Desde las afueras de la urbe surgieron señales de todo el júbilo por venir, una especie de preludio o tal vez los primeros rasgos de una tormenta de emociones. Desde el momento inicial, los rostros dejaron caer pinceladas de todas las edades, así como la compañía de las mascotas, carteles, tambores, calderos... lo necesario para llenar las calles con el sabor de la victoria. Y, por supuesto, el imaginario popular dio riendas sueltas a la inventiva para propiciar un sinnúmero de recuerdos.

Con puños apretados y manos hacia el cielo, o la gloria misma en esos instantes, las personas miraban directo a los ojos a sus ídolos, con el reflejo visible del agradecimiento en una provincia alejada de este tipo de sucesos. Mientras, en los carros, los jugadores saludaron a quienes fueron el respaldo en las derrotas y el punto de festejos en los triunfos durante la temporada.

Luego del trayecto el estadio Julio Antonio Mella, ese muro infranqueable para los rivales, acogió a la tropa verdirroja una vez más, en esta ocasión para constituir la cúspide de las celebraciones. La afición volvió a los graderíos para formar parte del espectáculo que culminó con fuegos artificiales. Previo a la pirotecnia, Abeysi Pantoja encendió la mecha de la pasión al reconocer a los parciales locales como los mejores del país. 

Entre agasajos la noche alcanzó al día y estos harán lo propio con las semanas, cuando los bicampeones paseen el título por los municipios. La fiesta continúa, lo merecen los Leñadores, lo merece el pueblo tunero.