Las Tunas.- Existen sentimientos y expresiones indescriptibles, solo la complicidad puede atestiguar tamaña envergadura. Detrás de los espejuelos, Rodolfo Correa Lobaina albergó tal estado de levedad. Con rostro de padre orgulloso y la alegría desbordante de un tunero más, salió del estadio Julio Antonio Mella para exhibir por la urbe junto a sus muchachos el trofeo de la 63 Serie Nacional que los acredita como tricampeones del pasatiempo cubano.
En cada calendario las dudas vuelven a revolotear en el área de los serpentineros; sin embargo, con armas propias cumplen con la encomienda, e incluso cuando la ofensiva flaquea, se erigen a modo de puntales en las etapas definitorias. Para ningún aventurero de los pronósticos pasó por su análisis que los brazos tuneros trabajaran para una efectividad de 1,76 y le batearan para 250 en una final. ¿Sorpresa? Quizás un poco, ahora bien, el deporte devuelve en victorias el sacrificio de meses. Tal vez esas joyas de estadísticas la avizoraban en el staff de Pinar del Río, pero la virtud de convertir las incertidumbres en fortalezas resulta un acto común para los Leñadores, gracias al obrar y la sapiencia de hombres como Rodolfo.
"Ese es el talón de Aquiles para este equipo, todos lo ven así, pero esta campaña tiene un mérito doble porque se nos fueron casi todos los abridores con los que contamos en el torneo anterior, lo cual nos obligó a utilizar a lanzadores que salían de las filas de los juveniles, con apenas 18 años. Eso hace que este campeonato se disfrute más y sea hasta más importante, sobre todo porque la mayoría no pensaba que pudiéramos llegar tan lejos. Una emoción extraordinaria al vivirlo en el 'Mella', además de la actuación de los muchachos", entre palabras, una sonrisa de satisfacción invade a un entrenador que vive el sueño de sus discípulos como el suyo propio.
El cuerpo de iniciadores, desde el papel, desplegaba temores por doquier; en tanto, los deseos de superarse y entregar hasta el último esfuerzo sobre el montículo los hizo acreedores del reconocimiento de la afición. El líder de rotación, Eliánder Bravo, apenas en su segunda contienda acudió al reto con el valor que acompaña a su apellido. Los novatos Yadier Zamora y Leandro Cañada burlaron la presión de los play off para demostrar cuánto talento disponen. Mientras, Alejandro Meneses combatió por enésima ocasión las lesiones para dar su mejor versión en los compases finales del certamen. En rol de escudero y, al mismo tiempo, guía, Correa lanzó con ellos, gozó cada out y ponche, lamentó los hits y las bases por bolas y también compartió las confidencias para esquivar los maderos rivales.
"Secretos no hay muchos, solo es cuestión de entrenamiento, además de la voluntad de aceptar los consejos y seguir las instrucciones. También parte del empeño que le pongan a los ejercicios que son la base de cualquier resultado posterior. Le transmitimos la confianza al decirles que debían trabajar y crecerse durante la competencia. Al final logramos los objetivos, pues debutaron en la postemporada de una manera destacada y si a eso le sumamos la labor de los más curtidos, que por lo general están distribuidos en el bullpen, obtenemos una magnífica relación".
Al preguntarle sobre metas futuras, más allá de visualizarse a la par de los especialistas de un equipo Cuba, Rodolfo Correa se inclina por "seguir con el trabajo constante para mantener el desempeño de los muchachos en cualquiera de las instancias donde les toque", fiel reflejo de la humildad de quien transforma el carbón en diamante.