Las Tunas.- El nombre de Mercedes Sirvén Pérez-Puelles está escrito con letras indelebles en el altar de la Patria. Nació en una fecha sin precisar en Bucaramanga, Colombia, hija de cubanos de la localidad de Gibara (Holguín). Algunas fuentes sitúan a la familia Sirvén Pérez-Puelles residiendo en Puerto Príncipe (Camagüey). Lo que sí constituye un hecho probado es que su familia transitó por un largo derrotero en el exilio. En 1871, en Puerto Plata, República Dominicana, nació su hermano Faustino, quien fuera médico cirujano y alcanzó los grados de coronel del Ejército Libertador cubano.
Mercedes, rompiendo los prejuicios de la época y siguiendo la vocación familiar, pues su padre Pedro fue un afamado médico, alcanzó el título de doctora en Farmacia, hecho notable para una mujer de la segunda mitad de la centuria decimonónica en América Latina.
Según el historiador Víctor Marrero, en 1893 Mercedes llegó a Las Tunas. Ingresó en el Ejército Libertador el 5 de octubre de 1896, en la región de Holguín. Después de habérsele conferido el grado de capitana a fines de 1896, fue ascendida a comandante en 1897. Constituyó la mujer que más alto grado militar alcanzó dentro del Ejército Libertador.
Los hospitales de campaña jugaron un rol esencial en las luchas por la independencia del siglo XIX en Cuba. Eran móviles, debido a la necesidad de seguir el ritmo de las acciones de las huestes mambisas y evitar ser detectados por las fuerzas enemigas. Sin embargo, debían adaptar los espacios disponibles para brindar atención y cuidado a los heridos y enfermos. Ante la escasez de recursos recurrían a la inventiva y al conocimiento de la medicina tradicional.
Durante la campaña se fomentaron rústicas clínicas de guerra, como la existente en la finca Jesús María, atendida por Anita Cruz Agüero, quien llegó a ser capitana de Sanidad. Mercedes fomentó los de La Escondida en la zona de El Níspero, Rancho Palmarito y Camalote (la cual se identifica hoy con su apellido, en honor a la ilustre cubana).
Esta estratégica ubicación de los hospitales de campaña obedecía a varias razones: frondosos bosques cubrían esos perímetros, ríos y arroyos surcaban su geografía y la población era escasa. La principal razón, a nuestro juicio, lo constituye el hecho de que se encontraban en el centro de los triángulos de dos de las cinco prefecturas mambisas que funcionaban en el distrito de Las Tunas. Estas eran: Hatico, que contaba con tres subprefecturas (La Guanábana, Loma Quemada y La Soledad) y la de Ojo de Agua, con cinco subprefecturas (San José, Lajas, Rompe, Anoncillo y Virama). Esta ubicación les proporcionaba cierto resguardo militar y una estabilidad en las fuentes de suministros de todo tipo.
En agosto de 1897 fue sitiada y tomada la ciudad de Las Tunas por las tropas al mando del mayor general Calixto García Iñiguez. Cuando se rindió la plaza fuerte, a un significativo costo de vidas humanas en las filas libertarias, que incluía casi un centenar de heridos, fue tomado un gran botín de guerra; entre los pertrechos ocupados figuraban más de 10 carretas de medicinas.
Estos elementos le permitieron a Mercedes Sirvén colocarse al frente de una botica en los montes de El Aguacate, Rancho Palmarito, a 3 leguas de Las Tunas, contando con recursos curativos hasta prácticamente la conclusión de la contienda. Ese enclave revolucionario estaba destinado a abastecer de medicamentos y materiales de curación a los diferentes hospitales de guerra de la zona, tanto fijos como ambulantes. La distribución la realizaba la legendaria farmacéutica sola, sin más ayuda que su mula y su fusil.
Estos hospitales de guerra fueron de vital importancia para las tropas insurrectas y para la población pacífica de las áreas de conflicto. Sobre todo, constituyeron un aliciente para la organización civil del general José Manuel Capote, jefe de la Tercera División, Segundo Cuerpo, que operaba en las regiones de Las Tunas y el occidente de Holguín.
En la República Neocolonial, Sirvén Pérez-Puelles dirigió la farmacia del hospital civil de Holguín hasta que inauguró su propio establecimiento, en mayo de 1902. Murió en La Habana, el 25 de mayo de 1948. Su tumba se encuentra en la Necrópolis de Colón, específicamente en el Cuartel de los Veteranos de la Guerra de Independencia.
Todas las dependencias de retaguardia del Ejército Libertador, y especialmente las de Salud, contaban con los servicios valiosos de las mujeres. En tan difíciles circunstancias se debía contar con seres de temple para cumplir con el deber. Este homenaje va especialmente para Mercedes, pero está dedicado a todas las que colaboraron. Al decir de José Martí: "A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido… esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad".
En época de colonización cultural no debemos permitir que el olvido, con su manto de complicidad, caiga sobre la personalidad extraordinaria de Mercedes Sirvén Pérez-Puelles. No se conocen, por este autor, busto ni tarja que perpetúe su memoria. Ninguna institución de Salud lleva su nombre, el nombre de la cubana que tantas vidas curó y salvó a riesgo de la suya propia. Convencidos estamos de que la Revolución sabrá honrar esta deuda de eterna gratitud.