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Las Tunas.- El cuervo es una de las aves más mencionadas en la literatura. El padre del cuento moderno y de la literatura de terror, Edgar Allan Poe, tomó esta ave como protagonista para uno de los poemas más famosos de la literatura. Guillermo Vidal, uno de los padres de la narrativa tunera contemporánea, vino a hacer lo mismo muchos años después cuando escribió Los cuervos, editorial Letras Cubanas, 2002 y Sanlope, 2004.

Nombro a Vidal de este modo debido a la influencia en el estilo y temáticas de los escritores de su provincia. También por la trascendencia y transgresión que tuvo y tiene dentro de la literatura local y nacional.
Los cuervos narra la vida del protagonista desde su niñez hasta que se vuelve adulto. Vidal no podía comenzar más arriba, con mayor gancho que narrando, desde el punto de vista del niño, la muerte de su hermana de 4 años y el asesinato de su padre a manos de la madre. Ella le prendió candela mientras dormía.
Por abusador.
Por borracho.
Por mal padre.
Por cansancio.
Todo eso, en las primeras páginas.
A partir de ahí, Guillermo Vidal, con total maestría, nos va narrando el crecimiento del protagonista a través de su relato en primera persona. No solo de forma literal, por lo que nos dice, sino a través del lenguaje. A medida que pasa el tiempo, el lenguaje del personaje aumenta, mejora, evoluciona. La forma de entender el mundo cambia también.
El autor nos recrea la época de una Cuba por muchos olvidada o desconocida, pero verdadera. Con problemas reales. Ya sea el abuso en el hogar, el machismo, la marginalidad, el mundo carcelario, la homosexualidad, violaciones a los varones (el protagonista) a manos de la novia de su tía, los primeros amores, decepciones y mucho más.
Entre los 12 capítulos que conforman la novela están insertados dos excelentes monólogos de Carmen, uno de los personajes más ricos de la historia y que nos funciona para ver todo desde otra perspectiva. Algo similar sucede con los fragmentos de los diarios de las tías que criaron al protagonista.
En Los cuervos encontraremos historias secundarias iguales de ricas, llenas de matices y tan atractivas como la principal. Ejemplo de ellas son la del Moro (el delincuente del barrio) y Manuel, amigo del protagonista y aspirante a gánster; o la de la propia Carmen, quien abusó sexual y repetidamente del sobrino de su novia.
Dice Carmen en uno de sus monólogos: “Al muchacho se le notaba siempre el deseo de hacerlo aunque intentaba ocultarlo siempre era una fiesta esperar a que se hiciera el dormido para admitir que ya estaba esperando bajo las sábanas con su picha tan dura…”.
El autor nos describe una variedad de personajes bien distintos, vivos, perfectamente diseñados. A través de ellos hace alarde de un lenguaje exquisito y de técnicas narrativas. Vidal se apoya en ellas para crear conversaciones, resumir escenas, adelantarnos información, describirnos las diferentes épocas vividas por estos. Vidal nos muestra las jergas, costumbres, posibilidades, miserias humanas y materiales de más de 20 años de la historia de los protagonistas; que quizás también fue la nuestra.
Al igual que los cuentos de Poe, esta no es una historia de amor, aunque hay, y mucho. No es una novela de horror, aunque llega a asustar en muchas partes. La carga de tensión y juego sicológico es punto clave en la novela. Tiene acción, sexo explícito, violencia, humor, suspense: lo tiene todo.
Hasta el cuervo. Solo que este de Vidal no dice "Nevermore", sino todo lo contrario.

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