Las Tunas.- A Mirianni Labrada la conozco desde el Preuniversitario. Solíamos sentarnos en algún banquito para compartir nuestras primeras creaciones en el mundo de las letras, soñábamos entonces con escribir como César Vallejo y otros grandes. A Yerandys Díaz Alcolea no lo conozco personalmente, pero he visto algunas de sus publicaciones en Internet y ya hablan de un talento en ciernes.
Ellos estuvieron entre quienes ganaron recientemente en el Encuentro Municipal de Talleres Literarios de la localidad capital. Y aunque es la punta del iceberg de un hermoso, pero exigente camino, reafirma esa cosecha que por lo general emana de los talleres literarios. En su caso pertenecen al “Guillermo Vidal”, atendido actualmente por el escritor Aleido Rodríguez, cofradía que tiene por sede el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Mi fatalidad es un lugar común
donde el brillo opaca la miseria llena de lazos húmedos.
Viene desde la niñez
y mira a una señora que no quiere salir de mi cama.
Cometió errores haciéndose pasar por huérfana
debajo de una caja de explosivos.
Trae voz de perro, la cara sucia.
Empuja una última puerta que lleva mi firma (…).
Así comienza Mirianni su poema Debajo de una caja de explosivos. Porque para ella, “la poesía lo es todo. Fundo mi mano con la hoja y saco lo que tengo dentro. Me siento feliz con lo que escribo, porque me sale del corazón”, afirmó a 26 quien obtuvo recientemente el Premio Tomasa Varona y el “Sor Juana Inés de la Cruz”, convocado por La Casa del Soneto, radicada en Omaja, municipio de Majibacoa, a cargo de Adalberto Echevarría y Teresa Oropesa.
“El taller me es de mucha utilidad, pues amplío mis conocimientos y comparto las obras con otras personas”, agregó la escritora majibacoense.
(…) Va perdiendo alcance mi reflexión.
No tiene dominio,
las calles entristecen cuando ven su rostro
y una canción desembocada entre mil sonrisas.
Mi fatalidad toma aliento de todos,
naufraga en la locura como una serpiente noble
que anda por los ataúdes buscando poder.
¿Y qué sabía yo?
Mi fatalidad está después de los millones,
justo detrás del dobladillo,
cruzando más allá de la esperanza”.
(Otro fragmento de Debajo de una caja de explosivos).
A Yerandys, por su parte, desde pequeño le gustaba memorizar los poemas de Nicolás Guillén, inicio de un camino en que fue descubriendo nuevos libros y autores que le marcaron como Edgar Allan Poe. “Entonces sentí la necesidad de escribir y sacar todos los impulsos existenciales.
“El poeta transforma cada línea de vida en versos. Poco a poco, empecé a ver poesía en cada rincón de la ciudad. El taller literario me ha ayudado a pulir mi obra, junto a amigos con los mismos intereses. Participar en el Encuentro Municipal de Talleres Literarios fue mi primera experiencia en materia de concursos, un aliciente en mi carrera”, expresó el joven.
No me atreví a caer;
dejé que las espinas volaran.
Me dio miedo anhelar las arenas,
ser el clown de la homilía y
decaer sobre la cordura.
Tan devoto como esta sombra que sigue atada a mis manos
lanzo Lucíferos gritos a espaldas del farol.
Alcanzo la estrella que rapta mi última sombra.
Convertido en polvo vuelvo al ludus de las horas tristes.
Soy Paul Celan cayendo
entre las mitades de París.
Así dice el poema El clown de la homilía, de Yerandys, un buen comienzo en el mundo de las letras. Con esta obra él alcanzó mención en poesía en el certamen mencionado, mientras Mirianni se alzó con el premio. También fueron laureados Humberto Leyva Pérez y Lismary Fernández Pacheco, con el premio y la mención en el género de cuento, respectivamente.
El jurado, integrado por Maritza Batista, Ana del Carmen Pérez Batista y Armando López Carralero, reconoció la calidad de los trabajos y exhortó a los participantes a defender sus sueños, aún en tiempos de pandemia.
Asimismo, a finales de este mes se realizará el Encuentro Provincial de Talleres Literarios, cita que se dedicará al aniversario 48 del taller literario Cucalambé, de la casa de cultura Tomasa Varona, y tendrá también su versión online. Una nueva oportunidad para ver crecer esos sueños que con certeza algún día se convertirán en libros, para deleite nuestro.