guana las tunas rey

Las Tunas.- Algunos expertos apuntan a que es la guana, después de la planta de tuna, la más representativa de estas tierras; y también nos dicen que, andando la ciudad, ya encuentras pocos ejemplares de ese arbolito endémico de Cuba que se entrelaza con la historia y aparece, incluso, en el escudo local.

“Así, que yo recuerde -comentó hace un tiempo a 26 Waldo Bonet, apasionado conocedor de estos temas- queda una en la parada del Tanque de Buena Vista y otras dos en la Plaza de la Revolución”.

El experto abundó ese día en las bondades de la planta, cuyos ejemplares se extendían desde la zona de Najasa, en Camagüey, hasta Guardalavaca, en Holguín; pero lucían su población más grande en estas tierras, especialmente en la parte de San Miguel del Junco.

De ella salían polainas y chalecos blanquísimos que marcaban la diferencia y ayudaban mucho cuando, en plena manigua, no había otra manera de mantener ropa decente. No por gusto eran las tropas de Vicente García las mejor vestidas del Ejército Libertador.

Sucede que la guana está en la corteza del árbol y, para hacer con ella la magia de los sombreritos, por ejemplo, hay que cortarlas en pleno. Ahora están en peligro crítico de extinción y van quedando pocas en estas tierras, donde fueron pródigas y sumamente útiles.

Tampoco se siembran en nuestros predios, al decir de los entendidos, porque suelen dañar con la fuerza de sus raíces los espacios urbanos. Así, este pedazo de Cuba, que ha padecido la deforestación desde los tiempos de la colonia, cuando los españoles talaban sus amplias llanuras para hacer potreros para los caballos, también ve crecer a generaciones que ya, con suerte, la identifican.

Y, además, con ese peligroso hábito que lucimos los tuneros de no lograr encadenar saberes, sucede que botánicos y trabajadores de Comunales no se ponen de acuerdo; y tampoco salen de las gavetas o se encauzan investigaciones científicas sólidas en tal sentido. El entorno citadino se nos sigue llenando de árboles adaptados de otros climas, que tampoco son solución a largo plazo a los dilemas del ornamento local; y mientras, maravillas como la guana se olvidan.

Por acá ahora abundan las isoras, buganvilias y los ficus (sobre todo gomosos y verdes), plantas sumamente resistentes a la sequía, pero que no son oriundas de nuestra geografía; además, el crecimiento poblacional va talando a diestra y siniestra y, cualquier día, tendremos más ausencias por lamentar de especies valiosas y presentes acá desde tiempos de los bisabuelos.

Las soluciones están, por supuesto, en los viveros; espacios en los que se hace indispensable dar espacio a que florezca lo nuestro. También en la poda cuidadosa y el trabajo multisectorial, intencionado y constante; la apertura a nuevas formas de gestión puede ayudar, por ejemplo, a que se consolide el manejo de áreas de una manera distinta, que apueste a la diversidad y lo nuestro.

Maneras tocará encontrar, pero duele cada roble que se poda en el monte y cada especie que se desconoce con alevosía. Juntos, estamos a tiempo de pintar la ciudad de lo que verdaderamente somos.

 

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