madreulo 1Las Tunas.- El otro día la encontré en la calle, nasobuco mediante, huyéndole a las colas. Y los ojos cansados me dijeron que sí, necesitaba mucho lo que andaba buscando, porque solo eso justificaba que saliera de casa. Ketty lo hace muy poco. Se mantiene casi todo el tiempo allí, porque tiene una misión enorme, cuidar a Emily.

No es la única. Muchas mujeres, como ella, se dedican por estos días a sus hijos pequeños. Solo que Ketty es enfermera, y le ha tocado, en medio de esta pandemia, “ver los toros desde la barrera”. Y es que este lunes hará un año del nacimiento de su retoño y, apenas dos meses después del primer llanto de vida, su esposo partió rumbo a Venezuela, haciendo más complejo el desafío.

“Afortunadamente, dio tiempo para que conociera a su bebé y estuvo apoyándome en este proceso hasta que se tuvo que ir a cumplir la misión. Él fue el que acomodó el cuarto, la cuna y, después de eso me quedo, no sola, porque me quedo con mi mamá, con mi abuela, con el apoyo del resto de la familia. En las noches la niña se despierta muchas veces. Era difícil al principio y si se ponía a llorar, yo hasta me ponía a llorar con ella.

“Soy enfermera y tengo una noción de lo que son las cosas con niños, pero soy madre primeriza. No sabía lo que era ser madre y es muy difícil. No es nada de lo que a una le cuentan en la teoría. No se parecen en nada. Tengo cierta noción, pero qué va. Hay que hacer mucho.

“Estar pendiente de la salud, de todo, de que no se lleven nada a la boca. Realmente ha sido trabajoso, pero bonito, porque verla crecer, verla aprender a hacer cosas nuevas cada día, eso es lo que te llena el corazón de alegría”.

Ketty Pérez Meneses, ese es el nombre de esta enfermera tunera que hoy vive su primer segundo domingo de mayo como mamá, lejos de Reynaldo, su esposo. Le ha tocado sin él lo mismo el primer puré, muchas fotos, el susto de las vacunas, la vez aquella en que la travesura le cortó el aliento, que los primeros tropiezos, la primera carcajada,y hasta el día terrible en el que le anunciaron la necesidad de un ingreso para que la niña superara cierta crisis renal.

Y sola se fue a las noches difíciles de un hospital. Él está en Venezuela y ella, enfermera y valiente, le cuida el mayor regalo de la vida, la excusa feliz de cada amanecer. Me lo dijo y por eso lo repito: “Sí periodista, difícil, pero ha sido bello el camino”.

 

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