1 Wilnerbonsái

Las Tunas.- Hace alrededor de dos mil años el arte del bonsái se originó en China y, poco a poco, este “símbolo” considerado allí puente entre lo divino y lo humano fue ganando adeptos en todo el mundo.

Entre los tuneros que defienden el difícil “oficio” de sembrar y cuidar árboles en macetas se encuentra Wilner Rondón Peña, para quien adquiere un significado diferente. Con sensibilidad y paciencia descubre en esos seres vivos matices que otros pasamos inadvertidos.
Bonsái 1Desde el año pasado, su deseo de sembrar en los demás el amor por estos “pequeños gigantes” echó nuevas raíces con el surgimiento del Club del Bonsái de Las Tunas, cuyos antecedentes se remontan a un taller impartido en el Consejo Provincial de las Artes Plásticas (CPAP).
“Durante un mes doté a los participantes de herramientas para identificarlos, definirlos, cultivarlos...; especialmente el japonés de cuatro ramas. Por los resultados alcanzados, se creó el club y desde agosto del 2020 entrenamos para perfeccionar esta labor”, explicó el coordinador.
Hoy son alrededor de 10 integrantes, que crearon una página en Facebook (Bonsái Club. Las Tunas. Cuba) para socializar sus experiencias. “Sobre la técnica tradicional, tratamos de realizarlos a nuestra forma, un poco más contemporáneos. Mantenerlos requiere de mucho trabajo, porque no se hace según los años que tengan o se trabajen, sino los que aparentan tener”. Bonsái 3
Él me cuenta que todo nace de su deseo de llevar árboles a casa. “En mi adolescencia ponía en latas pequeños plantoncitos, les echaba agua y, aunque no poseía mucho conocimiento, tenía lo principal: el amor”, afirma quien en tres lustros de trabajo con estos “adorables enanos”, ha realizado un centenar.
“A medida que empecé a leer sobre el tema dije: me gustaría tratar 'de hacer un árbol', llevarlo para mi casa y trabajarlo, pero sin hacerle daño. Yo les hablo y, de cierta forma, ellos también me hablan. Pero es un trabajo de mucho sacrificio, todos los días hay que regarlos, quitarles las hojas que no van, a veces alambrarlos…
Los alambras y ceden, pues es una manera de darles forma según el diseño, porque hay técnicas según tamaño, poda, raíces, tronco…
“Y se trabaja por ramas, desde la parte más ancha pegada a la raíz. Debemos estar antes claros de la idea para que funcione y tener en cuenta las directrices, la triangularidad y su armonía. Se hace, no se espera que se haga”.
Luego me habla de estilos como el Hokidachi (escoba), el Fukinagashi (barrido por el viento), el Bunjingi (o literati) y otros, que vislumbran las siluetas y formas de tan especiales amigos de la flora.
Este joven proviene del arte escénico (guiñol Los Zahoríes y Total Teatro) y en su “verde terreno” es autodidacta. “Mi escuela han sido los libros”, apunta.
Más cerca de la madre tierra, así se siente una cuando habla con él. “El bonsái no es solamente un árbol chiquito. Si no es maderable no clasifica como tal.
Bonsái 2Pueden medir desde 0 a 5 milímetros hasta un metro y, aún los más pequeños, deben mostrar las cuatro ramas (si no las tienen, hay que injertárselas) y estar en armonía con la vasija, aunque se trasporten en solo un dedo”, explica.
Uno de los proyectos que más le ocupa versa sobre la defensa de la Guana, “que es tunera por naturaleza y según Víctor Marrero, Historiador de la Ciudad, está en nuestro escudo. Hay mucho desconocimiento sobre ella, incluso, existe quien la confunde con el guano y hacen sombreros con sus partes.
“Sus hojas son en formas de corazón y las flores amarillas, mientras el tronco es verde-amarillo. Ya casi no existe. Con los bonsáis les enseñamos a los demás lo real y maravillosa que puede ser. Incluso, he regalado algunas de estas plantas a ciertas entidades y he sembrado otras en diferentes parques. Sueño con que volvamos a tener en nuestros campos colonias de ese árbol”.
Seguidor empedernido de la escuela japonesa, camina por este universo de manos del amor hacia esas “esculturas arbóreas” que han alegrado, por ejemplo, al Consejo Provincial de las Artes Plásticas, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en la provincia.
“Hay quienes piensan que hacer un bonsái es destruir el árbol o hacerlo pasar trabajo, pero no es así; es una labor sensible en la que se le respeta”, aclara.
Termino la entrevista y, aún sin darme tiempo a reaccionar, sus manos vuelven a la tierra, ese espacio vital donde ha encontrado la felicidad.

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