Las Tunas.- Desde hace varios días encuentro fotos y videos en las redes sociales sobre los desechos que se entronizan en la ciudad de Las Tunas de una manera colosal. También han llegado a la Redacción de 26 inquietudes de nuestros lectores sobre la problemática y la necesidad de abordarla con profundidad.
Un colega comentaba: “Sería injusto escribir de alguna esquina convertida en vertedero, porque al rato tenemos otra más. Es el tema de nunca acabar, un asunto que hemos publicado en disímiles ocasiones”. Y mucho de razón tiene.
La solución no depende de la prensa, pero, conocedores de nuestra responsabilidad social, volvemos al tema de la recogida en Las Tunas, con la certeza de que solo lo lograremos entre todos y partiendo de la tesis, ojalá equivocada, de que no existen estrategias desde la Dirección Provincial de Comunales que anuncien soluciones concretas a esta problemática a corto o mediano plazos.
Se han hilvanado varias fórmulas; quizás la de mayor impacto, aunque insostenible como estrategia permanente en las condiciones actuales de déficit de combustibles, involucra a varios organismos cada 15 días en una especie de “tarea de choque” que limpia los espacios, los cuales quedan igual o peor que antes, tras dos días de la recogida multisectorial.
Muchos son los factores que nos han llevado a este descalabro; la escasa fuerza laboral, los carretoneros que ingresan más trasladando mercancías a un negocio particular, por ejemplo, que recogiendo desechos, las ventas particulares que hacen que ahora se multipliquen las cajas vacías en cualquier esquina y los dilemas de combustible, que limitan la mecanizada a unas pocas cuadras, generalmente asociadas a centros de Salud y otros de servicios vitales, por citar los más recurrentes.
Las explicaciones están, se anuncian casi por sí solas, pero las soluciones al asunto no avanzan con la misma celeridad y, aunque es esta una verdad que alcanza a buena parte del país, duele muchísimo que la que fuera hasta hace unos años una de las provincias más limpias de Cuba luzca ahora tales desatinos.
El bulevar de la calle Francisco Vega era un reguero de desperdicios la mañana de este domingo. Por el estilo andaban muchas arterias citadinas, demasiadas esquinas para ser contadas, las cercanías de varias escuelas y espacios tradicionales de recreación infantil como el parquecito de La Feria, sitio de generaciones que hoy está, no creo que muchos lo duden, en su peor momento.
El problema alcanza también a otros terruños tuneros, aunque, evidentemente, en menor medida que el terrible que recorre esta urbe, con riesgos evidentes a la salud y criaderos de vectores que rondan el agua que consumimos, los sitios de elaboración y expendio de alimentos, y los más disímiles espacios.
No es esta una verdad oculta y tampoco es noticia que, nuevamente, las páginas de 26 aborden sus matices. Lo verdaderamente apremiante está en lo impostergable de encontrar soluciones, ponerle el cascabel al gato y acabar, de una vez y por todas, con este flagelo que dice mucho, y malo, de lo que somos y permitimos.