Las Tunas.- Una mujer callada como Yamila Coma Vargas (Las Tunas,1974), siempre anda dibujando su próxima obra. Pocos creerán que de un cuerpo tan menudo brote una obra tan contundente. Gusta de los medianos y grandes formatos aunque los pequeños se engrandecen con su/nuestra verdad.
En ella predomina el maquinal deseo de expresar el aspecto psicológico de cada personaje. Y es raro como el espectador, acopla su figura al recuadro de modo que su prisma es nuestro reflejo.
Sus pinturas son escenas cargadas de lirismo y símbolos que algunos traducen como feministas cuando no es más que el tema cotidiano llevado de la mano de una creadora con discurso universal.
En la mayoría de los casos, Yamila no enlaza los colores con la realidad sino recurre a su paleta para hacer su composición más atemporal. Se graduó en 1998, en la especialidad de dibujo y escultura, de ahí que las figuras sean volumétricas desde el punto de vista visual.
Más de uno ha referido que el arte contemporáneo es una apropiación de los ismos que fueron evolucionando en los últimos siglos y tienen razón, aquellos nuevos modos fueron los pilares sobre los que se erigen las nuevas formas de ver la espiritualidad más que la figura.
Yamila pinta como ella misma, nadie pinta a su manera, tiene ángel propio y ese no se puede imitar ni persuadir.
Quien sepa leer sus obras sabrá algún capítulo de su vida o la vida de alguien cercano. Ella reinó en época de concursos, obtuvo la mayoría de los premios otorgados entre los años 1998 y 2010, hasta que no le interesó la confrontación sino la intimidad de su taller.
Las obras de la primera etapa, eran cargadas de dulzura y optimismo donde el óleo aportaba una atmósfera intimista, pero como cada lienzo es reflejo de su alma y de su tiempo fue haciéndose más compleja.
Sobre esta etapa me refiere: "Soy consciente de los cambios en mi obra, pues con el tiempo cambia tu modo de ver la vida, cambia el entorno en el que te desarrollas, las circunstancias no son las mismas. En esa época tenía mucha ingenuidad, las preocupaciones eran otras y, por supuesto, se reflejan en la obra. Eran bastante ingenuas, sí".
Una segunda etapa constituye transición con códigos más arriesgados que denotan una madurez conceptual y más que todo intuitiva. Una serie de elementos nacidos de los mismos avatares de la vida. 
De la segunda etapa, recuerdo aquellas piezas de la expo Un poco de mí, en el 2009, donde el acrílico ya comenzaba a reflejar una realidad más transparente y áspera.
La etapa posterior constituye el presente, con infinidades de factores transmutantes. "En ella abordo un poco lo sarcástico refiriéndome específicamente al papel que juega la mujer como ama de casa y ahora es una obra un poco más agresiva, sobre todo en cuadros que todavía no he expuesto y que están basados en la situación que todos conocemos".
La obra de Yamila Coma es el testimonio de sus vivencias y no puede desprenderse de la visión de una mujer creadora, viceversa.
Sus composiciones no son meros trazos, son pensamientos traducidos a punta de pincel. No es mujer de medias tintas y ese es el más claro rumbo de su conversación.
Yamila Coma también ha construido con esmero su otro hogar (el de las fabulaciones), allí solo se habla el idioma escogido por ella, pero muy comprensible.
A su mundo creativo todos podemos entrar sin antes tocar la puerta, hurgar en sus trastes, comer en su mesa, dormir en su cama, vestir sus ropas o desnudar el alma.
