Las Tunas.- Ser madre es un oficio difícil, un oficio para toda la vida. No repara en fechas, no hay manual para la guía, es como montarse en una montaña rusa de emociones, donde eres feliz si también es feliz la persona que vino al mundo pegada a ti por un cordón umbilical, o te entristeces si no son tiempos de luces para ese ser.
La progenitora (sin adueñarse de ese "alguien" que tiene destino propio) acompaña, repara, alienta... Y, aunque no es perfecta, su hombro va a estar ahí para ti, a pesar de todo. Pero si madre e hija están unidas -además- por una pasión que las supera, la complicidad se vuelve fortaleza. Hablamos de un lazo invisible que va más allá de la sangre. Así sucede con Verónica y Leonor (las Hinojosa), actrices de primer nivel que se desempeñan en el teatro guiñol Los Zahoríes, primer colectivo escénico de la provincia.
UNA EMOCIÓN INCOMPARABLE
"Ser madre es un orgullo, un privilegio que Dios nos dio. Es hermoso sentir al bebé dentro, acariciar el vientre, esa sensación de cómo crece y -al final- escuchar el llanto que anuncia su llegada. Todo el riesgo al que se expone una embarazada en el proceso queda atrás cuando pasa el tiempo y da los primeros pasos, dice las primeras palabras, le salen los dientes...", comenta Verónica, quien -además de Leonor, la más pequeña- tiene a Angel Luis y Amabilez, el primogénito.
"La maternidad nos hace más humanas y sensibles, vemos la vida diferente. Es difícil, pues no hay un libro que te diga cómo asumirla. Resulta bendición y responsabilidad. Debemos enseñar y escuchar. Tener autoridad, pero también volvernos amigas de nuestros hijos", añade Leonor.
EL TEATRO, LA OTRA CASA
La hija creció unida al guiñol, observando a mamá agigantada en escena. Y hasta discutía por la primera luneta, por el sentido de pertenencia que sentía desde pequeña hacia el teatro. "Mi mamá 'atrapa' al público; el auditorio puede estar, sin cansarse, una hora escuchándola, su alegría contagia. Es puro sacrificio, una inagotable, una luchadora...", cuenta desde la admiración que a veces nos cuesta transmitir. "Me inculcó el amor por el arte, me llevaba a cada taller; todo lo que soy se lo debo a ella", añade.
Tras los maternales pasos, con solo 4 años de edad estrenó el tabloncillo de la sala Raúl Gómez García. "Salí con un texto a presentar la puesta en escena, pero quedé impresionada por la cantidad de personas, especialmente los niños. Entonces mami subió al escenario y habló conmigo; sencillamente me solté. Todo salió bien", rememora.
Verónica tampoco disimula el orgullo: "Es mi creación más perfecta, porque mira que he formado artistas, pero como ella ninguno". Confiesa que tuvo que atravesar momentos difíciles, de esos en los que se debe decidir entre profesión o prole. Pero "el tiempo en el arte se puede recuperar, lo que no puede recuperarse jamás es el tiempo perdido con los hijos", afirma.
"Lo que más admiro de Leonor es que es cuidadosa, que trata de mantener la calidad y se entrega con pasión. Por eso, a pesar de su juventud, ha obtenido varios premios y hoy es miembro como yo de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Siempre le he dicho: 'Si vas a hacer arte, hazlo bien'; debemos llevar al público creaciones decorosas".
DE INSPIRACIONES Y TRABAJOS JUNTAS
Más allá de emociones y gratificación, las Hinojosa poseen un fuerte repertorio juntas, reconocido también en otras provincias. En su agenda figuran propuestas como: La cucarachita Martina, trabajos sobre Nicolás Guillén, Tres para dos, Te regalo un sueño, Proyecto Café Fiñe (de payasos), Cuentos negros para niños de todos los colores, Las invencibles, y otras.
"Cuando entré al guiñol era una etapa difícil -narra Leonor-, salían varios fundadores y quedaba un nuevo grupo. Mi mamá hizo un proyecto y me sumó. Trabajar junto a ella me ha dado herramientas profesionales. Es hermoso, además de acompañarnos y protegernos mutuamente.
"La mayoría de las piezas que ha interpretado ha pasado por mis manos. Atesoramos muchos momentos especiales. Cuando estrené La historia de la letra H, por ejemplo, fue a su lado. Yo era la maestra, y ella, la alumna. También me han inspirado obras como Para dormir a Leonor, que obtuvo el Premio Nacional Juglar", narra Verónica.
María Karla (derecha) y Laura Patricia, hijas de Leonor. |
TIEMPO PARA NIETOS
María Karla (15 años) y Laura Patricia Batista Pérez (9) llegaron para unir y alegrar un poco más a la familia. Recuerda Leonor aquellas palabras que le dijo Verónica cuando, con 16 años, quedó embarazada por primera vez; cursaba el segundo año de la carrera de Actuación.
"'En casa hay una mesa con cuatro sillas, actualmente se están ocupando tres, una de esas sillas está vacía; si quieres ahí está para ese bebé que viene en camino', me dijo... Y fue cuando decidí dejarme a María Karla. Al otro día, mamá regresó al Club Familiar (donde vivíamos) con una palangana, un biberón de cristal y un juego de sábanas, que también usó mi otra hija y aún conservo. Ese acto nunca lo olvidaré; me conmovió mucho".
Me cuenta que Patricia tampoco estaba planificada. "En la época que supe la noticia, mi esposo y yo construíamos nuestra casa. Opté por interrumpir el embarazo, pero luego de dos intentos con pastillas mi hija se aferraba a la vida. Fue cuando la duda se apoderó de mí, porque -a pesar de todo- quería dejarme a la pequeña. Así que llamé a mami y le dije: 'No sé qué hacer'. Ella, que estaba al frente del desfile inaugural del Festival Ánfora, pidió el carro de Álvaro Caballero, entonces director de Cultura en la provincia, y se apareció rápido en el hospital Ernesto Guevara... Y me dejé a Patricia", resume.
La actriz Leonor Pérez junto a su hija menor, Laura Patricia. |
Han quedado atrás los momentos en los que Leonor viajaba con una criatura en brazos desde Majibacoa hacia Las Tunas (y viceversa) para trabajar en el guiñol, las dos o tres horas esperando en una parada de ómnibus para trasladarse hacia su municipio, o cuando se enfermaba alguno de sus retoños en esas primeras edades y se le dificultaba cumplir con el trabajo.
Mientras, Verónica recuerda -más atrás en el tiempo- cuando su hija revoloteaba en el interior y, junto a Dionne Pérez y Clotilde Aguillón (también embarazadas por ese entonces), corría para las tiendas al enterarse que sacaban algo de la canastilla.
"Hablo de Leonor porque esta entrevista es sobre nosotras, pero quiero igualmente a mis otros hijos y también a mis cuatro nietos; aunque no estén cerca siempre los tengo presentes. Y puedo afirmar, con total convicción, que aunque nací para el teatro y la pasión que siento por la manifestación es grande, no se compara con la dicha de ser madre. Ahora que soy abuela, la alegría se multiplica. A mis nietos los amo con locura y siempre los voy a apoyar; que sean lo que quieran ser en la vida, pero que sean felices".