otra campaña de alfabetización

Las Tunas.- Este diciembre se cumplen 60 años de que Cuba se declarara Primer Territorio Libre de Analfabetismo en América Latina. Un hito incuestionable de la entonces naciente Revolución, que no puede encasillarse en un momento de la historia.

La decisión mayúscula de Fidel Castro de convertir a 1961 en el Año de la Educación, tuvo un impacto trascendental en el país y su desarrollo; algo que, para bien, todavía nos alcanza. La victoria fue posible en apenas un año, indudablemente, por el empuje de todo un país.

Se volcaron a la campaña los que tenían estudios a partir de cuarto grado y tuvieron la disposición necesaria; por eso andan entre nosotros muchos héroes anónimos, que ahora peinan canas, y protagonizaron una hazaña sin precedentes en este mundo, y, en la mayoría de los casos, sin tener la dimensión exacta de lo que aquella Revolución dentro de la Revolución misma, significaría.

Cuentan que Raúl Ferrer, el organizador de la campaña en el país, tenía una fórmula: QTATA² y que significaba: “Que todo alfabetizador tenga un analfabeto y que todo analfabeto tenga un alfabetizador”. Y así fue.

Se dividieron en tres categorías. Por un lado, los alfabetizadores populares, muchachos que se quedaron en sus casas por diversas razones, mayormente asociadas al permiso de los padres por su corta edad, pero que acudían a locales distintos a ilustrar al pueblo.

Por otro lado, estaban los “Conrado Benítez”, un grupo que incluía a quienes se fueron a los campos a llevar el saber y tomó su nombre del primer mártir de aquella epopeya; por cierto, el primero, no el único.

Y un tercer destacamento, integrado por los alfabetizadores Patria o Muerte, en los que figuraban los obreros que llevaban la luz de la enseñanza a las zonas más intrincadas y de difícil acceso del país. Cuba toda se volvió lápiz, cartilla y manual. Nacieron canciones y hasta un danzón se recuerda de esos años.

Pocos momentos en la vida de quienes protagonizaron esas fechas han tenido tanto impacto como la Plaza de la Revolución llena, en La Habana, el 22 de diciembre de 1961 y una muchedumbre preguntando a Fidel Castro: “Dinos qué otra cosa tenemos que hacer”.

Comienzan por estos días las actividades de la Jornada del Educador en Cuba, se extenderán hasta fin de año y estarán marcadas, indudablemente, por las secuelas de este tiempo terrible que nos ha tocado vivir y que lleva de vuelta a las aulas a los más jóvenes  y, en no pocos casos, marcados por la muerte de personas vitales en sus vidas.

También los maestros han padecido tormentas y otra vez son responsables de un momento importante en el andar del país; porque para nadie es secreto que la vuelta a clases será la prueba mayor de nuevos tiempos. 

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