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Las Tunas.- Cuando Kiki era un chiquillo y armaba un juego de pelota con sus hermanos en cualquier pedacito de tierra, allá por el reparto Sosa, solo había una señal que terminaba enseguida con la pugna de batazos y carreras: Vicenta chiflaba, literalmente, y la fila de siete hijos tomaba sin reclamos el camino a casa. No había de otra.

Rememora que por aquel entonces su hogar era un hervidero de tonos fuertes. La cocina siempre olía a caliente y había alimentos para el que llegara; la sala era el espacio de confluencias de una familia grande y marcada por el ajetreo, y sobre todo, la voz de su madre, envuelta en mil faenas distintas y a la vez, marcaba el ritmo estricto de cada actividad. A su rigor no escapaba nadie, ni siquiera Kiki por ser el más pequeño.

“La de veces que nos sacaba los colores al rostro. Con mi madre el respeto no era opcional. Y ahí la miraba yo, siempre trabajando, sentaba en la máquina de coser, en los bordados, sacándole brillo a la cocina o en función de quien la necesitara. Lo mismo hacía partos, que inyectaba o le arrancaba de las piernas el empacho a cuanto muchacho del barrio diera síntomas de maleza de estómago”.

Vicente Betancourt Sosa (Kiki) asegura que de ella le llegó el “encargo” de hacerse doctor. Primero Médico General Integral y Urólogo luego, ha transitado por la Medicina con los mismos valores que aprendió desde chico, y hoy está convencido de que allá, en los albores de la vida, está la simiente del ser humano que serás luego, el que ayuda o se vuelve de espaldas a los otros.

Y es que cuando el galeno habla de su madre le brillan los ojos y se le agolpan las ocurrencias de la anciana, que todavía a su lado, lo mira como quien no ha terminado su trabajo de cuidar. No escucha bien, pero Vicenta Sosa Frómeta, acaba de cumplir 105 años y le llegan entre la familia numerosa que ella forjó con la mezcla exacta de rigor y cariño.

vicenta cumple

NO SE ME VA A OLVIDAR…

Para José (Pepe) el hijo mayor, los recuerdos son más nítidos aunque ya sume 86 años de vida y asegura que fue él quien cargó con las mayores reprimendas. El orgullo por la señora que mece el abanico, con gracia, lo convidan a desafiar el tiempo.

“Mamá siempre se enfocó en el hijo que más la necesitaba, en el que dependía de ella en ese momento. De ahí aprendimos el valor para hacerle frente a lo que viniera, mientras estuviéramos juntos.

“Ella se divorció de mi padre y encontró otro compañero para su vida y fue tan especial que terminó siendo nuestro segundo papá. Incluso, luego se mezclaron las familias y nos volvimos una sola. Por mucho, mucho tiempo vivimos todos juntos y la convivencia no era difícil, era más bonita.

“No sé si le han contado, pero Vicenta arriesgó la vida llevándole comida a los alzados por allá por Bartle. Ella sabía lo que era la clandestinidad y nunca tuvo miedo.

“El día que mataron a Jesús Argüelles, esa mañana él estuvo en mi casa. Mi mamá le insistió varias veces que no saliera. Por la tarde nos enteramos que lo habían asesinado en el puente de La Canoa, qué rabia sufrimos. Y Vicenta siguió… Para ella Fidel Castro tenía un simbolismo, una fuerza que no era natural”.

CON LOS NIETOS… DE MIEL

Para Chuchi, Jesús Betancourt, por cierto, también galeno y especializado en Cirugía General, Vicenta ha sido la más de la veces, de miel. El rigor quedó en su primera línea sucesoria, pero con los nietos asegura que no ha existido una abuela más consentidora.

“A cualquier hora de la noche íbamos escondidos pa'l cuarto de la abuela y ella se levantaba sutilita, prendía el fogón y nos hacía cosas riquísimas. Mi abuelo era carnicero y siempre estábamos bien abastecidos. Nunca estaba cansada, ni molesta.

“Lo que más la ha caracterizado es lo familiar, hacerse cargo de la educación de nietos, sobrinas, bisnietos. Nos inculcó que todos éramos familia en las buenas y en las malas, y ese pensamiento se ha transmitido de generación en generación.

“Qué decir de Vicenta… Encendía un tabaco y nos daba a probar a todos los varones, las hembras no se podían ni acercar. Lo más bonito que es que desde que tengo uso de razón la he visto a ella fumando. A estas alturas yo le compro los cigarros -y saca del bolsillo de su camisa una cajetilla a medias para probarlo. Se lo regulo, pero con 105 años ya no le voy a quitar nada, ella simplemente no tuvo predisposición genética y nunca enfermó.

“Conmigo ha sido especial. Siempre dijo que yo iba a ser médico. Al punto que me gustaba más la Arquitectura, pero ya tenía el compromiso y le cumplí. Las cinco veces que he estado fuera de Cuba, de misión internacionalista, he pensado en ella, en la fuerza que tiene para unirnos a todos”.

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FELICIDADES EN TU DÍA…

Mientras sus hijos y nietos se acercan para hablar de ella frente al micrófono, Vicenta mira con gracia el panorama de rostros que se reúnen el día de su 105 cumpleaños. Recorre la casa asida al andador, va tras su abanico, mira con picardía la bata de casa blanca que una sobrina le lleva de regalo.

Y por si fuera poco Vicenta recita poesías, rememora el día en que su abuelo montado en un caballo se despidió, habla de su esposo, de aquella vez que compartió un danzón con Barbarito Diez.

Mientras se abanica recuerda a los que ya no están, hace una pausa larga, pero enseguida sonríe. Entre tanto mimo es como si otra vez fuera una niña, la de los ojos de todos a quienes, como primera lección, enseñó a amar.

Vicenta trajo al mundo siete hijos, 21 nietos, 30 bisnietos y 17 tataranietos…

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