Las Tunas.- La historia de vida del general de División Juan Fernández Rus fue un constante afán por Cuba.
Resultó el único de los jefes tuneros de la Guerra Grande que conoció personalmente a José Martí, y había estado antes en la Demajagua, con Carlos Manuel Céspedes, en la mañana del 10 de octubre de 1868.
Rus nació en la ciudad de Las Tunas el 24 de junio de 1821 del matrimonio de Pedro Manuel Fernández y María Eusebia Rus. Y en algún momento de su infancia, todavía disperso en los papeles de la historia, la familia se mudó a Manzanillo y comenzó a ser cercana su relación con los hombres que dieron el grito primero de libertad desde aquellas tierras.
No por casualidad fue el mismísimo Bartolomé Masó uno de los padrinos de su boda en la parroquia de la Purísima Concepción, cuando en junio de 1864 decidió juntar su vida a la de la prima, Juana Rus, de cuyo vientre nacería, un año después, el mayor de sus seis hijos.
Pero este país y su libertad resultó la gran pasión de su existencia. Desde el 4 de octubre de 1868 estaba en la manigua, listo para apoyar el alzamiento libertario que tenía fecha pactada, inicialmente, para el 14 de ese propio mes; y el 12, ya libraba su primer combate a las órdenes del mayor general Luis Marcano, aquel dominicano estratega, muerto temprano y colaborador ilimitado con la causa mambisa.
Rus participó en la toma de Yara, "donde se coronó de gloria", al decir del propio presidente de la República en Armas; combatió lo mismo en Guantánamo que a las órdenes de Calixto García, y tuvo con el mayor general Vicente García una relación leal, constante y acoplada.
A sus órdenes protagonizó lo mismo acciones memorables como el asalto al convoy de Punta Gorda, que los días turbulentos del movimiento político de Lagunas de Varona; más la Protesta de Baraguá, terca intentona para no deponer las armas.
Decidió quedarse en Cuba después del Zanjón. Se enroló en la Guerra Chiquita y fue entonces deportado, a Cádiz primero y a Barcelona después. Acá quedó su "chambrita", la bayamesa muy joven que le parió tres hijas en franco concubinato y murió nonagenaria, amándolo y sin conseguir verlo otra vez.
Pero el ardor por la Isla, esa energía irredenta, le dominaban los amaneceres. Y Rus, de España, se fue a Nueva York, porque entre los emigrados estaba el camino y, pretendiendo apurar el tiempo de la libertad, decidió reinventarse y volver al monte.
El fervor lo desbordaba al punto de que el Apóstol, en aquella carta del 20 de octubre de 1887, le dice: "Prepárese, pero no para hoy; porque no tiene derecho de exponerse y perecer sin frutos uno de los que con más justicia está llamado a guiar".
Finalmente, el 18 de mayo de 1896, desembarcó en Punta de Ganado, Nuevitas, Camagüey, al frente de una expedición que trajo a la Guerra Necesaria 74 hombres, 150 fusiles y 680 mil tiros. Tenía 70 años de edad bien cumplidos y muchas ganas de ser útil.
Rus murió en Matanzas, en su campamento, en plena manigua, el 22 de diciembre de 1896, como consecuencia de una hemorragia cerebral. Allí lo enterraron, en plena campiña cubana; y post mortem recibió los grados de general de División.
Cuentan que la prensa de la época se hizo eco de su deceso y, de seguro, la Mayor de las Antillas sintió en algún recodo de sí misma el dolor hondo por este hijo valiente, que latió entre los arrojos de sus sueños de libertad primera y acompañó cada desvelo por hacerlo posible.