Las Tunas.- Con el cierre de la actuación de los Leñadores en la I Serie de las Américas, luego de caer en semifinales 5x4 ante Nicaragua, corresponde indagar sobre cuáles fueron los motivos de un resultado así. En ese intento de rastreo, cual forense en busca de la causa de la muerte, bien podrían reutilizarse archivos del último evento internacional con intervención de un equipo cubano, o irse más atrás, mucho más, porque los padecimientos del béisbol nacional son los mismos desde hace tiempo y, por lo visto, los rectores de la disciplina siguen sin encontrar la posible cura que cambie la realidad en un futuro cercano.
En una lid de suma paridad, como adelantaron los pronósticos antes de la ejecución de la primera bola, Las Tunas consiguió superar la fase regular en el tercer escaño con apenas dos victorias y tres derrotas. Los éxitos contra las Águilas Metropolitanas (5x4) y el Daom de Argentina (18x5), en el cual debieron apelar, incluso, al líder del staff de abridores para “garantizar” la sonrisa, hablan por las claras de los apuros de Abeysi Pantoja para imponerse en el terreno.
Mientras, los tropiezos con Nicaragua (5x4), Curazao Goats (15x2) y Caimanes de Barranquilla (12x1) calaron en el aspecto moral; tanto es así que obligaron a más de un movimiento en la alineación, una dinámica perjudicial para cualquier equipo en competencia. Un torneo corto demanda de la plenitud de condiciones de cada jugador sobre la grama, pero conservar la idea de la novena de apertura significa estabilidad en el rendimiento, una situación ausente por completo en la justa pinolera para la armada verdirroja.
Después de restructurar el cuerpo de serpentineros, con hasta siete refuerzos, Rodolfo Correa enfrentó más obstáculos de los que pudo imaginar y el picheo estuvo desprovisto de la solidez de otras ocasiones. En seis encuentros, en general, los encargados de iniciarlos nunca alcanzaron la quinta entrada y trabajaron para una efectividad de 11,15 carreras limpias por cada nueve innings, mientras los contrarios les conectaron para un average de 384, debido a 28 imparables en 73 turnos. Los problemas siguen en alza al evaluar las estadísticas al enfrentar a los rivales por segunda vez, como si a los bateadores les bastara un duelo particular para reconocer los automatismos del “tirador” en cuestión y ser capaces de ajustar el swing a la velocidad de los envíos.
Partir con tales fisuras desde el montículo, convertido en un volcán de complicaciones en esas jornadas, constituyó el primero de los males para los brazos tuneros. El relevo tampoco cumplió con los deberes, salvo contadas excepciones, y junto al desempeño de los abridores dispararon el promedio de anotaciones a 8,04, además de recibir el castigo de los maderos, mediante 70 inatrapables, de ellos 23 extrabases, en 206 comparecencias oficiales. Sin dudas ni términos medios, los lanzadores figuraron como presas fáciles ante un nivel sobre la media y que en la Isla presumen de ser al seguro.
Entre la enramada de pesares sobresalieron las labores de Andy Vargas, responsable de los dos triunfos antillanos, Alejandro Meneses y Alberto Pablo Civil. El capitalino transitó desde la hermeticidad en 7,1 capítulos, a razón de 10 ponches, cuatro boletos y solo tres jits permitidos, para un average de los oponentes de 120 y una frecuencia de embasado por inning (WHIP) de 0,99. La clave para Vargas radicó en la sabiduría para mezclar sus comandos, en gran medida con el contraste de una bola rápida localizada en zona baja y pegada, con los rompientes, así como el cambio.
Cuando muchos imaginaron a Alejandro Meneses con un paso testimonial, el derecho retomó su pacto con los grandes momentos para vestirse de largo con registros de 2,2 entradas, cuatro incogibles y un ponche. Plantó la calma alrededor del caos en el choque contra las “cabras” curazaleñas, aun así le ocupó quedar a la espera de otra escaramuza.
Dueño del ocaso de los desafíos, Alberto Pablo Civil, con su sobriedad natural, resultó igual de dominante que en los clásicos domésticos. Si bien en la última salida admitió una “rayita”, dibujó unas estadísticas de cinco outs por la vía de los strikes, dos cañonazos y tres bases por bolas en cinco episodios. Incluso fuera de fronteras, en él radica la tranquilidad en los compases finales y así lo tiene concebido el alto mando de los tricampeones de Cuba.
La ofensiva sobrescribió la historia de nunca acabar respecto a la improductividad y oportunidades desaprovechadas. Con un promedio de bateo de 289, gracias a 56 indiscutibles en 194 visitas al home plate, las aspiraciones volaron poco por la ineficacia de llevar a la goma a los corredores en las almohadillas, pues apenas acumularon 31 remolques. A la espera del batazo en el momento adecuado les envejeció el certamen, mientras otras herramientas como el robo o el bateo y corrido quedaron en el olvido. Sin la contundencia de antaño desde el “pentágono” y el escaso arsenal de jugadas para meter en aprietos a los contrincantes, la crónica se cuenta sola con un desenlace repetido hasta el cansancio.
Por Las Tunas lideró las impulsadas Yoelkis Guibert con siete y fue secundado por un Yordanis Alarcón que acopió seis en el compromiso con los argentinos. Mientras, la persistencia la estableció Yuniesky Larduet con una línea de bateo (AVG/OBP/SLG) de 429/500/429 y 11 sencillos en 23 oportunidades. De vuelta al dolor de las lesiones, Guillermo Avilés se diluyó en el recorrido, pero mantuvo un rendimiento de 304/333/565 con tres biangulares y un jonrón.
A la cita con el último tango, Dánel Castro se hizo acompañar de la gloria por enésima ocasión en su trayectoria por los diamantes. El mítico número 1 del Balcón de Oriente, acogido al retiro desde la temporada 63, la 30 para él, demostró que los dos mil 502 jits en series nacionales nunca serán un techo y siempre puede aportar, aun cuando el entrenamiento no fuese el indicado en cuanto a duración y exigencias. Una nueva muestra de lo grande de don Dánel Castro.
Por lo pronto, los Leñadores regresarán al sitio de resguardo, el estadio Julio Antonio Mella, para sacarse el mal sabor de boca con la preparación rumbo a la III Liga Élite y también con la mente puesta en una revancha foránea en la II Champions League, por efectuarse en México durante el mes de abril. Repasar los desaciertos y ahondar en las soluciones intuye tarea de orden para quienes rigen la pelota en la Mayor de las Antillas. Las Tunas, con una nómina de selección absoluta, escenificó los males de un deporte que habita en el recuerdo mientras se derrumba desde el presente.