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Puerto Padre, Las Tunas.- Hace 10 años, Rolando se “embarcó” en una singular travesía que en más de una ocasión le hizo dudar del destino real de su decisión. Allá, en las cercanías de Vázquez, en el municipio de Puerto Padre, el campesino pactó su compromiso con la tierra y se convirtió en usufructuario; pero el capricho de los suelos le negaron las cosechas que había soñado y descubrió, con las manos cruzadas sobre el rostro y las botas aún calzadas, que “en aquellos parajes no se daba ni el romerillo”.

La tozudez del guajiro no se dio por derrotada, siguió cambiando sudor por “maticas débiles y de tallos finos”. Su esposa y dos hijos le secundaron los pasos y armaron entre los surcos la mejor estrategia posible, despertar antes del alba, echarles manos a gallinas, caballos, carneros y cuanto animal fuera posible y desafiar día a día la poca “bendición” de su terruño.

ecovalor agricultura 2Hoy, en la Finca 3 (que todavía no tiene nombre, aunque su dueño asegura que pronto encontrará "uno que le calce"), una década después, el ajetreo vislumbra una realidad muy distinta. Desde lejos, el maizal con plantas de hasta dos metros denotan fortaleza, prosperidad, el brillo en el pelaje de los animales dice lo mismo y en los labios de la familia de productores se vuelve recurrente el agradecimiento al Proyecto Ecovalor.

Para Rolando García la suerte cambió el día en que el polígono de suelos de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Mártires de Bolivia, en el cual están arraigadas sus tierras, se insertó en este proyecto, que ha cumplido justo lo que prometía, la utilización de financiamiento internacional; en su caso particular, para inversiones que favorezcan la producción de alimentos, el desarrollo de la ganadería, haciendo más fácil la vida en el campo.

Para esta familia, poco avezada de nombres y siglas, la explicación de que el proyecto movilizaba finanzas del Fondo Mundial para el Medio Ambiente a través de la agencia implementadora de las Naciones Unidas no lo entendían mucho, fueron los hechos los que los llenaron de esperanzas, al punto de que actualmente acarician el sueño de ampliar su área de siembra y los rebaños que poseen.
“El Proyecto Ecovalor lo cambió todo, hasta nuestra mentalidad con respecto a la manera en que asumimos la agricultura, y nos ha prometido mucho más; actualmente estamos en la espera de sistemas de riego.

“Nos destinaron tractores, turbina, molinos de viento, lo indispensable para sacarle frutos a esta tierra caprichosa. Y lo más bonito, la aplicación de la ciencia y las técnicas agroecológicas han logrado que este lugar que era categoría tres, muy poco fértil, se haya convertido en una finca que está a la vanguardia en la producción de alimentos y lo que tires en esta tierra se da”.

Para Rolando ahora sí no hay imposibles, de las tres toneladas de carne de ganado mayor que tenía que entregar ya ha dado nueve en lo que va de año y las cifras con respecto a la leche de vaca se van también por encima de lo pactado. Actualmente decidió producir su propio pienso y con este fin tiene dos hectáreas de maíz y ha sembrado una porción considerable de soya. ¿Quién dice que él mismo no puede garantizar la comida para sus animales?

Asegura que por falta de sistemas de riego no planta hortalizas. Ahora se conforma con sembrar maní, yuca, maíz, guayaba, limón y café. Este último llegó a sus manos hace más de cinco años y asegura que la cercanía de las colmenas colabora con la polinización de las flores y se cuaja de maravilla en su finca, de hecho, sale con el sello de su terruño “fuerte y caprichoso”.rolando ecovalor
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En estos momentos a Rolando no hay quién lo sorprenda con algún dato del Proyecto Ecovalor que él no haya escuchado. Pues en carne propia ha palpado cómo la iniciativa favorece la generación de beneficios ambientales en la valoración económica de bienes y servicios en los agroecosistemas, fundamentalmente.

“Cuando comencé a poner en práctica la agroecología los escenarios cambiaron. También quise potenciar la lombricultura, pero tengo una buena cantidad de gallinas blancas y no dejaron que cuajara la cosa, les cayeron encima a las lombrices y no dejaron una.
“Ecovalor nos trajo esperanzas, el campesino necesita ayuda, porque la tierra a fuego y candela no puede producir. Los saberes de la ciencia y la técnica, la capacitación que hemos recibido también ha echado frutos. Yo pensé que me las sabía todas, mas estaba muy equivocado…”.

Como a la familia de Rolando, a muchas otras, en suelo tunero, el Proyecto Ecovalor le ha trastocado y encauzado la vida por senderos más prósperos. Desde enero del 2019 y hasta diciembre del 2024, la iniciativa favorece la generación de beneficios ambientales basados en la valoración económica de bienes y servicios ecosistémicos como herramienta para la toma de decisiones en los municipios de Manatí, Puerto Padre y Jesús Menéndez, junto a otras cuatro provincias de Cuba.

Uno de los impactos más visibles del proyecto está en el sector agropecuario, en el que se potencia una mayor productividad a partir de la protección al escenario de la actividad, en aras de producir alimentos con más ciencia y mejorar las condiciones de vida de los pobladores de las comunidades rurales en un medio ambiente mejor conservado. 

 

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