Las Tunas.- María Eugenia Hidalgo Marrero es una de las 29 maestras ambulatorias que tiene la Educación Especial en Las Tunas. Y, aunque apenas lleva seis años en desandar calles y vivir la experiencia de las casas que se vuelven aulas, tiene unos cuantos alumnos más en la escuela Turcius Lima, pionera de muchos procesos por estos lares.
Desde hace un tiempo, el intercambio con los tres alumnos que ahora atiende es distinto. Ellos le mandan mensajes por WhatsApp, algunos auxiliados por sus padres, y ella les recuerda que hay que cuidarse mucho para que vuelvan los abrazos y hasta les hace llegar hojas de repaso, para que no pierdan el ritmo.
Me cuentan que cuando inició este curso y a los padres les anunciaron que le iban a cambiar la maestra de los chiquitos “se armó la de San Quintín”. Alguno hasta se apareció en la escuela a media mañana porque no, a él había que explicarle esa decisión con pelos y señales. Y así lo hicieron. Como no hubo manera de convencerlos y el amor es un arma tan poderosa, tocó ceder. Y volvió María Eugenia por los mismos trillos, con sus alumnos de tanto tiempo.
Ahora, hace poquito, en medio de la pandemia, la tuvieron aislada por sospecha de Covid-19 y hasta allá le llegaron los mimos, porque ahora era ella la que estaba en problemas y no se deja sola a una parte de la familia en el dolor. Y todos lo saben, ”la maestra es de la casa”.
Corre con ellos junto a los padres lo mismo al rehabilitador, que al siquiatra; para atender una llamada de auxilio, ayudar en un cumpleaños y hasta pasar un día en el Parque de Diversiones. Abraza, en los momentos difíciles de un hospital y hasta ha logrado que las familias se conozcan entre ellas. Y en algunos casos se ayuden, muy unidos, en el camino difícil de la felicidad de las personas especiales.
Ella es una entre muchos. Porque esa veintena de valientes desanda Las Tunas de una punta a la otra. Los hay con alumnos en zonas rurales, en poblados aledaños. Y hasta allá llegan, con recursos sacados, la mayoría de las veces, de sus propios bolsillos, para hacer el milagro de la educación, esa que abre puertas y alivia el alma, porque te vuelve siempre una persona mejor, mucho más libre.