DOCTORA YUNEIDI Y EQUIPO

Las Tunas.- Ante el peligro y lo desconocido, uno se prepara, toma tiempo, calcula, sopesa las fuerzas. Finalmente, cuando se te viene encima la realidad, te das cuenta de que estás ante lo extremo, ante ti mismo y tus miedos y capacidades, y que de muy poco sirvió ese tiempo infinito: no estás preparado.

Pero un hombre es un hombre, dice el poeta, si todavía respira. Y si todavía respiras, no queda de otra: hay que andar. Así que te enfrentas al demonio invisible, te forras hasta la sonrisa, te forras de trapos verdes, de gafas, de guantes, botas, nasobuco, de vida, de valor. Y vas de frente al miedo. Tu trabajo es salvar vidas, a eso viniste.

Miras los rostros, tocas, auscultas, escuchas una respiración, limpias la huella del «monstruo», friegas platos, recoges basura, lavas, consuelas, acompañas, te sobrepones a ti mismo….tu trabajo aquí es salvar vidas, a eso viniste.

EL CERRO, DE LA RESISTENCIA Y EL AMOR


doctor640Cuando el doctor Alfredo Ramón Cruz Cruz supo de aquel paciente con congestión y secreciones nasales, las alarmas se prendieron. Recibió la información básica del mismo y hasta la cabaña donde este permanecía dese el día antes, no paró. Y aunque el hombre estaba prácticamente asintomático, no se fió y medidas de protección mediantes, el viajero, que provenía de España, fue trasladado hasta la provincia de Holguín.

"Al resto de los compañeros que compartían la habitación se les hizo el exudado nasofaríngeo, el cual dio negativo en todos los casos. Posteriormente, a los dieciocho trabajadores de la salud y personal de apoyo y servicio que estuvieron en contacto con él, también se les realizó la prueba y todos resultaron negativos. Eso demuestra que el equipo cumplió las medidas de seguridad concebidas".

Ramón grabó la escena en su mente, también el nombre del paciente: Luis Ferrero Yero, quien ya en su casa celebra la vida y se recupera del susto tras vencer a la COVID-19. Lo cuenta como el momento de mayor tensión en estos casi 40 días que tiene ya al frente del Centro de Aislamiento dispuesto en el Cerro de Caisimú, en el municipio tunero de Manatí. Por ese sitio, refiere, han pasado más de trescientas personas entre viajeros nacionales, internacionales y contactos de casos positivos.

Allí, cada jornada es intensa. Se duerme poco y se trabaja mucho.

"A la hora que lleguen los pacientes nosotros estamos listos para recibirlos, atenderlos y cuidar de su salud. No hay horario específico para iniciar o terminar el día. Cuando se determina un caso positivo, sus contactos se localizan y se trasladan para acá a cualquier hora, hasta en la madrugada".

A sus 48 años, Ramón, el hijo de una ama de casa y un campesino, es un hombre lleno de certezas, convencido de sí y de las causas que abraza. Lo es, de hecho, desde jovencito, cuando decidió que si no era médico no sería otra cosa en esta vida.

Después de elegir y ser elegido por la profesión, anduvo por tierras del continente madre, donde vio los rostros del SIDA, la tuberculosis y la malaria; en Venezuela, conoció de la violencia y hasta se puede decir que ayudó a ponerle freno. Porque, ¿habrá acto más grande de amor y paz que salvar una vida? Luego llegaría a Brasil y ahora hasta esta, la misión en tierra propia, pues "tenemos la voluntad moral y la fuerza física para estar aquí el tiempo que sea necesario".

No obstante, al paso del almanaque, el cuerpo y el alma sienten el peso de los días y las ausencias que duelen. El hogar se extraña y la voz se quiebra cuando se pregunta por los seres detrás de esa resistencia. Respira, toma fuerzas: "Estoy orgulloso de aportar para salvar vidas, es una forma también de evitar que mi esposa, mi niña, mi hijo y el resto de la familia puedan padecer esta enfermedad. Son mi puntal, mi apoyo, gracias a ellos estoy aquí, porque ellos se mantienen fuertes y me apoyan en todo momento".

