además, útil a Cuba y su porvenir.

 

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