Las Tunas.- El ajetreo de la mañana no me deja llegar hasta ella con facilidad, va de un lado a otro con prisas, eso no quiere decir que no haga bien su trabajo, tiene que llegar en tiempo a sus recogidas diarias, cumplir con su faena, sentarse detrás del timón. De eso se trata la vida de Dora Hidalgo Echavarría, chofer del ecotaxi 615, desde que forma parte del colectivo de la Agencia de Taxis Las Tunas.
Su arribo allí fue un anhelo que mantuvo por años, no podía dejar escapar la oportunidad. "Supe que a algunas provincias habían llegado triciclos eléctricos y mantuve la esperanza de que Las Tunas estuviera incluida. Me dirigí a la agencia, donde me informaron que sí debían entrar, pero que nadie se había anotado hasta ese momento, fui la primera. Ya cuando hicieron la convocatoria me acerqué de nuevo.
"A las mujeres nos priorizaron, éramos cinco las aspirantes, pero como debemos tener la licencia de motor y de auto, todas no cumplían los requisitos. Y entonces quedamos tan solo dos".
Parece una historia sencilla, de pocos contratiempos, ahora es fácil relatar lo que tanto costó. "Tengo licencia desde los 18 años, mi deseo siempre fue ser taxista, pero en los 80 en las provincias orientales no aceptaban mujeres en esas funciones. Solo habían taxistas femeninas en las provincias occidentales.
"Una tía en Camagüey me decía que fuera para allá, pero yo no quería, mi aspiración era serlo en mi provincia.
"En esos primeros años de tener mi licencia, ver a una mujer manejando era poco común, yo no conocía a ninguna aparte de mí, por aquel tiempo manejaba un motor ETZ de los que traían de Alemania, era nuevo".
El paso del tiempo y el amor llevaron a Dori hacia otra ciudad, se mantuvo viviendo en Holguín por 24 años desempeñándose en disímiles funciones. La llegada a esa tierra de los triciclos de combustión fue un despertar y se anotó. En la espera decidió retornar a Las Tunas, su terruño natal.
"Cuando vendí mi casa en Holguín me avisaron que me habían asignado allá un triciclo, pero ya no pude darle marcha atrás a la mudanza y no pude asumirlo.
"Vine para Las Tunas, trabajé en la Apicultura, de ahí me incorporé al Minint. Estuve laborando en la Prisión de Mujeres, allí me jubilé y fue donde supe la noticia que me reinició la vida".
En este nuevo rol el apoyo filial es crucial: "Mi familia lo ha asumido muy bien, ellos conocen mis deseos de manejar y ser chofer. Además, saben que cuando quiero proponerme una meta, la logro. Nunca he tenido la suerte de alcanzar mi aspiración al momento, siempre he tenido tropiezos, pero al final consigo lo que quiero.
"La sociedad me ha cogido muy bien, incluso, me dan ánimos. Cuando las personas se montan en el triciclo y se dan cuenta de que van a viajar con una mujer, se ponen contentos y me llaman empoderada, dicen que con nosotras es más seguro".
Las precauciones detrás del volante son muchas, al igual que las anécdotas que llegan con cada viajero que sube al vehículo.
"Hay quien no se da cuenta de que va con una mujer y me dice 'compañero', cuando le digo 'compañera', se sorprenden. Hasta ahora somos dos en la agencia, de los particulares sí he visto a algunas.
"Mis compañeros son excepcionales, ellos me llaman 'la reina', porque tengo un poco más de edad que la mayoría, me tienen una estima increíble, me siento tan feliz que no sé cómo agradecer todo lo que hacen por mí. Me auxilian cuando tengo algún problema con el triciclo, no es solo uno, todos colaboran.
"Trabajar entre ellos es increíble, me siento cuidada, respetada, somos realmente un equipo unido".
Hace un alto de pocos minutos en su jornada para beber agua, respirar y recomponerse de las horas en la carretera.
Empieza su día bien temprano y aunque cuenta con el apoyo de todos, su integridad física y mental son lo primero. Es la responsable de la vida de cientos de pasajeros en cada ruta que transita.
"A veces la población no entiende que somos seremos humanos, que necesitamos descansar por unos instantes, ir al baño, debemos almorzar. Nosotros entendemos su premura, la urgencia de un transporte para llegar a su destino, pero también nos urge esa comprensión, empatía.
"Tengo 61 años, me paso todo el día en el cumplimiento de mi deber, de mi mayor meta de vida, al retornar a casa me debo enfrentar a las tareas del hogar, algunas no las puedo delegar. Es un poco difícil, pero con deseo y con amor se logran".
Una de las mayores satisfacciones de Dori y de todos los que trabajan en la Agencia de Taxis está en la gratitud del público: "Cuando llevamos a las personas hacia los centros de Salud, sabemos que estamos cumpliendo con una importante misión social. El apoyo que brindamos a quienes sabemos que no tienen recursos, el agradecimiento diario de aquellos a los que llevamos porque sí, porque somos así y nos sentimos plenos al hacerlo".
Ahora es Dori una de las mujeres de amarillo que rondan las calles de esta urbe citadina, para algunos el amarillo es la esperanza de llegar al destino final, para ella es su crecimiento profesional y personal, la cúspide de su vida
"Yo siempre quise ser chofer, porque me gustó mucho manejar. Mi sueño fue ser rastrera, veo los documentales de las mujeres que manejan rastras y siento una envidia sana; no lo logré, pero si cumplí el sueño de ser taxista y aquí en Las Tunas".