Las Tunas.- “La niña se contagió a través de mí; es muy triste pasar por eso y el dolor no se compara”. Son las palabras de Mailé Yicel Báez Ferrera, una joven madre de la provincia de Las Tunas, cuya hija de 9 años enfermó de Covid-19, ese padecimiento que lastima por igual a personas de diferentes edades.
“Nosotros tenemos un régimen muy estricto de cuidados para mi niña. Jamás, ni en tiempos normales, se le verá en la calle, en casa de algún vecino, ni andando sola, aunque sean distancias cortas. Incluso, con edad de ir y regresar sola de la escuela, mi familia está organizada para llevarla y recogerla”.
Con los pequeños, los cuidados siempre serán pocos. Por la inocencia que caracteriza a ese grupo etario, desconocen cuán agresivo puede ser el virus SARS-CoV-2 con sus anatomías.
La Televisión, los maestros y las propias familias lo han explicado muchísimas veces; pero, lógicamente, su nivel de percepción no es el de un adulto y -qué lástima- en el territorio tunero los infantes se siguen contagiando con el nuevo coronavirus.
Fuentes del Ministerio de Salud Pública en la provincia informaron a 26 que, hasta el 7 de julio del 2021, habían enfermado 371 niños y adolescentes menores de 18 años y de ellos, 86 permanecían activos en los diferentes centros habilitados para su atención.
En el puesto de mando de esa entidad puntualizaron que, de esos 86, hay seis menores de 1 año reportados de cuidado en el hospital Fermín Valdés Domínguez, de Holguín, y en el pediátrico Mártires de Las Tunas. Y duele que hasta se han dado casos en recién nacidos.
¿Por qué se enferman nuestros niños de Covid-19? Lo primero es que ocurre en las casas y las comunidades, pues el curso escolar 2020-2021 terminó con registros de estudiantes enfermos, pero sin focos en los centros educacionales; ni siquiera en los círculos infantiles, que se han mantenido prestando servicio hasta en los momentos más difíciles de la pandemia.
Todavía en algunos barrios de esta ciudad los menores andan en las calles; incluso, más allá de las 6:00 de la tarde, horario establecido como límite para la circulación de las personas.
No es general, pero en ocasiones se les ve sin nasobuco y en grupos, corriendo de un lado a otro, volando papalotes, jugando bolas o conversando muy animados. Y ni hablar de los que acompañan a sus familiares a la tienda a comprar la leche o el pan, y a cualquier otra gestión.
Lamentablemente, sus mayores se hacen de la vista gorda, considerando que no hay riesgos o pensando que "pobrecitos, llevan tiempo encerrados, por un ratico que jueguen no va a pasar nada, será solo una salidita rápida y no va a hablar con nadie…".
En ocasiones no se puede evitar el contagio, o llega como una dolorosa sorpresa que estremece los cimientos del alma y golpea los sentimientos de los que más cuidado ponen en sus pequeños, como ocurrió a Mailé con su Rihanna Luz Hendrickson Báez.
“Yo estuve asintomática casi toda la enfermedad y siempre cumplía las medidas higiénicas tanto en la calle como cuando llegaba a mi hogar. Al conocer que mis compañeros habían enfermado, comencé a usar el nasobuco en casa; sin embargo, ya era tarde.
“En mi casa solo vivimos mi mamá, mi papá, mi hija y yo. Ya todos estaban contagiados. Y pudieron ser más personas. Aunque no tenía síntomas, me presenté y solicité un test rápido. Dos días después ingresó toda mi familia”.
Ya Cuba realiza un ensayo clínico en edades pediátricas para estudiar la eficacia de nuestros candidatos vacunales, pero a corto plazo esa no será la solución. Ahora se trata de disciplina intra y extradomiciliaria y de actuar en correspondencia con la conducta social que se pide para que los niños no enfermen.
“Solo nos resta cuidarnos y más a los niños. Y -como es mi caso- ayudar a la recuperación psicológica de los que han pasado por esa experiencia terrible. Soy adulta y le cogí fobia a la calle, me alteran el encierro y las situaciones cotidianas. Imagina cómo puede ser para ellos”.
