Las Tunas.- Mientras habla, Yaisimí Charles Torres no esconde su timidez, pero la impresión del momento no la frena: “He aprendido a coser, a dar las puntadas…y lo que más me gusta es el taller de confecciones”. Se empeña entonces en una enumeración breve de lo logrado: vestidos para muñecas, agarraderas, motas, pelotas…
Muy cerca de ella, José Gabriel Rodríguez Diéguez y Ángela Keyla Lazo Castellanos también hacen lo suyo en el mundo de las manualidades, y lo cuentan a 26 con candidez y ternura. A flote sale, afirma José, si se le desprende un botón de la camisa, y algo ha aprendido, a su vez, de carpintería. En tanto, su compañera Ángela se adiestra en labores de peluquería; son sus favoritas, declara la alumna de la escuela Luis Augusto Turcios Lima, de Educación Especial, en el municipio de Las Tunas.
LECCIÓN DE AMOR
“Los 35 años de trabajo en esta enseñanza han significado muchos aprendizajes para la vida”, afirma con expresión de alegría Rafael Enrique Claro Machado, director de este plantel, en el que, con pasos certeros, apoyan el crecimiento de una infancia y una adolescencia tan especial en sus características como lo es el colectivo compuesto por 73 trabajadores docentes y 18 de servicio.
“Es un orgullo pertenecer a este nivel educativo y desarrollar tan sublime profesión. Trabajamos con gran responsabilidad, dedicación y amor hacia nuestros niños; utilizamos, además, métodos flexibles para que el proceso docente educativo salga adelante y los escolares alcancen cada nivel y la deseada calidad de vida, logrando una inclusión sociolaboral activa”, explica el pedagogo.
En sus palabras da cuenta de que “dirigir una escuela de esta enseñanza constituye un reto, más en los momentos actuales, en los que el bloqueo nos ha golpeado tanto y afecta también a este sistema, pero siempre que la dirección se hace con dedicación, escuchando las necesidades de los docentes y teniendo en cuenta a las familias y a los educandos, la faena resulta más fructífera y se obtienen mejores resultados.
“Hay que mirar las individualidades de cada diagnóstico y la diversidad es grande; esa diversidad nos llena de amor y trabajamos por una inserción educativa y social, con el empeño de que adquieran habilidades con vistas a las relaciones cotidianas y en la esfera comunicativa.
“Este curso transitamos a la Escuela de Oficios 16 educandos, y en el seguimiento comprobamos que marchan muy bien; eso nos llena de satisfacción”.
Historias similares pueden enumerarse en otros 14 colegios especializados de la provincia, en los que son atendidos alumnos con deficiencias sensoriales (auditivas y visuales), discapacidades intelectuales, físico-motoras, entre otras situaciones.
Esta formación en Cuba surgió en enero de 1962, tras el inicio del proceso revolucionario de 1959, cuando apenas existían en el país ocho instituciones dedicadas a dicha modalidad, entonces encargada de la atención de tan solo 134 alumnos.
De la fecha a la actualidad, este sistema se ha consolidado con particularidades que, a la vez, constituyen fortalezas; tal es el caso de las llamadas aulas hospitalarias para quienes por largos procesos de ingreso están imposibilitados de ir a la escuela, o de los centros internos que permiten la atención de residentes en zonas rurales y de difícil acceso, así como los reconocidos maestros ambulantes que, cargados de saberes y cariño, llegan hasta los hogares.
EDUCAR PARA LA VIDA
En la Isla, este tipo de enseñanza es expresión de la sociedad y de la aspiración de que exista siempre, en todos los espacios, una marcada coherencia entre la teoría y la práctica educativa y social. Al unísono, cada centro se concibe como escuela de tránsito, a fin de potenciar el desarrollo de los educandos y ponerlos en mejores condiciones para integrarse a los contextos regulares.
“Los docentes se preparan metodológicamente y en base al diagnóstico de los estudiantes, sus necesidades y potencialidades”, explica Evangelina Eloísa Contreras Collazo, subdirectora de Preparación Laboral e Intensiva en la “Luis Augusto Turcios Lima”. Destaca en sus palabras el trabajo mediante la asignatura de Educación Laboral, hasta el sexto grado y tras la conclusión de esta etapa.
“Desarrollan diversas habilidades como cortar, rasgar, medir, trazar, perforar, unir…, entre otras que, tras culminar este período de primero a sexto grados, se refuerzan en las áreas polivalentes. Por otra parte, en el período prelaboral reciben talleres de confecciones textiles, de educación doméstica, artesanía, carpintería, belleza, reparación de bicicletas y de calzado, albañilería; además, hay un ciclo de preparación laboral en el que los educandos egresan a talleres comunitarios y a la vida familiar”.
Mirtha Fernández Segura conoce muy bien este quehacer paciente. Diecisiete años en la Educación Especial avalan el desempeño de quien hace de la constancia herramienta cotidiana en pos de que sus alumnos avancen. “El objetivo nuestro es prepararlos para la vida en la comunidad y que conozcan de la utilidad y las características de cada acción. Hicimos un concurso y los niños demostraron lo aprendido en las actividades que luego les son útiles en lo cotidiano.
“Es una dicha verlos desarrollarse, ellos sí aprenden y lo hacen desde el amor y la comprensión; en esta enseñanza hay que buscar la inclinación y los gustos de cada alumno, y potenciar esa arista. Me hace muy feliz verlos alcanzar metas y victorias”, declara la licenciada en Educación Primaria que se ha visto a sí misma desafiada con el noble principio de ayudar a crecer.
Entrega, conocimiento y método, amor, pedagogía, sensibilidad…muchas son las claves de este colectivo docente que confía en las posibilidades de Yaisimí, José Gabriel y Ángela Keyla. En agradecimiento, ellos se empinan por encima de dificultades y estigmas; demuestran que pueden, desde sus respectivas alturas, pero pueden.