petit dancé escuela de arte

Las Tunas.- Galina lleva sobre el vestido de vuelos el sincretismo heredado de su abuela Titina. Asegura que su fuerza, cual aliento vivo, la acompaña siempre, en silencio…, y fue la primera certeza que sintió en las ceremonias mágico-religiosas. Su abuela conjugó los caminos del vodú para ella.

Galina petit dancéRecorrer las sendas de Petit Dancé es la razón que hoy mueve a Galina Boloy Martínez. Ahora, la cadencia de su voz límpida se acopla a los tambores y a una ensarta de nuevas y maduras generaciones, cuyo credo es el mismo de los tiempos de Titina: "Proteger una cultura que no puede morir".

Cuenta que los suyos vinieron de Okay, desafiando las aguas. Y ella, que nació enlazada a este Archipiélago, de alguna manera siente en las venas el aguijonazo haitiano, el olor de la comida del cabildo que está mezclada con el sudor y la resistencia, el aroma a fiesta grande, el ir y venir de un pueblo que también es suyo.

Recuerda que abría los ojos a ritmo de creole. El idioma de su estirpe le sonaba tan bonito que pensó que todo el mundo debería levantarse así por las mañanas. Por esa razón lleva la tradición con todo orgullo. Y se complace de ver entre los suyos promoverse la comida típica de sus ancestros, los bailes y cantos tradicionales, y venerar al gagá, a Oggún San Paz. Las ceremonias son abrazos entre hermanos.

Con el tono muy serio confiesa que entiende el gran reto que le toca calzar como integrante del grupo portador del folclor franco-haitiano. En la Cuba de hoy, de limitaciones y urgencias, su apuesta es por mantener vivas sus raíces. Lo que defiende no es un credo de esclavos, sino los himnos de la resistencia, de la fortaleza de cambiar el mundo con el sudor de la frente.

"Prácticamente nací dentro de Petit Dancé. Somos la cuarta generación que mantiene lo que mi abuela nos inculcó. A 100 años de aquella travesía, seguimos disfrutando el privilegio de beber de dos culturas".

Galina se hace inmensa en el escenario. Sus dos nietas pequeñas danzan al compás de los bailes ancestrales y, de vez en vez, buscan la mirada aprobatoria de su abuela. Su arte es una invitación a reverenciar tiempos idos, pero además es un guiño a salvaguardar tradiciones y familia, porque en ambas va empalmada su fuerza centenaria.

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