Clarissa Damila Pérez Hernández.
Las Tunas.- Clarissa Damila Pérez Hernández, concertino de la Orquesta de Cámara de Las Tunas y de nuestra Sinfónica, sabe bien la responsabilidad que tiene sobre sus hombros. Giudel Gómez, líder por antonomasia de ambas cofradías, actualmente se encuentra en un contrato de trabajo en Egipto y ella asume la dirección del primer colectivo, mientras que el segundo tiene a Javier Millet Rodríguez como director adjunto. Las melodías tejen los sueños de esta muchacha y de no pocos que han echado raíces bajo esas cobijas.
En septiembre próximo la Orquesta de Cámara de Las Tunas abrazará su primera década y, como parte de las actividades en saludo al onomástico, recientemente tuvo lugar aquí, en la Casa del Joven Creador, un concierto de esa agrupación junto a nuestra Orquesta Sinfónica. El encuentro agasajó -además- a Nuris Cantallops, directora de la escuela profesional de arte (EPA) El Cucalambé, por toda su entrega como formadora de juventudes y su apoyo desmedido a la excelencia de estos talentos.
"Superó mis expectativas. Hace mucho que no se veían estas agrupaciones en público y fue muy lindo. Merecidos los aplausos también para Giudel que, aunque no estaba allí, ha contribuido a la consolidación del trabajo", resume el escritor Andrés Borrero, parte del público que asistió a la sede tunera de la Asociación Hermanos Saíz.
"El concierto fue muy bonito y especial para nosotros. Con la Orquesta Sinfónica hicimos tres obras, dirigidas por el maestro Javier Millet, quien también es el director de la Orquesta de Cámara de Bayamo. Hicimos la obertura Las criaturas de Prometeo (de Beethoven), Kamarinskaya (de Mijaíl Glinka) y la Sinfonía 39 (de Mozart)", comenta Clarissa.
La joven enfatiza en lo fructífero que resulta insertar en las actuaciones a muchachos recién graduados de la EPA, que también forman parte de la Sinfónica tunera. De hecho, apreciar a todos los músicos de este elenco en la reciente presentación, le despertó a ella emociones hermosas. "Fue interesante -asimismo- ver la respuesta positiva del auditorio y de los mismos músicos, que la pasamos bien y nos sentimos muy a gusto", agregó.
Por su parte, liderar ahora la Orquesta de Cámara deviene gratificación y compromiso. "No me paro frente a la orquesta para ejercer la dirección, sino que lo hago desde mi puesto de concertino, lo que implica una concentración extra. No es lo mismo levantar la vista y ver a un director al frente que tener que buscar al guía (en este caso yo) para ver las indicaciones.
"Es algo bello, pero complejo a la vez. Todos los días, aparte de tocar, tengo que prepararme para eso. Los ensayos son muy intensos, pues tenemos que adaptarnos a interpretar de esa manera, adaptarnos a las sonoridades y los cambios, además de enfatizar en los recién egresados de la Enseñanza Artística, que están en una especie de entrenamiento", explica.
Ella es una de las fundadoras de la Orquesta de Cámara y, junto a Ángel Ochoa y Danilo Lozada, se mantiene activa dentro del conjunto desde los inicios, además de Giudel Gómez, que -reitero- ahora desarrolla otras funciones. Con el noble orgullo de ver crecer la cosecha melódica, expresa: "La génesis de la agrupación se gestó en la EPA, con el influjo de Manuel Lluesma Vidal, otrora profesor de ese centro.
Giudel se encargó de realizar otras labores y de profesionalizarla; que tomamos como fecha de su nacimiento este momento, en septiembre del 2013".
Al preguntarle su consideración sobre qué los distingue, responde rápidamente: "Siempre ha sido integrada por jóvenes y hemos bebido de la Enseñanza Artística. Incluso, hemos sumado en ocasiones a estudiantes durante sus prácticas preprofesionales, lo cual permite que -una vez graduados- ya conozcan nuestro trabajo. Eso es algo muy especial, que los propios alumnos hoy se sientan parte de la orquesta y lleguen a integrar su nómina. Aunque suene a frase trillada, somos verdaderamente como una familia. Nos respetamos mutuamente, sentimos cariño entre todos y fluye la armonía", destaca.
Ciertamente la camaradería es uno de los aderezos que matizan este elenco, lo que no significa que la exigencia no sea otra de sus características claves. "Tanto en la Orquesta de Cámara como en la Sinfónica, la labor es muy exigente, porque no es montar una obra determinada y ya, tenemos muchos ensayos previos, que hacemos de manera separada (por grupos de instrumentos) y conjunta. Eso lleva lógicamente un trabajo de mesa. Es algo muy exquisito, que amerita de muchos detalles, para garantizar la calidad. Solo para ilustrar, los ensayos pueden ser de hasta tres horas y ameritan de estudios individuales, porque las obras son difíciles de ejecutar.
"Y esto es importante -además-, pues la masa orquestal de la Sinfónica es mayormente de cuerdas, o sea, que somos base y cantera. En resumen, trabajar con la Orquesta de Cámara de Las Tunas para mí ha sido otra escuela. Ahora el concepto y el montaje como tal de las obras está bajo mi responsabilidad, lógicamente, con la colaboración de los demás", agrega.
Varias son las satisfacciones acumuladas en estos 10 años de entrega y superación, entre ellas el haber sido dirigidos en ocasiones por grandes maestros del pentagrama a nivel nacional e internacional. Sin embargo, el triunfalismo no es un vicio para los alrededor de 20 miembros, al contrario, ante carencias como la necesidad de un local propio para ensayar (aunque la EPA incondicionalmente siempre les ha abierto las puertas y lo agradecen), se han crecido para llevar al público la buena obra. Esperanzada con la proximidad de la reapertura del teatro Tunas e ingeniando otro concierto para ese anhelado hecho, se despide Clarissa, por el momento de 26, sabiéndose parte imprescindible de nuestra cultura.