"MIENTRAS ME NECESITEN AQUÍ ESTARÉ"

En la zona roja, jabón, papel sanitario, pasta y demás avituallamientos esperan a los que están por llegar. Luego de fregar, lavar, limpiar, desinfectar... todo está en el orden exacto de las cosas. Abajo o afuera, el gorro, los guantes, el nasobuco, las medias largas, las botas, las gafas... toda precaución es poca.

univ lenin yalilis 1Algunos llegan hasta el centro ubicado en la Universidad Vladimir Ilich Lenin, con la alarma aún a flor de piel, a veces enojados, otras afligidos.

Hasta el lunes, entre los primeros rostros que veían estaba el de la doctora Yuneydi Oro Hernández. Con ella conversó 26 Digital antes de que una nueva misión tocara a la puerta de esta tunera que habla de su trabajo con la misma pasión que lo hace de su madre y su hija adolescente, asmática por demás. Las extraña. Hace más de un mes no las ve. Ella está aquí, "cumpliendo con el deber".

Y el deber impone, a menudo, rigores difíciles de llevar.

"Aquí recibimos a los pacientes, se les hace la recepción y se trasladan hacia la zona roja donde estarán en vigilancia por 14 días. En correspondencia con la fecha de llegada a nuestra provincia, al quinto día se les realiza el PCR, si llevan más días en el territorio se les practica la tira rápida y se valora, en dependencia del resultado, la conducta a tomar. Las alternativas pueden ser mantenerlos en el centro o el traslado para la casa con ingreso domiciliario y restricción de movimiento hasta completar los 14 días.

"Todo el que llega se considera un caso confirmado hasta que se demuestra lo contrario. Esto quiere decir que todo el personal médico, de enfermería y de apoyo utiliza los medios de protección y adopta las normas de bioseguridad para cuidar su salud y la del colectivo".

A estas horas, la doctora Yuneydi Oro andará como tantos buenos cubanos nutriendo a ese "Henry Reeve" que galopa por el mundo desafiando a la muerte. Dicen que Emiratos Árabes es su destino, o tal vez otro; no importa el sitio si se cumple con el deber con entrega y devoción. Ya le habíamos preguntado si tenía fecha prevista para terminar esta encomienda contra la COVID-19. La respuesta, entre sonrisas, fue clara: "No, no tengo fecha, mientras me necesiten aquí estaréʺ.

YURISÁN, CON LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO

La enfermera Yurisán Castillo Alarcón tiene ya muchos días desafiando «al bicho», días que le han aportado tanto como los 14 años de experiencia en el policlínico Guillermo Tejas. Pero esta cruzada contra el nuevo coronavirus le ha regalado momentos únicos en su profesión, como esos de cada noche, cuando escuchan los aplausos de vecinos y pacientes, quienes hasta corean los nombres de los trabajadores del personal sanitario.

Claro que ha sentido temor: "El susto siempre está. Hay pacientes que cursan asintomáticos", explica.

Cuando está de frente al presunto enemigo invisible, y aún después, repasa cada detalle, no vaya a ser caiga en las fauces del temible virus.

"Cada vez que medimos los signos vitales y otros parámetros, nos lavamos las manos y cambiamos los guantes. Usamos nasobuco y a los pacientes también se les orienta portarlo permanentemente. El tapabocas se cambia cada tres horas y se sumerge cinco más en una solución de hipoclorito para su posterior lavado. Para los pases de vistas entramos por un lugar y salimos por otro. Antes de salir, nos bañamos y cambiamos de ropa para terminar todo el proceso".

Esta sería su primera misión, "¡Tremenda inauguración!", exclama. Espera, pronto, estar en casa con la satisfacción del deber cumplido, "¡y bien cumplido!"

YAILIS, LO QUE SOMOS LOS CUBANOS

Ya perdió la cuenta. Las fechas se le escurren entre gestiones, garantizar aseguramientos, coordinar "para que nada falte y todo esté al día, para que los médicos hagan su función que es la primordial y la primera".

