Las Tunas.- "Cuando retornamos de Baracoa, después del azote del huracán Oscar, ya teníamos otra tarea: marchar a La Habana con la misma misión de apoyar la recuperación de los daños causados por 'Rafael'; nadie pensó en el descanso ni en los riesgos que significan trabajar después de un desastre, como el ocurrido en el occidente de Cuba".
Ronel Núñez Torres, liniero especializado, chofer y jefe de la brigada de los trabajadores del sector eléctrico del municipio tunero de Majibacoa incorporados al contingente Vicente García, lo afirma en su nombre y en el de sus compañeros de labor, quienes lo secundan con gestos y palabras, pero más importante, con la presencia y compromiso.
Recuerda Núñez Torres que pasaron poco tiempo con la familia. "Desde nuestra llegada a la casa y la partida a la capital del país transcurrieron unas 36 horas, pero en ese tiempo también tuvimos que pasarle las manos a la técnica y dejarla lista para enfrentar los nuevos retos.
"La mayoría tenemos experiencias de hacer trabajos en contingencias", dice, y cuenta que él mismo lleva 32 años en la Empresa Eléctrica. En esa etapa siempre ha estado presente en todos los territorios afectados por eventos de esta naturaleza y siente gran satisfacción "por la alegría que les proporciona a la gente y a nosotros el restablecimiento de este servicio. Uno lo disfruta tanto como ellos", enfatiza.
Narra que en "la ciudad de Baracoa, al igual que en otras comunidades muy alejadas y de difícil acceso, el trabajo fue duro. Tuvimos que llegar a muchos lugares caminando largas distancias, porque las condiciones climáticas y del terreno no permitían el ascenso de medios de transporte y de equipos tecnológicos, pero nada nos detuvo", remarca.
De esas largas, extenuantes y riesgosas jornadas rememora: "Casi todos los días llovió. Hubo postes que tuvimos que parar a mano, pues las grúas no podían subir, entonces buscábamos los más livianos y con la ayuda del pueblo, porque todo el mundo se sumó a nosotros y formamos un grupo unido, buscamos alternativas para sobreponernos a cada obstáculo, que no fueron pocos".
Aunque guarda aleccionadoras anécdotas de esfuerzos, prefiere contar, y lo hace, sobre la atención brindada por los pobladores de la Ciudad Primada de Cuba, y de sus comunidades humanas más apartadas en las que han hecho vida, por ejemplo, en Las Marianas, Majayara, Boca de Miel…, donde desafiaron las inclemencias climáticas y rehabilitaron los daños del fenómeno meteorológico.
"Sabíamos que muchos de los vecinos lo habían perdido todo o casi todo, tenían sus casas derrumbadas y llevaban ya varios días sin corriente; no obstante, su trato fue afable y en medio de la dura situación mostraban tremenda alegría al vernos llegar, nos preparaban meriendas, café a cada rato, y hasta almuerzos y comidas elaboradas en improvisados fogones de leña", enaltece Núñez Torres.
Para la capital del país marcharon Ronel y los cuatro linieros, dos de ellos especializados, y ahora trabajan con la misma disposición y entrega: "No regresar mientras haya una vivienda, un centro de trabajo… sin fluido eléctrico. No importa que nos cojan el fin y comienzo de años, lo que sea, si hace falta ahí estaremos", acentúa como vocero del colectivo que dirige y con el cual, en el terreno, comparte peligros, cansancios… y otros desafíos porque siguen, como guerreros de la luz, el itinerario de la solidaridad.
"La familia lo siente por nuestra ausencia, pero nos apoyan porque saben la importancia de este servicio y que, como siempre, unidos los cubanos vencemos y hacemos realidad hasta los imposibles", expresa categórico el experimentado liniero.