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Las Tunas.- La imagen que acompaña estas líneas es, presuntamente, la del monumento erigido a la memoria del mártir Robertico Cruz en las cercanías del palacio provincial de pioneros José Martí. Suscribo el término “presuntamente”, porque no se me ocurre otro para describir mi incertidumbre ante el hecho de que esa pieza, vandalizada y rodeada de yerba, sea homenaje alguno para un cubano muerto por la libertad.

Y es que Robertico Cruz fue eso, un jovencito de apenas 19 años que resultó el único mártir de los acontecimientos del 29 de abril de 1933 en Las Tunas. Pero vayamos por parte, entrañable lector. Primero le cuento pormenores alrededor del muchacho (del que, por cierto, se sabe poco menos de lo que merece). Los escuché en voz del máster en Ciencias de la Educación, Eduardo Garcés Fernández, quien es profesor auxiliar de la Universidad de Las Tunas y desde hace cinco décadas, maestro de Historia.

“Los sucesos en cuestión se enmarcan en la llamada Revolución del 30. Para orgullo de los tuneros en esa etapa también tuvimos una participación significativa, aunque no siempre ha sido reconocida con justeza por las publicaciones.

“Antonio Guiteras, figura cimera de ese tiempo, trabajaba como agente viajero en unos laboratorios farmacéuticos en La Habana que se dedicaban a comercializar productos norteamericanos por todo el país, eso le daba la posibilidad de recorrer Cuba y conocer a los grupos opositores a Machado existentes en cada región.

“Incluso, protagonizó aquí una reunión muy importante que se hizo en Yeso 12 (poblado de Vázquez) y en la que estuvieron presentes representantes de otros terruños del oriente. Se hizo en la casa del colono Miguel González y fue para preparar la subversión.

“Cuentan que ahí se dieron las orientaciones de todos los alzamientos por realizar en la región el 29 de abril y que para sacar a Guiteras del lugar, tras dos días de encuentro, tuvieron que vestirlo de mujer. Un señor de apellido Infante, de Las Parras, le prestó el caballo para salir de allí”.

Llegó la fecha pactada. “Eran 63 los complotados de Las Tunas y los planes incluían atacar el cuartel de la Guardia Rural, tomar el Ayuntamiento y afectar la planta eléctrica para dejar oscura la ciudad. Pero se cometió una indiscreción.

“Quizás por el entusiasmo de verse envueltos en la lucha, la inexperiencia o por alguna razón que no tenemos clara, los alzados desfilaron en la madrugada, con sus armas, por las calles Lico Cruz y Martí. Eso, claro está, alertó al ejército y sus efectivos se acuartelaron enseguida. Después, nadie sabe muy bien de dónde, pero llegó la orden de no ejecutar la acción.

“Los alzados se concentraron entonces en la finca de Oscar Varona, un influyente tunero de la época y allí una patrulla del ejército chocó con los que estaban cuidando en la posta; comenzó un encontronazo. Ahí es cuando matan a Robertico Cruz.

“Está el testimonio de un señor que se llamaba Manuel Suárez, le decían El Solitario, vivía por el reparto Pena. Ese hombre era miembro de la Joven Cuba en Las Tunas y me dijo que él estaba en el Ayuntamiento cuando llegó la máquina y los guardias diciendo que traían a un muerto y a otro preso. El muerto era Robertico”.

El profesor Garcés contó además, que algunos de los participantes en la acción aseguraron haber escuchado un “sálvese quién pueda” de boca de Oscar Varona ese día, mientras sonaban los disparos; y que la frase se hizo famosa por todo el pueblo durante un buen tiempo. Tras los hechos, el grupo tomó rumbo al monte y se volvió guerrillero. Hasta la caída de Machado se les recuerda establecidos por El Parnaso, en la finca de José Luis Ferrer, haciendo de las suyas contra la brutal represión del “asno con garras”.

En 1948, curiosamente a la vera de un gobierno auténtico, la pequeña calle que pasaba por al lado del ahora Museo Provincial, comenzó a llamarse Roberto Cruz. Desapareció cuando al sitio le nació la Plaza Cultural, pero todavía una tarja en las paredes del mítico Ayuntamiento lo recuerda. Garcés afirma que el muchacho se había alzado con un hermano y después sus indagatorias le pierden la pista a él y a los suyos.

La tarja de la foto que acompaña estas líneas, allí, en el sitio de la acción que le costó la vida, recuerda su paso fecundo por este mundo y su joven hidalguía libertaria. Verla así, desecha, mueve algún resorte triste en el alma de cualquier buen cubano. ¿Hasta cuándo la indolencia y la indisciplina van a lastrar lo que somos? ¿Veremos alguna vez medidas ejemplarizantes contra quienes destruyen historia y patrimonio?

Comentarios   

Andrés R
# Andrés R 09-05-2021 16:08
No conocía la historia de Robertico y creo que es bueno recordar a estos jóvenes en todo momento. No solo la tarja de este mártir está abandonada, conozco muchas de combatientes tuneros que las tarjas dan verguenza, pienso que hay que hacer una comisión y visitarlas todas y emprender un plan de reparación de inmediato. Martí dijo: 'recordar nuestros muertos vigoriza nuestros vivos'
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