¡Y mira que Yalilis Espinosa Moro, directora de la Residencia Estudiantil en la Universidad de Las Tunas, ya sabía y hasta entrenada estaba para las urgencias de última hora! Si lo sabrá ella y el colectivo del centro estudiantil, refugio para tantas familias ante epidemias, inundaciones, ciclones y cuanto frenesí de la naturaleza es posible. "Si habré visto cosas aquí", exclama.

"Pero esto es nuevo, esto es mucho más que amparar a alguien que perdió su casa. Aquí acogemos a personas que pueden tener una enfermedad tan peligrosa como la COVID-19, que ha golpeado duro en Cuba y el mundo", sostiene.

Pero si ya perdió la cuenta de los días, lleva muy bien las de las «ganancias» que esta batalla le deja: "lo primero es respetar el trabajo del personal de servicio y aseguramiento. Antes lo veía como una paciente más y ahora que asumo el servicio de lavandería junto a otros compañeros, digo que es fuerte y hay que respetarlo. Lo segundo es que se pueden establecer conexiones de trabajo increíbles, admirar y aprender del desempeño de otros y, en último lugar, valorar el esfuerzo de mi país. Hay que agradecer porque esto no se está haciendo en otros lugares de este planeta".

Escuchar a Yalilis es como ver dentro de la entrañas de los cubanos. Esta mujer parece que se nos cuela por dentro y habla de nuestras limitaciones y grandezas, de lo poco que poseemos y damos, del agradecimiento de unos y de los que aún no aquilatan el tremendo esfuerzo detrás de todo lo que hace la nación para frenar la pandemia.

Un bien mayor mueve a esta mujer que celebró allí su cumpleaños, que también tiene en casa una familia que cuidar y que evoca a su madre, quien le enseñó que del deber no se escapa, se cumple. Por tales motivos está, dice, "dando lo mejor" y alegre "de que haya muchas, muchas personas en Cuba que estén haciendo lo mismo que nosotros, sabiendo que es la única manera de que esto se termine".

YOANIS, LA RETAGUARDIA IMPRESCINDIBLE

Hasta el día que el administrador del policlínico de Manatí la llamó para pedirle su concurso en esta misión, Yoanis Pérez González cumplía sus labores con la tranquilidad propia del poblado que habita.

Sintió miedo, pero lo espantó. De hecho, todavía lo enfrenta. “Sí, yo dije: me voy a trabajar para allá. Estuve de acuerdo y vine; y volví, y si tengo que regresar, volveré".

Hace unos días estuvo en casa, tras cumplir 14 jornadas de labores en el Centro ubicado en el Cerro, y ahí está, otra vez "realizando la tarea", con jornadas extendidas por más de 12 horas, "todo el día lavando", pero con el gusto de saberse útil, imprescindible.

Al curso de los días, sigue allí, como siguen en la Universidad Lenin los cocineros de La Parrillada del Tanque de Buena Vista, los choferes de CubaTaxi, los de mantenimiento, los de lavandería, y otros tantos voluntarios. La historia se reedita en los Centros de Aislamiento ubicados en el Cerro de Caisimú, en Los Cocos, Los Caciques o en cualquier otro sitio, donde los trabajadores se dan, no para sí, sino para otros.

Algunos han cambiado la bata de tecnólogo de la salud por la escoba, el trapeador, el cubo, el cloro, la lavadora…. otros hacen pausa en el magisterio o en el reposo obligado de estos días sin clases; todos, de hecho, dejan atrás la tranquilidad del hogar. Salen de casa a enfrentar ese enemigo invisible que tanto mal ha causado, salen a desafiar el miedo; es el triunfo de la vida.

¡Si habrá gente valiosa entre nosotros!, echá pa'lante, grande de corazón, de la que pone en sus palabras sus acciones y lo hace así, con una naturalidad callada, ʺsin llamar al mundo para que los vea pasarʺ, humilde manera de levantar todos los días un país, Cuba.

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